Contracrónica Elche-Espanyol

The Walking Dead

La derrota contra el Espanyol deja al Elche en una situación muy dura para lo que resta de un curso en el que a base de golpes no ha podido ni siquiera celebrar los buenos momentos

Eze Ponce se lamenta en el suelo tras desaprovechar una ocasión clara de gol.

Eze Ponce se lamenta en el suelo tras desaprovechar una ocasión clara de gol. / Áxel Álvarez

David Marín

David Marín

El guion de la temporada del Elche posiblemente sería rechazado por cualquier productor por exceso de irrealidad, si me permiten la palabra. Es imposible que todo salga tan mal. No es cuestión de enumerar la larguísima lista de infortunios que seguramente el buen aficionado franjiverde tenga en mente. Con todos ellos daría para hacer una exposición en la avenida más larga de Nueva York. Basta con recordar lo acaecido en las dos últimas semanas.

Seamos sinceros, el descenso del Elche posiblemente estaba hecho antes de ganar al Villarreal. Pero hasta el más vil de los condenados tiene derecho, al menos, a una agradable última cena. Los franjiverdes, ni eso. La victoria ante el Villarreal vino acompañada por la lesión de Pere Milla. El hombre de los goles imposibles. El futbolista que había firmado un triplete en ese mismo partido.

Por si había alguna duda, el duelo contra el Espanyol selló el ataúd franjiverde de otro modo más que cruel. El Elche fue acumulando fallos en área contraria y resbalones en la propia. Era cuestión de esperar que el balón le cayera a Boyé. Spoiler: no le cayó. En una hora de juego los de Machín habían cometido cuatro faltas. Spoiler: acabarían con diez por doble amarilla a Carmona. En la prolongación, un error de Palacios lo condenó el futbolista con más calidad sobre el césped. Sergi Darder firmó un precioso tanto que ilusiona al espanyolismo tanto como deprime al franjiverdismo. Otro capítulo de desgracias.

El Elche queda ahora como un muerto viviente. O como uno de los protagonistas de «The Walking Dead», esa serie que parecía no tener final y cuyo desenlace es el preámbulo de dos o tres «spin-offs». El resto de la temporada tiene pinta de ser como la vida en un mundo lleno de caminantes en el que, a base de golpes, has aprendido que ni siquiera puedes celebrar los buenos momentos.

¿Qué le queda al Elche?

Esa es la gran pregunta. El orgullo y la afición. La realidad es la que es y la permanencia es una utopía en estos momentos. Pero la derrota también forma parte del deporte y de la vida. Hay que saber aceptarla. Y hay que ser conscientes de que hay miles de maneras de perder. En la mano de los jugadores del Elche está perder con orgullo o perder con vergüenza.

A nadie se le puede ocurrir decir que contra el Espanyol pasó vergüenza, pese a la derrota. Tampoco es cuestión de comprar al 100% un discurso como el de Machín, que empieza a ser repetitivo en sala de prensa. Entre no hacer ningún reproche a los jugadores y culparles de una derrota hay un camino intermedio: el de reprocharles lo que sea necesario reprocharles. Por ejemplo, que ante un rival en crisis y con la defensa en cuadro fueran incapaces de marcar un gol en cien minutos.

Roco y Palacios, tristes tras perder contra el Espanyol

Roco y Palacios, tristes tras perder contra el Espanyol / Áxel Álvarez

Además de ese orgullo, que también existe en las derrotas, está la afición. Unos seguidores que seguramente aceptarán de buen grado más primeros tiempos como el del Espanyol, en las antípodas de las primeras partes franjiverdes de este curso. El equipo tuvo energía, orden, presión, físico y capacidad para generar peligro. Los datos dicen que fue la mejor primera parte de la temporada. Las sensaciones creo que lo corroboran.

¿Tarde o nunca?

Otro detalle que dejan los datos es que las cuatro mejores primeras partes de la temporada, en números ofensivos, han sido contra Espanyol (12 remates), Villarreal (8), Celta (7) y Cádiz (6). Los cuatro partidos con Machín en el banquillo. El «top 5» lo cerraría el enfrentamiento contra el Almería, conFrancisco.

Con la llegada del técnico soriano había esperanzas de hacer bueno el refrán de que más vale tarde que nunca. Da la sensación de que va a ser más nunca que tarde, pero la realidad es que el Elche actual es un equipo muy diferente al del inicio de temporada. El misterio del bajonazo con Francisco con respecto a la temporada pasada solo lo podría explicar el entrenador implicado.

Bragarnik, en el palco del Martínez Valero

Bragarnik, en el palco del Martínez Valero / Áxel Álvarez

En el recuerdo, obviamente, queda la etapa de Jorge Almirón. Meses perdidos. Partidos perdidos. Aún resuena aquella frase de despedida de Christian Bragarnik en la que hablaba de cómo su entrenador fetiche aceptó el reto sin preguntar el sueldo y casi por casualidad, al estar por la ciudad durante aquellos días. En aquellas semanas el Elche firmó su acta de defunción, sin saberlo. Lo hizo con algún episodio dantesco, tan habitual de este centenario, como aquella decisión arbitral en Mestalla.

Por entonces el Elche ya vivía en su particular «The Walking Dead». Y a Bragarnik le ha pasado como a Rick Grimes. La responsabilidad de ser el héroe principal ha pesado demasiado y le ha terminado por superar. Para reconstruir el futuro ojalá no todo el peso caiga sobre sus hombros. Solo así su club dejará de ser un muerto viviente, deportivamente hablando, y volverá a ser protagonista de guiones con finales más felices que el de 2023.