Si lo piensa están presentes en nuestra vida. Seguro que conoce el dicho de: pedir y se os dará, y también el otro que dice que: contra el vicio de pedir está la virtud de no dar. A veces hay que hacer ambas cosas, una en cada sentido, y el problema viene en decidir hasta dónde y cuánto hago en cada una de ellas.

      Puede ser una contradicción el que los sabios nos aconsejan que nos programemos, que tengamos en la mente analizadas las distintas posibilidades para poder actuar mejor. Y también nuestro organismo está preparado para lo inesperado, lo novedoso o brusco. Se llama un acto reflejo. Si nos vamos a caer, de forma instintiva, sin pensarlo, extendemos las manos para frenar algo nuestra caída contra el suelo.

    Debemos programarnos, sin embargo, el azar está siempre presente en nuestras vidas. Siempre he creído que infinitas cosas de mi vida, muchas de ellas importantes fueron resultados del azar.

     En esa línea para muchos los juegos de azar son importantes, son una parte de nuestra sociedad; y son muchos, no sólo las cartas o la ruleta, ahora algunos tienen que ver con máquinas, o incluso en los móviles, e incluso algunos se hacen adictos a ellos, son los llamados ludópatas.

     Miro hacia atrás y recuerdo los muy diferentes juegos de azar que hubo en España. Teníamos no sólo la baraja española, para jugar por ej. al tute, sino también la inglesa para jugar al póquer, pero también jugábamos al parchís o al palé. Y como eso no nos bastaba entrábamos en la lotería o las quinielas.

     En otro terreno también he criticado que se valore más el resultado de nuestras acciones que el esfuerzo o trabajo que hemos invertido en ellas. Nos importa mucho el éxito o resultado brillante de esas acciones, y en muchos casos es fruto del azar.

       Con el azar nos orientamos a los premios materiales, en general al dinero, cuando es muchísimo más importante ser afortunado en el campo de lo inmaterial. Por ej. acertar en la elección de tu pareja, de tu profesión, o incluso el trabajo que la vida que ofrece.

       Como siempre, hoy el azar es clave en nuestras vidas. Padecemos la epidemia por el covid 2019. El que te contagies, o que una vez después de haberlo sido te mueras por la enfermedad es resultado del azar.

     ¿Por qué le comento todo esto? Porque también constituye una contradicción. Que puede que pases toda tu vida programando lo que puede ser tu futuro y que, luego, en muchos casos es el azar el que acaba pintando el cuadro entero.

      Otra contradicción puede ser el que a muchos les gusta el campo. Hablan de la maravillosa que es la naturaleza, pero le han abandonado, la mayoría quieren vivir en ciudades.

     Otros se sienten firmemente religiosos, creyentes, pero si los analizas despacio descubres que se han construido una religión a su medida, la que les exige menos esfuerzos.

       Puede ser una contradicción que un médico, que cuando se licenció hizo el juramento hipocrático que incluía no hacer nunca daño un enfermo, pueda, si se aprueba una ley de eutanasia favorecer que muera. Si me apura ya está sucediendo cuando alguien aplica el aborto. Un ser no es vivo cuando al acabar el embarazo, atraviesa el útero materno y sale al exterior, sino desde el mismo momento en que un espermatozoide que produjo uno de los testículos de su padre penetró un óvulo liberado por un ovario de su madre. Eso dio origen a la primera célula de ese nuevo ser vivo, el huevo o cigoto. Si hay un aborto hay una muerte de un ser vivo.

    En el terreno de los oficios encuentro numerosas contradicciones. Y es que lo realizan personas, y ellas están muy presentes en nuestras vidas. Por ejemplo, conozco a algún político que critica la casta y después se va a vivir como un auténtico rico, o que se comprometa públicamente a trabajar para mejorar la vida de sus conciudadanos, y luego se dedique a aumentar su sueldo y sus prebendas; o algún rey que en vez de ayudar a los pobres de su pueblo regala millones de euros a una amiga rica. Algunos militares, a los que podemos tener como valientes, son grandes hipopondríacos; otros ciudadanos que la sociedad considera como ejemplarizantes puede no serlo. Por ej. los sacerdotes, entre los que algunos son pederastas. Justo lo contrario de ser ejemplar.

    Soy enormemente respetuoso con las diferentes opciones sexuales, pero me cuesta trabajo entender que haya que estar orgulloso por ser homosexual, o cualquier otra de ellas.

   No entiendo que alguien pueda definirse como vegetariano, pero que tome leche de vaca o coma huevos de gallina. Que yo sepa todos esos productos surgen de animales.

    Todos estamos convencidos que hay que parar la degradación del planeta el que vivimos, pero son muy pocos los que de verdad se implican en hacerlo.

  Supongo que, como yo, le costará trabajo entender que un padre o una madre mate a su hijo. Es decir, primero le da la vida y luego se la quitan. Tampoco se entiende que un hijo mate a quien le dio la vida, uno de sus padres.

   Otra contradicción es que con frecuencia en nuestra sociedad se habla de la espiritualidad, como un gran valor, y luego lo que predomina es el materialismo, que es justamente lo contrario.

      Hay muchas más. Por ej. Todos sabemos el daño que puede hacernos el tabaco. Sobre los pulmones, bronquios, tráquea, lengua, labio, etc.. Puede generar en ellos tumores malignos, pero no es lo único; causa inflamaciones etc. que pueden dificultar mucho nuestra respiración, sin embargo, es increíble el número de los que fuman. Lo saben y continúan fumando.

     Puede serlo que a todos nos gusten los niños, ver a la vez el número de hijos es cada vez menor, o que se hable de que la vejez es sabiduría, y que a los viejos hay que agradecerles lo que tenemos, y a la vez estos se sientan poco atendidos; de hecho, cada vez hay más residencias geriátricas abiertas, que reflejan un cierto abandono familiar.

     Con la epidemia del coronavirus se ha puesto en valor la importancia de la salud y el importante papel de los sanitarios en nuestra sociedad, y al mismo tiempo se ha constatado que faltan infinitos recursos en este campo. También sorprende que muchos padecen enfermedades graves, lo saben, las sufren. Les indican el tratamiento a seguir, y los que realmente le cumplen es un porcentaje bajo.

  Puede ser una contradicción el que los padres quieran lo mejor para sus hijos, pero la vez que reduzcan sus expectativas vitales, pues quieren que en sus hijos hagan o completen las que ellos tenían y no realizaron. Sus hijos no están para esto.