Tribuna

Aulas vacías en la Universidad

¿Para qué se han invertido tantos y tantos millones en estos edificios cuando la asistencia es nula?.

La UMH, en una imagen de archivo del inicio del curso

La UMH, en una imagen de archivo del inicio del curso / Matias Segarra

Joaquín Quiles Lloret

Joaquín Quiles Lloret

Escribo estás líneas a las diez y media de la noche de este sábado 1 de abril. Mañana, nuestra ciudad se viste de amarillo con nuestros palmas mirando al cielo. Felicidades a todos los que acuden a la procesión del Domingo de Ramos. Sin embargo, mi pensamiento está ocupado por lo sucedido esta semana.

Acudo a nuestra Universidad Miguel Hernández. Y, nunca mejor dicho, nuestra por cuando estoy orgulloso de que nuestra ciudad sea universitaria. Hace años, muchos, queridos amigos tuve la ilusión de poder acceder a cursar un título universitario. Me encontraba a mis 16 años trabajando en una fábrica de calzado. Por las noches acudía, como muchos de mi edad, a la academia de don Gines López Moreno, la Academia Mercantil. Me propuso hacer bachillerato y a mí me pareció imposible, pero había fe. En un mismo año, entre junio y septiembre, aprobé los cuatro cursos y la reválida.

A lo que voy. Lo comento en familia y me dicen que el seguir era imposible. Los que vivimos aquella época sabemos el porqué. Para estudios universitarios había que desplazarse a Granada o a Valencia. No recuerdo si era posible en Murcia. No pudo ser y, siendo consciente de las necesidades, seguí de zapatero. Hace tres años, a mis 74 finalicé la carrera de graduado en Ciencias Sociales y Jurídicas pero os digo de verdad que no me pongo flores. Lo hice para mi satisfacción personal. Además, la época de universitario en la UMH ha sido de entera felicidad.

Ahora a mi pensamiento... La semana pasada por asuntos personales acudí a la UMH. Una vez finalizada la gestión me dediqué a recorrer los pabellones. Es tremendo, te lleva una mañana recorrerlo todo. De corazón os digo que el continente es precioso, pero vino mi desánimo cuando empecé a visitar las aulas, aulas para cien y doscientos estudiantes estaban casi vacías, no había más de diez o quince alumnos y, en algunas, no pasaban de diez. ¿Cómo era posible?, me pregunté. ¿Para qué se han invertido tantos y tantos millones en estos edificios cuando la asistencia es nula?.

No escribo con ánimo de crítica. No es mi manera. Me gusta más aportar que destruir. Pero yo no pude estudiar y ahora que la juventud puede no lo aprovecha. Estamos pues en una generación perdida. ¿Cuál es la razón para que los universitarios no acudan a las clases presenciales?, ¿hasta qué punto esta situación es aplicable a los profesores y cuál a los estudiantes universitarios?. Si alguien me lo corrige o explica, muchas gracias.

Entablé conversación con algunos profesores. Se razona en cuanto a la falta de ilusión de nuestra juventud. En el momento actual no tienen en consideración que está a la vuelta de la esquina el que deban acudir a procurarse su propio futuro. ¿Es indispensable un título universitario para acceder a un mejor estatus social y personal?, pues no lo sé, lo que sí sé es que el tiempo vuela a nuestro lado sin darnos cuenta. Los momentos que se vive dependiendo de la familia, cuando menos te lo figures, se acaban y la juventud se ve inmersa en un cúmulo de obligaciones que no se esperaba.

Aulas de la UMH de Elche durante la pandemia

Aulas de la UMH de Elche durante la pandemia / Matias Segarra

No esperes a que tus necesidades económicas y laborales te las solucionen. Serás tú, juventud actual, la que las tendrás que solucionar.

Siento un verdadero pesar cuando pienso que se puede perder una generación por no aprovechar lo que se les ofrece. Cuando quieras arrepentirte de lo que pudo haber sido y no fue, ya no tienes tiempo de volver atrás a remediar tus errores.

Animo a todos a que seamos conscientes, y me refiero a aquellos que ya no somos jóvenes, y en ocasiones nuestras experiencias resbalan. Es lógico y lo disculpo. Y repito: seamos conscientes, estamos obligados a apoyar a nuestra juventud, a pesar de sus errores y fracasos. Una nación, un país, la categoría de sus ciudadanos..., se respeta por su educación, espíritu de trabajo, dedicación y un alto grado de cultura.

Y no me olvido, por cuanto lo hago constar en mis pensamientos, por una clase política que sea ejemplo a seguir por los ciudadanos. Si aquellos que tienen la directriz de nuestra patria están faltos de la verdadera cordura, honradez, veracidad y espíritu de trabajo en favor de su pueblo, mal vamos. Ella será el virus que posibilite la enfermedad de los ciudadanos en todos los valores.