Opinión | Tiene que llover

Con la que está cayendo

Un hombre reposta gasolina en una gasolinera de Barcelona

Un hombre reposta gasolina en una gasolinera de Barcelona / David Zorrakino - Europa Press

Llueve, no para. Me refugio en el coche e instalo la sala de espera en las faldas del castillo sobre un recodo en el que no interrumpo nada. Frente por frente sobresale una clínica con lo que el trasiego de sirenas comparte algo más que atmósfera. Sobrepasado, desconecto de las noticias y retomo el volumen que acaba de regalarme el trío de vástagos, que no es otro que «Yoga». Presagiaba que no era eso lo que pretenderían, sabedores de que cuando el fisio me cogió por banda lo primero que soltó fue «qué bloque eres». Emmanuel Carrère, que sí es practicante de la especialidad, no la utiliza de eje en su última obra sino como el papel de envolver de la vomitona que se pega el mesié. «L´enfant terrible» de las letras francesas, o uno de ellos, relata la peripercia de sus no pocos naufragios pero el muy canalla lo hace con arte para dar y tomar por lo que no sume a uno en la angustia, que es lo único que nos hace falta. Son recursos del ser humano. Cuando acercarse a repostar o ir al dentista se han convertido en actos de estremecimiento similar surgen ocurrencias que actúan en defensa propia. En una de ellas se ve aproximarse al conductor a la garita y, tras decir que le llenen el depósito, escucha: «Tiene que traer las tres últimas nóminas y su vida laboral». Y en otra, que se seguramente le habrá llegado por cualquier vía, es el operario el que pregunta si quiere 95, 98 o diésel a lo que, desde fuera del coche, halla contestación: «No, solo estoy mirando». Por mucho que te atrape la lectura resulta inevitable con la que está cayendo que la cabeza se vaya de allá para acá. La forma en que baja a los infiernos el escritor de mi quinta termina proporcionando un halo de luz a la oscuridad igual que el ánimo del que son capaces de investirse los refugiados, que también cruzan las páginas elaboradas por el menda parisino, y la sonrisa arrancada a un reportero de guerra proyectan una dosis de esperanza en que la reconstrucción no tarde en llegar. No queda más remedio que intentar concentrar la mente en ello. Desde luego muy hinduita habrá que ser.

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