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El alcalde recorre el convento de las Clarisas para mostrar su degradación y defender el hotel

La Merced esconde entre sus muros un patrimonio en ruina y techos caídos con lo que Carlos González justifica la oportunidad que supondrá la rehabilitación con la "colaboración privada"

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El convento, como nunca visto A. Fajardo

Hasta el último rincón del convento de las Clarisas ha recorrido el alcalde de Elche, Carlos González, este lunes, acompañado de ediles socialistas, para mostrar la degradación que sufre el edificio municipal, adquirido hace 17 años, y, al mismo tiempo, para justificar y reafirmar que será una "gran oportunidad" para la ciudad que la iniciativa privada pueda asumir la rehabilitación de este patrimonio en ruinas a cambio de explotarlo como un hotel. Una visita que, se produce después de semanas de debate, tras la defensa del proyecto entre el sector empresarial y parte del comercio, pero sobre todo, tras el goteo de críticas que está recibiendo el equipo de gobierno por parte de colectivos y del PP que rechazan "privatizar" un inmueble público que está cerrado prácticamente, excepto dos estancias, porque nunca se ha invertido en reabrirlo.

Entre los fríos muros de La Merced, hay ocultos siglos de historia, superposición de estilos arquitectónicos que han evolucionado a lo largo del tiempo desde la época árabe, y los vestigios de cómo vivieron las monjas de clausura durante décadas en el corazón de la ciudad. Completamente vacío de muebles, allí se conservan, con buena parte de los techos derrumbados, lo que fueron sus pequeñas habitaciones y aseos distribuidos en largos pasillos de lo que parece un infinito edificio, que originalmente ocupó toda la manzana y llegó hasta la calle San Vicente. Después fue vendiéndose por la orden religiosa a trozos, bajo el pretexto de poder mantenerlo (en 1942 se desprendieron del último solar). La joya de la corona se encuentra en la iglesia tardogótica o más bien, un trozo de lo que queda de ella. Los únicos restos que perduran están en el techo, donde se puede ver parte de lo que era la bóveda de crucería. Entre esas paredes sin vida, permanece casi intacto el patio interior donde los naranjos todavía sus frutos y se caen al suelo o la azotea del inmueble, donde las vistas a la basílica de Santa María y a la Calahorra son únicas. Desde allí es posible ver el único elemento de la construcción que tiene la máxima protección de Bien de Interés Cultural (BIC), la torre, aunque como dijo el arquitecto municipal, Julio Sagasta, "está desmochada".

El patio interior ANTONIO AMORÓS

Con esta visita, González aprovechó para responsabilizar al PP, que dirigió el Ayuntamiento hace siete años (2011-2014) tras romper con la hegemonía socialista, del estado real en el que se encuentra el convento actualmente. «Esto es lo que nos encontramos cuando llegamos al gobierno en 2015. Si este edificio está así es porque el PP dejó perder la subvención de la Administración central de tres millones de euros dedicados a su rehabilitación y a la conversión en un centro de conocimiento», afeó. El alcalde, también demostró que su propuesta sigue adelante con la modificación del Plan General (PGOU) y con la elaboración del estudio técnico de viabilidad económica para posibilitar que el edificio, que adquirió el Ayuntamiento por 5,7 millones de euros a las monjas hace 17 años, pueda transformarse en alojamiento. 

En paralelo, dijo que el equipo de gobierno va a presentar la documentación a la Conselleria de Cultura para declarar Bien de Interés Cultural (BIC) el edificio, como aprobó el pleno, porque, señaló que «no va a ser incompatible con el hotel» y puso como ejemplo otros enclaves que tienen esta protección y son Patrimonio de la Humanidad, como el de Granada, situado en La Alhambra. De hecho, dijo incluso que quieren que el expediente se resuelva con la «máxima celeridad».

Consciente de las críticas recibidas, González negó que el plan del hotel sea «una excentricidad o un sacrilegio» porque defienden que el hotel tenga unos usos públicos en determinados espacios abiertos a los ilicitanos y dedicados a uso cultural. Cifró en 600 los ejemplos de paradores históricos que hay en toda España.

El primer edil descartó que le preocupe que el proyecto esté generando rechazo entre una parte de la sociedad ilicitana, como la de agrupaciones de arquitectos que cuestionan legalmente la modificación del Plan General, porque considera González, que es «completamente normal» que exista un debate y porque antepone que haya entidades que «día a día» estén dando su apoyo al destino hotelero para el convento para recuperar el edificio y promover el turismo. Respecto a las diferencias con sus socios de Compromís, reiteró que harán todo lo que estén en su mano para convencerlos.

"Si este edificio está así es porque el PP dejó perder la subvención de 3 millones de euros"

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También tiró de otro argumento para reforzar su plan. La rehabilitación del patrimonio histórico con uso turístico forma parte de la política estratégica del Ministerio de Industria y Turismo del Gobierno de España para desestacionalizar el turismo, reducir la dependencia del litoral y modernizar el sector, cuestiones que, según enfatizó, persigue el ejecutivo ilicitano.

El alcalde compareciendo en el claustro de las Clarisas ANTONIO AMORÓS

Y asimismo, el primer edil aseguró que no le preocupa que el proyecto esté generando rechazo entre una parte de la sociedad ilicitana, como la de agrupaciones de arquitectos que cuestionan legalmente la modificación del Plan General, porque considera González, que es completamente normal que exista un debate y porque antepone que haya entidades que "día a día" estén dando su apoyo al destino hotelero para el convento.

Dos condiciones

No obstante, recordó que tienen dos condiciones para que este proyecto prospere y sea viable. Por un lado, que sea una actuación respetuosa y estricta con el valor histórico, cultural y patrimonial del inmueble «auténticamente ejemplar» con el visto bueno de los técnicos de la Conselleria. Por otro lado, supeditó la viabilidad del hotel a que se garanticen los usos culturales en espacios comunes como la iglesia, las terrazas o el patio interior para abrirlos a la «sociedad ilicitana y dedicada a actividades que puedan ser de iniciativa municipal y de particulares». 

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