El cineclub de Elche sigue creyendo en Luis Buñuel

Esta entidad realizó su primera proyección el 9 de abril de 1973 con una cinta de Claude Chabrol. Su creación hace 50 años supuso la normalización de la inquietud de un grupo de jóvenes

Sesión constitutiva del Cineclub Luis Buñuel.

Sesión constitutiva del Cineclub Luis Buñuel.

José F. Cámara Sempere

No sabemos si algunas de las personas que se reunieron en marzo de 1973 para organizar el Cineclub Luis Buñuel pensaron que 50 años después nos encontraríamos celebrando la efeméride de su primera proyección el 9 de abril de aquel mismo año en la Peña Madridista, con la primera película de Claude Chabrol, en los balbuceos de la Nouvelle Vague, toda una declaración de intenciones. Aunque ya se habían organizado de diferentes maneras anteriormente, fue la primera reunión de cinéfilos ilicitanos bajo la advocación laica del cineasta aragonés, que acababa de ganar el Óscar por El discreto encanto de la burguesía y que sólo unos meses antes, a raíz de aquella noticia de alcance universal, había tenido un protagonismo local durante una de las semanas de Orientación Cinematográfica organizadas por la Caja de Ahorros del Sureste de España (CASE) para dar a conocer un tipo de cine al que no le prestaban atención las carteleras de Elche. 

La semilla de aquel cine acabó por germinar en un público que llevaba muchos años asistiendo a las distintas manifestaciones de cinefórum que se celebraban en la ciudad. La creación de un nuevo cineclub en Elche, amparado por la CASE, supuso la normalización de una excepcionalidad cinematográfica por unos jóvenes (Jaime Brotons, Carlos Mateo, Francisco Moreno) que apostaban por ampliar los límites de la libertad desde la cultura y que embaucaron a otros entusiastas amigos (Juan Garrigós, Jaime Gómez Orts, Julián Fernández Parreño, Vicente Pérez Sansano, José Cascales) en una aventura que ha dado satisfacciones fuera y dentro de las salas de cine, desde el Avenida pasando por el Ideal, el Alcázar, el Capitolio y el Odeón.

Folleto de la primera proyección del Cineclub Luis Buñuel.

Folleto de la primera proyección del Cineclub Luis Buñuel.

El antecedente de los cinefórum

Las sesiones de aquel cineclub comenzaron a ser frecuentes a lo largo de 1973 y el año siguiente pero no fue hasta noviembre de 1974, contando con la aceptación del Gobierno Civil, cuando el Cineclub Luis Buñuel se hace oficial y se constituye como asociación en el registro provincial. Según se hizo constar, su objetivo no era otro que fomentar el interés e impulsar la formación y cultura cinematográfica en la estela de los anteriores cineclubs de la ciudad. La primera noticia sobre una actividad de esta índole es de 1953. Se trataba del Cineclub Artis, que al menos duró un año más, aunque desconocemos si se trataba de un proyector itinerante. 

Tres años después vería la luz el Cineclub CASE, que empezó a colaborar con el Casino en su emplazamiento junto al Gran Teatro. De hecho, la Caja comenzó su andadura en Elche, gracias a Francisco Bernabéu Penalva, extendiendo una pantalla. A pesar de que comenzó satisfaciendo las inquietudes morales de las asociaciones afines a la Iglesia, pronto se desmarcaría y propiciaría la creación en 1957 del Cineclub Ilicitano que, según se leía en estas mismas páginas, se trataba de un movimiento cultural que iba a entrar de lleno en la vida ilicitana. Realmente fue la réplica de la Caja de Ahorros Provincial de Alicante a la creciente actividad de la CASE en Elche a raíz de la compra del edificio del Casino en 1957.

Folleto del Cineclub Ilicitano de 1958

Folleto del Cineclub Ilicitano de 1958

Como las pantallas ilicitanas seguían llenándose de películas que, si bien eran aprobadas por los órganos represores, podían no servir a los más altos y nobilísimos fines morales que perseguía la Iglesia, Acción Católica (AC) ─con el apoyo velado de los empresarios de cine de Elche─ abrió en el colegio San Rafael el Cine-Fórum Elche en 1962 dirigido a los matrimonios para que, como expresaban sus dirigentes en este diario, fueran garantes de cuanto la pantalla les podía poner por delante, al considerarse de gran valor el reflejo de la familia sobre la sociedad.Funcionó con altibajos hasta 1967, cuando AC mostraba síntomas de decaimiento dentro del aperturismo que promulgaba el régimen franquista y apostaron por trasladarse hasta la Peña Madridista ante la amenaza del Cinefórum Altamira, surgido en 1963 desde el mismo colegio con el fin de potenciar el sentido pedagógico del cine entre los jóvenes. 

En 1969 no sólo cambió su nombre y pasó a conocerse como Cineclub Altamira, sino que dejaba atrás el peso humano en su apuesta por el cine de autor frente al cine de mensaje. Las sotanas de los conductores de los coloquios serían sustituidas por los trajes. Los nombres fuertes de la CASE, Mateo y Montero, se hicieron frecuentes mientras a su vez promovían las semanas de formación cinematográfica. 

Las 3 B del cine español

En junio de 1969 se prestó atención a Las 3 B del cine español, con una mesa redonda en torno a Bardem, Berlanga y Buñuel, y la proyección de tres obras revolucionarias por muy distintos motivos, Los pianos mecánicos (1965), El verdugo (1963) y Los olvidados (1950). Aquella presencia de Buñuel, provocadora, por una parte, pero consentida por los órganos reprobadores, llamaría la atención de muchos aficionados. De ahí el éxito de esta convocatoria de la II Semana de Orientación Cinematográfica, que permitió apreciar según los organizadores que «los aficionados saben ya profundizar en el tema y entresacar los valores de la proyección», lo que animaba a seguir por ese camino que conducía al desarrollo de una auténtica afición al cine. Sin embargo, el éxito se vio pronto desafiado, y no por su competidor directo, el Cineclub Altamira, que había devenido un aliado, sino por un empresario que había decidido importar en febrero de 1970 a Elche, concretamente al cine Avenida, el modelo que funcionaba en muchas ciudades de España, entre ellas Alicante en el cine Casablanca, la Sala Especial de Arte y Ensayo.

Programa de mano

Programa de mano

En Elche, la sala especial ofreció un cine que demostraba, una vez más, la ceguera franquista al autorizar con retraso películas fundamentales de los directores más renovadores del momento y que eran, en muchos casos, unos desconocidos para el aficionado. La política aperturista que pretendía la Dirección General de Cinematografía no sería posible mientras siguiera la mutilación de un tipo de obras de calidad estimulante que se producían y exhibían en otros países y que hasta ese momento sólo podían llegar a través de la Federación Española de Cineclubs.

La condición incendiaria de aquellos cines especiales fue, en cualquier caso, un revulsivo hasta que, atrajeron a más espectadores, aquellos que iban a buscar más lo erótico que lo artístico, y dejaron de ser un instrumento para la educación y la promoción cultural. Tal fue el furor desatado por la cartelera especial que en Alicante provocó la desaparición (temporal) del Cineclub Chaplin, al que pertenecían muchos de los ponentes de aquellas semanas de la CASE. 

La sala especial del Avenida sació el hambre de los habituales del Cineclub Altamira hasta convertirse el Arte y Ensayo en Elche realmente en un estímulo para la aparición de otras fórmulas en la estela del Cineclub Chaplin. La normalización cultural sólo podía darse desde un claro posicionamiento político, que evidenciaba el talante democrático de los responsables de la CASE, aunque sin dejar sus colaboraciones con la Iglesia. Coincidiendo con la disminución de la afluencia de público a la Sala Especial –cuya actividad de Arte y Ensayo duraría hasta el final de la temporada del 71– despuntó la actividad de la CASE en Elche, sobre todo a raíz del impulso que le dio la mano derecha de Bernabéu Penalva en la ciudad, Jaime Brotons. 

Ciclo dedicado a la comedida americana en 1977.

Ciclo dedicado a la comedida americana en 1977.

Su primera gran propuesta en febrero de 1971 fue un éxito arrollador y que a la larga provocó, en 1972, el fin del Cineclub Altamira, un ciclo de cine de ciencia-ficción en el salón del colegio salesiano que se abrió con la odisea espacial de Kubrick. Los asiduos espectadores eran en su mayoría jóvenes estudiantes de los últimos cursos de bachiller, inquieto grupo que junto a adultos con preparación intelectual participaban en las actividades culturales locales, hecho que contradecía la leyenda en torno al atraso cultural de Elche, por sus especiales características de ciudad industrial. 

La contundente superación de estos retos auguraba en los años venideros grandes proyectos, a pesar de que el periodista Antonio Sánchez era a principios de 1972 muy pesimista y escribía en su tribuna de INFORMACIÓN que no estaba nada satisfecho de los movimientos artísticos en la ciudad. No podía intuir en aquel momento el periodista hasta qué punto los aficionados al cine de la CASE harían realidad la prosperidad cultural en Elche sirviéndose de un numeroso grupo de jóvenes atraídos por el estudio y el análisis del séptimo arte. Algo comenzó a vislumbrarse en el horizonte cuando Jaime Brotons intentó darle utilidad a una de las propiedades de la Caja en la ciudad, el enclave del Hort del Xocolater, mediante la creación de un Aula de Cultura de Verano con una oferta de teatro experimental a escala nacional, dos exposiciones de pintura sobre la luz y el color, y cinema novo brasileño con el fin de llenar, tras la clausura de los Festivales de España, el tradicional vacío artístico que el verano deja en la ciudad. 

La voluntad de los dirigentes culturales de la CASE, lejos de organizar actividades dirigidas a un público minoritario y culto, intentaban sobre todo crear una conciencia colectiva basada en la comunicación y participación. Su interés, y ahí radica la importancia de la politización de su gestión, era crear esa gran cultura popular que alineara las marginaciones individuales, tan acusadas entre las regiones españolas. 

Escalón cultural

Con tal de salvar el «escalón cultural» que nos separaba de Europa, el año 1972 supuso la consolidación del modelo para la orientación cinematográfica con ciclos para dar a conocer el cine de los países del este europeo, la cinematografía francesa o Buñuel en la Peña Madridista. A través de cuatro obras destacadas de su agotada etapa mexicana se alentó a los devotos aficionados hacia la creación de sus propios fórum y coloquios a pesar de la dificultad de llegar a constituir un cineclub por razones políticas y sobre todo económicas. 

Brotons recuerda que fue Mateo el que le sugirió la creación de un nuevo cineclub. De la misma manera que en Alicante el Servicio de Promoción Cultural de la CASE contaba con la complicidad del Cineclub Chaplin, en Elche les interesaba contar con una entidad similar que les ayudara también en su fin social. Se aprovechó la presencia del directivo de la CASE y de Francisco Moreno en los primeros ciclos cinematográficos que se celebraron en 1973 para inocular en los asistentes el antídoto contra la rutina cultural a la que no le bastaba con un nuevo ciclo dedicado a Truffaut. Así, durante el ciclo dedicado –por fin– al cine político a principios de marzo, en el que participaron Costa Gavras, Vancini Roullet y Schlöndorff, no se hizo esperar el anuncio de la decisión tomada por un grupo de amigos y estudiantes para la creación del primer club federado en Elche, asesorados por el cineclub alicantino y bajo el aval de Radio Elche, emisora con el prestigio que necesitaba una nueva asociación que se salía de los cauces políticamente aceptados y que sería observada con lupa durante su constitución.

El primer presidente del cineclub, Juan Garrigós, recuerda que cada proyección la veía acompañado de un inspector de policía de incógnito, pero a la vez recuerda reconocer en las caras del público a aquellos que estaban más comprometidos por la llegada de tiempos nuevos. El nuevo cineclub de Elche se interesaría por un aspecto olvidado en nuestra sociedad, «la libertad del hombre en el ejercicio de sus compromisos», en palabras de Costa-Gavras a propósito de aquella película que se acababa de ver en la ciudad, La confesión (1970).

"Encuentros en la tercera fase", programado en el Cineclub Luis Buñuel de 1982.

"Encuentros en la tercera fase", programado en el Cineclub Luis Buñuel de 1982.

El nacimiento de los primeros cineclubs parisinos radicaba en el afán de agrupar a los verdaderos amantes del cine; medio siglo después, en una ciudad como Elche, sometida a fuertes cambios sociales, se puede decir que el fin no sólo se mantenía intacto sino que iban más allá aquellos que no querían ser meros espectadores pasivos. Brotons reconoce que, de no haber asistido con 15 años a las sesiones pioneras de cinefórum en los años 50, jamás hubiera tenido la inquietud de materializar aquel nuevo cineclub, que se vería amenazado desde 1974 por la aparición de otro cineclub en la ciudad, el Septim Art, amparado por la Casa Parroquial de Santa María, y que en 1977 decidió integrarse en el Cineclub Luis Buñuel.

Cincuenta años después de aquella primera sesión, con una industria cinematográfica que exhibe un declive en las salas comerciales alejado de nuevas propuestas estilísticas, y ante la multitud de ofertas audiovisuales en plataformas, el cineclub de Elche sigue creyendo en Luis Buñuel, manteniendo sus intenciones primigenias. Durante su historia, cada una de las juntas directivas elegidas (y formadas por miembros de diferente índole), ha promovido cuantas actividades ha creído útiles para conseguir entre los asociados un nivel elevado de conocimientos fílmicos. Para eso, ha organizado (de manera independiente o en colaboración con otras entidades regionales o nacionales) ciclos periódicos, cinefórum, conferencias, seminarios y exposiciones, e incluso participó en la creación del Festival Internacional de Cine Independente de Elche y colabora en su mantenimiento. 

El Cineclub Luis Buñuel sigue cumpliendo el deseo infatigable de sus socias y socios por reunirse delante de una pantalla fascinados por las películas que hace.