Miradas alicantinas

Las Casitas de Papel o donde la ciudad perdía su nombre

Las 150 viviendas prefabricadas levantadas para albergar a los afectados por la gota fría de 1962 sufrieron una rápida degradación | Allí llegaron a malvivir 180 familias con una media de 7,3 hijos

Las Casitas de Papel en 1970.

Las Casitas de Papel en 1970. / Perfecto Arjones

Alfredo Campello

Quizás alguno de ustedes recuerde aquella canción de Jorge Sepúlveda en la que un enamorado le decía a su novia aquello de «Qué felices seremos los dos, y qué dulces los besos serán. Pasaremos la noche en la Luna, viviendo en mi casita de papel». Y es que el amor todo lo podía. Se podía ser feliz viviendo en una casita modesta mientras se observaba la Luna junto a tu amada. Era como estar en el cielo, según Sepúlveda.

Pero las Casitas de Papel de Alicante eran lo más cercano a vivir en el infierno. Al menos en su etapa final. Fueron levantadas junto al Femer, el vertedero de basuras de la ciudad situado en lo que hoy es Juan XXIII. Tampoco era fácil ser feliz en una barriada de casitas prefabricadas sin las más mínimas condiciones de habitabilidad y sumidas en el abandono y el olvido por parte del Ayuntamiento.

Como suele ocurrir en nuestra ciudad, todo comenzó con una gota fría. En la noche del 15 al 16 de septiembre de 1962 cayeron sobre la ciudad 116 litros por metro cuadrado. Además llovía sobre mojado. La «zona cero» del desastre fue el desaparecido barranco del Babel, situado en el actual barrio de Gran Vía Sur. En aquellos años en este cauce seco se encontraban varias cuevas habitadas desde décadas anteriores así como un grupo de modestas viviendas. La riada que bajó por aquel cauce le costó la vida a dos de sus residentes: Joaquina Gómez Heredia de 38 años, que murió al hundirse su modesta vivienda mientras rescataba a su nieta Pilar de cuatro meses de edad. El resto de la familia pudo escapar a tiempo. El padre de la criatura estaba prestando el servicio militar en el Cuartel de Benalúa.

Las Casitas de Papel o donde la ciudad perdía su nombre

Una de sus calles, en imagen del mismo año. / Perfecto Arjones

Las 650 personas evacuadas fueron recolocadas en diferentes ubicaciones provisionales. Curiosamente no fueron ubicados por familias, sino por sexos. Las mujeres fueron instaladas en el Cuartel de la Policía Armada de Benalúa, los hombres en las instalaciones de la Junta de Obras del Puerto y los niños fueron llevados al Hogar Provincial José Antonio así como a las dependencias del Auxilio Social y de la Junta de Protección de Menores. Cáritas cedió también su albergue San Juan Bautista.

Tras la rápida aprobación por parte del Consejo de Ministros, la Obra Sindical del Hogar, por encargo del Instituto Nacional de la Vivienda comenzó en diciembre de 1962 las obras de construcción del primer barrio de casas prefabricadas de Alicante. El nuevo barrio provisional se construiría entre la barriada Francisco Franco (Las Mil Viviendas) y el Femer. Fueron levantadas 150 viviendas con un coste de 13 millones de pesetas. Las casas tenían una superficie de 45 metros cuadrados y contaban con tres habitaciones y cocina-comedor. Estaban formadas por piezas de hormigón montadas sobre forjado sanitario y con techo de uralita. Compartían servicios y otras dependencias instaladas en pabellones anexos. Las viviendas fueron entregadas a finales de 1962.

Pero ya se sabe que en Alicante todo lo que nace como construcción provisional se acaba eternizando en el tiempo. En este caso más de una década. Con el paso de los años la situación de esta barriada fue deteriorándose paulatinamente. Los lavaderos eran compartidos con las familias gitanas de las cercanas cuevas del barranco de Casa Larga, las cuales perderían también sus infraviviendas tras otra riada, la de 1968. Además fueron naciendo chabolas en los alrededores de las viviendas prefabricadas creándose poco a poco lo que la prensa del momento calificó de «cinturón gitano de Alicante» situado «allá donde la ciudad pierde su nombre».

En 1969 la situación del barrio ya era deplorable. En 150 viviendas malvivían 180 familias con una media de 7,3 hijos. El total de habitantes de las Casitas de Papel ascendía ya a 1.314 personas. Es decir, el doble de lo previsto. El 29% de los cabezas de familia estaba en el paro y los niños malvivían en las calles. Muchas viviendas estaban ocupadas o habían sido transferidas ilegalmente. Algunas de ellas ya no tenían ni puertas. Por falta de mantenimiento muchos de los baños compartidos estaban fuera de uso y anegados de aguas fecales lo que había provocado varios casos de tifus. Además, por miedo, los servicios de limpieza se negaban a entrar a un barrio inseguro por el que corrían ratas del tamaño de conejos y que, además, carecía de iluminación por la rotura de las bombillas.

Por fin, en 1973, el Ayuntamiento decidió tomar cartas en el asunto y procedió a trasladar paulatinamente a las familias de las Casitas de Papel a viviendas sociales desocupadas de las Mil Viviendas. Las palas entraron por fin el 26 de abril, pero las obras de traslado y derribo se prolongaron durante meses. A finales de 1973 aún quedaban 649 personas en unas casas que se iban reocupando por otras familias deseosas de obtener una vivienda digna. A principios de 1974 el primer barrio de casas prefabricadas de Alicante pasó a la historia.

En el solar desocupado se iban a construir «inmediatamente» y justo «al día siguiente de comenzar el derribo» unos nuevos bloques de viviendas sociales de los que nunca más se supo. En su lugar se alza hoy la Residencia de Mayores Juan XXIII.