Entrevista | Miguel Agustín Torres Presidente de Familia Torres

Miguel Agustín Torres: Una lección con ocho años

Miguel A. Torres, en la sede de la compañía en  Vilafranca del Penedès (Barcelona) | Ferran Nadeu

Miguel A. Torres, en la sede de la compañía en Vilafranca del Penedès (Barcelona) | Ferran Nadeu / ArmandoHuerta

Armando Huerta

Cuando hace diez años su hijo asumió la dirección general de la bodega, Miguel Agustín Torres, enólogo de formación y cuarta generación de una empresa familiar fundada hace más de 150 años, decidió reservarse «el pequeño departamento de sostenibilidad», que le apasiona. Familia Torres, dedicada al vino y al brandy, cuenta con viñedos en las denominaciones de origen más importantes de España, tiene viñas en Chile y exporta a más de cien países.

Miguel Agustín Torres, en la nave conocida como Alfonso XIII, que conmemora la visita del rey en 1904 | Ferran Nadeu

Miguel Agustín Torres, en la nave conocida como Alfonso XIII, que conmemora la visita del rey en 1904 | Ferran Nadeu / ArmandoHuerta

Con sus hijos ya al frente de la compañía, usted lleva años volcado en la lucha por la sostenibilidad.

Todo empezó en 2008 cuando vimos la película de Al Gore An Inconvenient Truth (Una verdad incómoda). Le dije a mi mujer: «Me he quedado muy impactado. Vivimos de la tierra, de las viñas y esto nos va a afectar mucho en el futuro».

Y se puso manos a la obra...

Sí. Unas semanas después, propuse en el consejo invertir en renovables, en placas fotovoltaicas y en algunos recursos más. En los últimos 15 años hemos invertido casi 20 millones en sostenibilidad. Cada año el 10% del beneficio de Familia Torres lo destinamos a combatir el cambio climático.

Lo llaman Torres & Earth...

Sí. Lo primero fue adaptarnos. Hace más calor y cada año se adelantan las vendimias, con lo que, en España, compramos tierras cerca del Pirineo, y en Chile, nos fuimos más al sur. Compramos viñas en lugares donde entonces la viña no maduraba aún del todo, pero donde ahora tenemos unas cosechas estupendas. Lo segundo fue tratar de mitigar el calentamiento, invirtiendo en energías renovables, biomasa, coches eléctricos, etc. Y estamos haciendo también algunos experimentos que están funcionando.

¿Por ejemplo?

Por ejemplo, hemos conseguido muy recientemente capturar por primera vez el dióxido de carbono, el CO² que se crea y sale de la fermentación alcohólica. Esto no se había hecho nunca.

¿Nunca?

Nunca. Y es tan fácil como que la vid toma el dióxido de carbono de la troposfera para hacer la fotosíntesis y después, en la fermentación alcohólica, ese mismo CO² se libera. Es un proceso circular, pero imagínese lo que significa que podamos capturar el CO² de la fermentación. Nosotros podríamos llegar a recuperar 2.000 toneladas. Esto multiplicado por los cientos de miles de bodegas que hay en el mundo, estaríamos hablando de millones y millones de toneladas de CO² que podríamos recuperar en el planeta.

¿Qué objetivos manejan en la reducción de emisiones?

En Familia Torres hemos reducido las emisiones de CO² por botella en un 34% en los últimos doce años en todo su alcance, desde el viñedo hasta el consumidor. Y queremos llegar al 60% como mínimo en 2030 y a emisiones cero en 2040.

En 2019 fundó la asociación International Wineries for Climate Action, junto a la bodega californiana Jackson Family Wines.

Sí. Está abierta a cualquier bodega que considere el cambio climático una amenaza y se comprometa realmente a reducir sus emisiones. Hicimos un protocolo muy estricto con objetivos muy concretos.

¿Cómo les va en pandemia?

La caída del turismo ha sido brutal y nos ha afectado mucho. En cambio, la exportación ha funcionado. Hemos seguido exportando bien tanto vino como brandy. En España, sin turismo y con los restaurantes cerrados, 2020 fue muy malo. Fue el primer año con pérdidas en muchas décadas.

2021, ¿mejor?

Mucho mejor. Alcanzamos break even y tuvimos algo de beneficio. Y 2022 creo que va a ser bueno, mejor que el año pasado.

«El vino no debería ser considerado como alcohol»

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Tienen una fuerte implantación en Cataluña, con varias denominaciones de origen, y en el resto de España, con Rioja, Ribera de Duero, Rueda, Rías Baixas, etc. Fuera de nuestro país, tienen viñedos y bodegas en Chile. Un país estratégico para Familia Torres...

Nos funciona muy bien la bodega de Chile. Incluso en 2020, que todas fueron mal, Chile se salvó. Es un país modélico en América del Sur, con cultura democrática. Allí seguimos comprando viñedos, aunque nos estamos desplazando más hacia el sur precisamente por el cambio climático. Hemos invertido incluso en la Patagonia.

En total, ¿cuántas hectáreas de viñedo tiene Familia Torres?

Cerca de 1.900 hectáreas de viñedo propio, contando Chile. En España más de 1.500 y en Chile, unas 300.

Y su hermana Marimar está también en California, en EE UU...

Sí. Hay una pequeña bodega en California, Marimar Estate, que es de mi hermana. Estamos muy orgullosos de lo que está haciendo allí. Le está yendo muy bien.

La exportación es esencial en su modelo de negocio...

Somos una empresa netamente exportadora. Llegamos a más de 100 países y la exportación representa el 72%-73% del total de nuestras ventas.

152 años de historia - 11 bodegas - 1.900 hectáreas de viñedo

+100 países exportación - 1.300 empleados

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¿Y qué países tienen el mayor peso en ventas?

En brandy, México, aunque también hay otros mercados importantes como EE UU, Rusia o Lituania. Y en vino, Inglaterra, y también Alemania y Holanda.

Estados Unidos es estratégico...

Sí. Tratamos de orientarnos hacia Estados Unidos. Mi hijo Miguel está haciendo un esfuerzo muy grande porque creemos que en poco tiempo, quizá en un par de años, podemos duplicar nuestras ventas allí. Es el objetivo.

En China tenían embotelladora, la cerraron en 2003 para centrarse en la distribución, y en 2010 lanzaron dos tiendas de vinos bajo la marca Everwines, ¿cómo aborda la compañía el mercado chino?

Yo fui a China la primera vez en 1995 a raíz de un curso en Lausana en el que un profesor nos dijo: «Hay que ir a China». Y dije: «Pues, vamos a China». Dos años después constituimos una joint venture con un socio local y en 1999 ya teníamos nuestra propia distribuidora. Esta empresa lo pasó mal en 2020, pero en 2021 ya se recuperó bastante y este año va a ser bueno. Tenemos presencia en prácticamente toda China. De momento, no pensamos producir vino allí, pero sí creemos que es un mercado interesante para la distribución.

En 2015 lograron colocarse en el Top-10 de los brandies más vendidos del mundo, según la revista Drink International...

Y seguimos estando en ese Top-10. Va muy bien el brandy.

De hecho, representa, si no me equivoco, el 30% del volumen de negocio en su empresa.

Somos líderes en España, y auténticos referentes de la producción y la exportación de brandy.

Sus hijos están volcando esfuerzos en recuperar variedades ancestrales de vino que estaban olvidadas. Es el caso del Forcada. Se trata de un esfuerzo que conecta con la singularidad de las cepas autóctonas, ¿no?

Forma parte de nuestra identidad. Nos sentimos muy unidos a esta tierra. Una vez, en Montpellier, en 1982, un profesor me dijo: «¿Por qué no recuperáis las cepas catalanas antiguas?». Y pensé: «¿Y por qué no?». Empezamos a estudiarlo y nos pusimos a trabajar. En el siglo XIX había en Cataluña más de cien cepas. Lo acreditan los libros. Cuando yo llegué aquí, en 1963, después de estudiar en Dijon, solo quedaban diez.

Y están teniendo éxito...

Ya hemos recuperado unas 60 variedades, de las que seis o siete son muy buenas. Quisimos saber cómo hacían el vino nuestros antepasados y cómo eran aquellas viñas, y nos hemos encontrado con sorpresas muy agradables.

¿Cuáles son los grandes retos que afronta el sector del vino?

Cuando tomé posesión de la presidencia de la Federación Española del Vino, planteé tres objetivos. El primero, enfrentar el cambio climático, tratando de evitar que la viticultura desaparezca en buena parte de España a lo largo de este siglo, que es el camino que llevamos. La sequía de este año no es una anomalía; es un fenómeno que va repitiéndose. El segundo puntal es la restauración española, que tiene poca presencia en el extranjero. Para fortalecer fuera el vino español necesitamos más restaurantes españoles en otros países que ayuden a extender nuestra gastronomía. Y, en tercer lugar, separar el vino del alcohol. Fuimos incluso a Bruselas, pero no lo hemos conseguido.

¿Se refiere a desligar la imagen?

Queremos desligarlo a nivel de imagen, pero también a nivel técnico y científico. El vino no debería estar considerado como alcohol. Debería tener un tratamiento aparte.

¿Por qué?

El vino en sí conlleva una moderación y sirve para poner de relieve la gastronomía. Se suele tomar una o dos copas, que es algo que muchos estudios acreditan que incluso es bueno para la salud. Tiene efectos positivos para el corazón, por ejemplo. Poca gente se alcoholiza hoy con el vino.

Compromiso social. Su madre creó en los años 80 la Fundación Familia Torres, que presidió su esposa y que hoy dirige su hija Mireia. Están realizando un trabajo muy valioso, sobre todo con niños...

Eso es. Con la Fundación ayudamos, sobre todo, a los niños huérfanos y en situación precaria. Desde 1986 hemos colaborado con muchas organizaciones públicas y privadas en más de 400 proyectos de cooperación en todo el mundo. Estamos desarrollando una labor importante en la protección de la infancia, construyendo centros educativos y hogares de acogida para niños huérfanos con riesgo de exclusión social.

Tienen proyectos en casi todos los continentes...

Sí. En 12 países. Nos preocupamos por el medio ambiente, como antes hablamos, pero también por las personas. Creemos que esto nos diferencia como empresa. Empezamos con una primera escuela en Burkina Faso, y hemos hecho centros, por ejemplo, en India, con la Fundación Vicente Ferrer, en Filipinas, en China, en Camerún o en Estados Unidos. Aquí, en España, en Sant Feliu de Codines, tenemos una casa de acogida con Aldeas Infantiles. En Chile tenemos una guardería, una escuela para párvulos y un centro de atención médica rural, y en México, en Guadalajara, gracias a una colaboración con la ONG Hogar Alegría, tenemos una casa para acoger a niñas abandonadas.

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Cuenta que una vez, con ocho años, en una celebración, «en un momento de descuido de mis padres, me tomé dos o tres copitas de champán. Lo encontré bueno y, al cabo de un rato, estaba mareado, fatal. Mi padre me echó un rapapolvo». Aquello le sirvió de lección en la vida porque nunca más volvió a abusar de la bebida.

Su proyecto más importante ahora es «asegurar la continuidad familiar de la empresa». Tiene tres hijos: Miguel, el director general; Mireia, la directora de Innovación; y Ana, que es doctora en cirugía plástica. Está casado con Waltraud Maczassek, artista alemana que dirigió las exportaciones de la empresa a su país natal, Alemania, durante 25 años. Ella ha sido pilar esencial en su recorrido profesional y personal.

Enólogo de formación, Miguel Agustín ha escrito varios libros sobre viticultura. Entre ellos, Viñas y vinos (1977) y Vino español: un incierto futuro (1978).

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