Raciones de solidaridad en Elche

La demanda de menús en los comedores sociales de Elche se estabiliza tras la pandemia, pero las colas del hambre no desaparecen con una media de 100 personas al día en cada uno | Los centros de Carrús y Palmerales hacen platos especiales para los días navideños

Una cocinera reparte la comida en el comedor social de Palmerales este martes.

Una cocinera reparte la comida en el comedor social de Palmerales este martes. / Áxel Álvarez

Rubén Míguez

Rubén Míguez

«Ojalá algún día lleguemos al comedor y no haya nadie esperando recibir comida». Es el deseo, lamentablemente sin visos de que se haga realidad, de Ahmed Zarrouk, quien junto a su esposa María Eugenia Bermúdez, atienden el comedor social Al-Taufik en el barrio más populoso de Elche, en Carrús. Al-Taufik en castellano es puertas abiertas, y no han podido escoger un mejor nombre, con tanto significado, que resume muy bien la labor de este matrimonio musulmán que lleva 13 años dando de comer a miles de personas en la ciudad.

María Eugenia y las dos empleadas que tiene en el comedor social Al-Taufik de Carrús preparan este martes las mesas y la comida antes de su apertura a las 12.30 horas.

María Eugenia y las dos empleadas que tiene en el comedor social Al-Taufik de Carrús preparan este martes las mesas y la comida antes de su apertura a las 12.30 horas. / Áxel Álvarez

A unos kilómetros de allí, en otro barrio humilde de la ciudad, el de Palmerales, Antonio, junto a su equipo formado por una cocinera y dos pinches de cocina, se prepara para abrir el comedor social a las 12.30 horas, como todos los días. «Aquí a todo el que viene se le trata por su nombre, como si fuera un cliente que va a un restaurante, con un buen trato el que, desgraciadamente, no siempre se encuentran fuera de aquí», explica y señala, orgulloso, que quienes acuden lo agradecen y son 25 años sirviendo comidas a los más necesitados. «Es dignificarlos, es tratar a las personas como personas», resume. 

Las colas del hambre, lejos de desaparecer, han aumentado en los últimos dos años por culpa de la pandemia y también de la crisis derivada de la inflación. No obstante, en Elche, la demanda de menús en los comedores sociales se ha estabilizado en los últimos meses, una vez acabadas las restricciones por la pandemia que impedían ofrecer las comidas en el interior de los locales.

«Aquí a todo el que viene se le trata por su nombre, como si fuera un cliente que va a un restaurante, con un buen trato el que, desgraciadamente, no siempre se encuentran fuera de aquí»

Antonio

— Comedor social de Palmerales

De hecho, el número de personas que acuden todos los días a por su ración de comida ha bajado a la mitad con respecto a los peores meses de la pandemia, durante el confinamiento, según confirman desde ambos comedores sociales.

Sin embargo, siguen siendo muchas las personas que dependen de estos centros para poder llevarse a la boca un plato de comida diaria. Así, en el de Carrús se están ofreciendo diariamente 150 menús y en el de Palmerales una media de 80. Son cifras afortunadamente lejanas a las del confinamiento, cuando en Al-Taufik llegaron a servir 370 servicios diarios y en Palmerales más de 120. «No te habitúas nunca a esto, a pesar de todos los años que llevamos dando comidas», señala, con consternación, Ahmed. 

Un grupo de personas come en el comedor de Palmerales.

Un grupo de personas come en el comedor de Palmerales. / Áxel Álvarez

Son varios los motivos por los que ha bajado el número de demandantes de estos comedores sociales en Elche. Por un lado, hay personas que han vuelto a encontrar un trabajo tras perderlo durante la pandemia, lo que les obligaba a acudir ya que en muchas ocasiones cobran subsidios muy escasos; por otro, muchos, por vergüenza, han dejado de acudir una vez que los comedores han vuelto a ser presenciales, ya que durante la pandemia se preparaban comidas y se repartían en envases herméticos que se los llevaban para comer donde quisieran. «Quizá se encontraban más cómodos así en vez de comer con gente que no conocen o que les de vergüenza», explica Antonio. 

Perfil

El perfil de la gente que acude a los comedores sociales de Elche es bastante variado. Además de las personas sin hogar, acuden otros con adicciones al alcohol o las drogas o con problemas mentales, pero también muchos otros que, de un día para otro, se han quedado sin trabajo o sin el sustento que tenían «algo que le puede pasar a cualquiera», señalan los responsables de estos comedores tratando de romper los estereotipos sobre estos centros que sirven raciones de solidaridad.

"Legumbres, carnes, verduras y pastas no faltan en la equilibrada dieta que elaboran en Carrús y Palmerales"

Hay situaciones sobrevenidas que pueden abocar a cualquier persona a necesitar acudir a un comedor social para algo tan vital como poder comer. Incluso, hay quienes acuden cobrando un subsidio o ayudas, o incluso trabajando pero cobrando una miseria que apenas les da para poder pagar la luz, el agua o la casa, muchos con hijos o nietos que mantener. «Nosotros damos de comer a quienes tienen hasta 600 euros de paga, porque con ese dinero, como todo el mundo sabe, no se puede vivir ya que quitando gastos como la luz o el agua apenas ya les queda para comer, y en esta situación hay muchos jóvenes», advierte Ahmed.

En el comedor social de Carrús tenían lentejas para comer.

En el comedor social de Carrús tenían lentejas para comer. / Áxel Álvarez

En el comedor de Carrús también dan comida para llevar a quienes tienen familia y dentro, los que acaban su plato, esperan al final por si sobra comida para repetir. Este martes tenían lentejas en el menú.

Es habitual que en estos comedores se ofrezcan legumbres, como lentejas o garbanzos, carne, como pollo, verduras, como hervidos, pastas, como macarrones o espaguetis, y cereales, también fideuá y postres. Una dieta equilibrada, con buena cocina casera. 

Una de las usuarias espera su ración de comida en Carrús.

Una de las usuarias espera su ración de comida en Carrús. / Áxel Álvarez

No obstante, en estos días navideños se preparan menús especiales para las fechas señaladas como Navidad, Año Nuevo y Reyes. El 25 de diciembre no faltaron langostinos, asado, arroz con marisco o dulces navideños y refrescos en las mesas de estos comedores ilicitanos.

«Si llegara el caso de que necesitara ayuda, me encantaría encontrar un sitio así», expresa Ahmed, quien es propietarios de una peluquería, aunque ya se ha jubilado, y que con el dinero del sudor de su frente y el de su mujer han levantado un gran espacio de solidaridad en Carrús, que sale adelante gracias también a la ayuda del Ayuntamiento y de las entidades privadas que hacen donaciones.«Poniendo por lo bajo a dos euros que nos cuesta cada menú al día, son 300 euros lo que cuesta solo en comida diaria, más el local, la luz, el agua y el sueldo de las dos persona que están contratadas», explica.  

Evangelina recoge los alimentos que le preparan en Carrús.

Evangelina recoge los alimentos que le preparan en Carrús. / Áxel Álvarez

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Una persona, una historia humana detrás. No hay un baño de realidad mayor que el ir a un comedor social y que cada uno de los que acudan cuente cómo ha llegado a la situación, para nadie agradable, de tener que pedir un plato de comida. Hay quienes se han quedado sin un hogar y se han visto en la calle de la noche a la mañana, sin ningún tipo de sustento.

Pero, también, quien cobra una pensión o ayuda tan escasa que apenas puede pagar los gastos de su casa. Y familias enteras sin trabajo que tienen que dar de comer a hijos o nietos. 

Asunción acude cada día, desde hace dos años, con lo peor de la pandemia, al comedor social de Carrús. Lleva colgados unos cupones, cuya venta le da para poder subsistir, y poco más. «Está la cosa muy difícil, menos mal que hay sitios así donde podemos venir a comer y, encima, la comida está muy buena», explica mientras espera su ración de lentejas recién hechas.

Evangelina llega poco después e, igual que Asunción, se vio obligada a venir desde hace dos años. La pandemia de covid y el confinamiento ha hecho estragos. Ella cobra una pensión, pero los 500 euros mensuales apenas le dan para poder pagar los gastos de su casa, con el precio de la luz por las nubes y la inflación haciendo de las suyas. Además, con ese dinero, tiene que vérselas y deseárselas para poder mantener a dos de sus tres hijos, que están en paro. «Ya me contarás cómo puedo mantenerme con 500 euros de pensión y con mis hijos en paro, no da para comer», lamenta Evangelina. Además, dos semanas al mes también está su nieto en casa. «Vivimos todos con mi pensión de 500 euros», insiste, como si fuera necesario dar más explicaciones para entender que con ese dinero es muy difícil mantener una vida normal.

Pascual también cobra una pensión, que tampoco es suficiente para llegar a fin de mes. Mientras espera su comida en el comedor social de Palmerales, explica que ha cotizado durante más de 30 años «pero he trabajado mucho más y me ha quedado una miseria de paga». Además, con su pensión debe pagar el alquiler de su vivienda y la manutención de su hijo. «Me quedan solo 200 euros para comer, no me da, menos mal que está este comedor, hacen una gran labor», nos cuenta.

A ese mismo comedor social, Luis acude cada día para comer un plato caliente. No tiene sustento más allá de los 174 euros de ayuda que, explica, le da «de vez en cuando» la asistenta social. «Subsisto con lo que encuentro en los contenedores y como gracias a este comedor», zanja. 

En este comedor se llegan a preparar 20 kilos de carne o 18 de judías verdes en un solo día. «Ahora viene mi nieto, que está de vacaciones, a ayudarnos, porque desde pequeños les hemos inculcado que deben ayudar a la gente necesitada», comenta. Algo que «todos los padres deberían hacer para dejar una generación mejor, preocupada por el prójimo». Otro deseo que espera que se cumpla.