Literatura

Luis Mateo Díez, fabulador de mundos, gana el Premio Cervantes 2023

El galardón, el más importante de las letras en lengua española, está dotado con 125.000 euros

El galardón, el más importante de las letras en lengua española, está dotado con 125.000 euros.

El galardón, el más importante de las letras en lengua española, está dotado con 125.000 euros. / EFE

Elena Hevia

Premiar con el Cervantes 2023 a Luis Mateo Díez, 81 años y perfil quijotesco, barba blanca incluida, es poner el foco en la genealogía más genuina de la literatura castellana, esa que se inicia, cómo no, con el Quijote y tiene su culminación en Miguel Delibes, su maestro, o en Álvaro Cunqueiro, el fabulador. Esos, como Díez (Villablino, 1942), son autores arraigados a la tierra que a la vez han sabido captar los mitos y las historias orales y su pulso entre lo telúrico y lo costumbrista. Y todo ello adobado con un castellano de oro que ha utilizado con viveza y no poco humor aunque, a la vez, los lectores lo sientan también muy antiguo y muy clásico.

El jurado que le ha dado el premio asegura que es uno de los grandes narradores de la lengua castellana, y destaca la sagacidad y la singularidad de su escritura. “Sorprende y ofrece continuos y nuevos desafíos con los que traspasa el ámbito de la fantasía y adquiere realidad en los lectores, que se apropian de su universo creativo”, definen.

El autor sabe bien lo que es ser distinguido. El Cervantes, el mayor de todos los premios logrados –económicamente son 125.000 euros, es solo la culminación de un rosario de galardones que incluso tiene por duplicado, como el de la Crítica o el Nacional de Narrativa; a los que hay que añadir el Nacional de las Letras Españolas, hace tres años, y el Francisco Umbral y el Café Gijón.

Cuentos al amor de la lumbre

Buena parte de la literatura de Luis Mateo Díez bebe de la tradición oral, como bien se encargó él de reivindicar en su discurso de aceptación en la RAE. De los filandones de León, esas reuniones donde acabada la cena y frente al fuego del hogar, se contaban cuentos tradicionales, sucesos de sangre o historias fantásticas. Él, junto a compañeros de filas como José María Merino, Julio Llamazares y Juan Pedro Aparicio, el grupo de leoneses que se dieron a conocer en los 80, se encargaron de reivindicar y recuperar esas viejas costumbres que fueron consideradas como patrimonio inmaterial de la Unesco, pero que para ellos eran pura esencia creativa instalada en el adn. 

Si Faulkner tiene el condado imaginario de Yoknapatawpha y Juan Carlos Onetti, el no menos ficticio territorio de Santa María, Díez inventó Celama, un territorio mítico donde ha situado a mayoría de sus historias –aunque en los últimos tiempos haya hecho muchas incursiones fuera de ese territorio- y un lugar concebido entre la realidad y la imaginación, que le ha servido para contar otro de sus grandes temas, la desaparición de la cultura campesina.

Autor prolífico

Díez fue descubierto para la literatura española en 1986 gracias a su segunda novela ‘La fuente de la edad’, una de sus obras más populares. Y aunque al principio su trayectoria se fraguó muy lentamente, teniendo que sacar horas para la escritura a su trabajo a tiempo completo en el servicio de documentación del Ayuntamiento de Madrid, más tarde se destapó como un narrador muy prolífico, ya que entre sus novelas, novelas breves y relatos se contabilizan más de 40 libros, entre ellos ‘La ruina del cielo’, ‘La piedra en el corazón’, ‘La gloria de los niños’, ‘Los ancianos siderales’, ‘Mis delitos como animal de compañía’. El pasado mes de septiembre se publicó en Nórdica ‘El limbo de los cines’, ilustrado por Emilio Urberuaga, un homenaje entre lírico y humorístico a su amor por las salas de cine, actualmente en peligro de extinción. Sus últimos libros están publicados en el sello Galaxia Gutenberg.

Al escritor le gusta rememorar su infancia de niño enamorado de las fabulaciones, con las rodillas peladas y maquinando trastadas, reales o imaginarias, como aquella ensoñación en la que, según le confesó a Juan Cruz, jugó con la idea de matar a Franco. Queda esa maldad para sus ficciones, aunque la suya sea una malicia más bien picaresca y estrictamente literaria, en el día a día, Diez es un señor amable, de esos que se toman su tiempo para degustar el placer de la conversación. En eso es también un maestro.