Los altos costes de los forrajes y la sequía reducen un 12,5 % la cabaña ganadera de Alicante

El número de animales se redujo el año pasado en 22.563, en un contexto en el que la escasez de lluvias obliga a alimentarlos en el interior de los establos por la falta de pastos

Una ganadera alimentando a su rebaño de cabras en Elda en una imagen de archivo.

Una ganadera alimentando a su rebaño de cabras en Elda en una imagen de archivo. / Áxel Álvarez

M. Vilaplana

M. Vilaplana

La ganadería no levanta cabeza. Nada menos que 22.563 animales perdió el año pasado la provincia de Alicante, en lo que supone una caída del 12,5 % con relación al ejercicio anterior. Los altos costes de los forrajes y piensos, unidos a una sequía que obliga a alimentar en el interior de las granjas por la escasez de pastos, son los principales motivos que están propiciando este fuerte descenso de la actividad. La falta de relevo generacional es otro de los factores que están impactando de lleno sobre un sector que lleva una clara línea descendente, hasta el punto de haber perdido 94.092 animales en los últimos 20 años.

La cabaña ganadera de la provincia de Alicante no para de mermar. Así lo ponen en evidencia las cifras publicadas por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, que reflejan que las explotaciones cerraron 2023 con 169.385 animales, lejos de los 191.948 del año anterior. El subsector que más retrocedió fue el porcino, con 10.444 cabezas menos que dejaron la cifra en 58.543. Le siguió, a continuación, el ovino, con un descenso de 7.685 y un balance de 73.777; y el caprino, con una reducción de 4.823 que situó el total en 27.164. El único que experimentó una ligera subida fue el bovino, con 389 cabezas que elevaron el volumen global a 9.901.

Este retroceso no hace más que confirmar la dinámica negativa en la cual se encuentra inmersa la actividad ganadera provincial desde hace mucho. Así lo ponen en evidencia los 263.477 animales que se contabilizaban hace veinte años, momento en que había registradas 128.775 ovejas, las que más han experimentado el descenso, 76.202 cerdos, 38.432 cabras y 20.068 vacas. 

Estos datos ponen en evidencia que el sector hace tiempo que está de capa caída, si bien en cada momento ha habido factores que lo han ido minando. En el último año, sin ir más lejos, las dificultades han estado relacionadas directamente con los elevados costes de los alimentos, lo cual ha seguido socavando la rentabilidad de las granjas.

Así lo señala Juan Luis Gimeno, propietario de una explotación de cabras en Monóvar y responsable de la sectorial en Asaja Alicante, quien destaca que “es cierto que el coste de la electricidad se ha reducido, pero los alimentos están carísimos, sin que lo que se paga por nuestro producto haya crecido en la misma proporción”. En este sentido, destaca que los piensos han pasado de costar 230 euros la tonelada a 300, mientras que la alfalfa también ha dado un salto descomunal, desde los 180 euros a 400. “Desde luego, a nosotros no nos están pagando el doble por la lecha”, lamenta.

Y todo ello, además, en un contexto en el que la sequía ha obligado a hacer un mayor uso tanto de piensos como de forrajes. “La lluvia -se queja- está siendo prácticamente testimonial, por lo que nos encontramos con que prácticamente no hay pastos y tenemos que alimentar a los animales en los establos, con lo que ello supone a nivel de gasto”.

En parecidos términos se expresa Julián Huertas, ganadero también de cabras en Almoradí, quien hace referencia al mal funcionamiento de la ley de la cadena alimentaria. “Los costes no paran de crecer y lo que se nos paga no crece, ni mucho menos, al mismo ritmo. Necesitamos que la Administración se preocupe más del sector primario, que es absolutamente imprescindible, porque lo que no podemos hacer es trabajar a pérdidas”, advierte.

Tanto Gimeno como Huertas, además, hacen referencia a otro gran problema, como es la falta de relevo generacional. Según señala el primero de ellos, “estamos hablando de una profesión muy sacrificada en la que todos los días tienes que estar al pie del cañón. Si aparte de a este sacrificio, le sumas que no obtenemos rentabilidad por nuestro trabajo, es fácil deducir los motivos por los que no encontramos a gente que se quiera hacer cargo de las explotaciones”.

También desde La Unió enfatizan el mal momento por el que atraviesa este sector, y que trae como consecuencia que cada vez haya menos animales en las granjas. De hecho, desde esta organización hace tiempo que se vienen reclamando ayudas para los productores y el establecimiento de un sistema efectivo de elaboración de costes de producción de referencia para los contratos agroalimentarios obligatorios establecidos en la ley de la cadena alimentaria.

Otras de las quejas esgrimidas tanto desde Asaja como desde La Unió son los cada vez más complicados trámites burocráticos para acceder a las ayudas de la PAC y las escasas contraprestaciones que consiguen a cambio.