El indignado burgués

Franco en la cama, Videla “en cana”

Javier Mondéjar

Javier Mondéjar

Estoy un poco obsesionado con la vuelta del fascismo o, si no les gusta la palabra, con los movimientos autocráticos de corte nacional-socialista o populistas. Debe ser consecuencia de envejecer sin dignidad (les recomiendo la película documental sobre Sabina) o sencillamente que el sueño de la razón produce monstruos. O que ¡ya están aquiiiiiii..!, como chillaban en esa tele con interferencias en “Poltergeist”. Y ya sé que el titular me ha salido ripioso, ustedes disimulen.

Tener unos añitos me ha permitido vivir cosas que no creerías, incluidas concentraciones con Franco de cuerpo (vivo) presente en la Fiesta del Trabajo (mi yo de ocho años tocaba “Clavelitos” a la bandurria para disfrute (¿?) del Generalísimo en lo que hoy es el Wizink Center, manda guevos), actos patrióticos en la Plaza de Oriente, (lema: “Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos Dos”), Guerrilleros de Cristo Rey con gabardina larga y alarde de barra de hierro en mi facultad o los grises a caballo, porra en ristre, persiguiendo una birria de manifestación por la calle Princesa de Madrid. Todo eso y mucho más lo han visto estos ojitos. Eran sólo los últimos coletazos de un régimen malherido y yo no era más que un niño normal, de clase media media, tirando a conservadora y ultracatólica por rama materna, y de ideología muy asustada por rama paterna.

Cualquiera de mi generación ha vivido esa pesadez plomiza, en blanco y negro, de una época espesa como la niebla de Londres, donde las familias no hablaban del pasado por si un alma caritativa, y rojigualda, les delataba.

Pero ni les voy a contar mi vida ni a ustedes les interesa, hablaba de la vuelta del fachismo (no corregir, también lo llamaban así), porque quien no lo ha vivido, aunque sea en sus últimos estertores, no sabe de qué son capaces y en qué vapores mefíticos te envuelven.

El fascismo no es sólo un movimiento político, es una forma de ver el mundo donde los contrarios son enemigos a liquidar y la única religión verdadera es la nuestra, hablemos de economía, de toros o del aborto. Tan fascista era Mussolini como lo es cualquier dictadorcillo de mesa camilla al mando de una institución; de esos señoritos de cortijo que fomentan la delación y crean un clima tóxico por donde van, pero yo pensé que el tiempo les había relegado al olvido y resulta que no, que crecen ahora como violetas en abril.

Estos días he sufrido con una peli y un libro que les recomiendo a pesar de todo: “Argentina. 1985” y la novela póstuma de mi querida Almudena Grandes “Todo va a mejorar “. La película va sobre el grupito de abogados entusiastas al mando del fiscal Strassera que encausó y condenó a la cúpula militar de la Dictadura Argentina. La novela cuenta una ucronía sobre una feroz dictadura totalitaria en España aprovechando lo fácil que fue confinarnos durante la pandemia valiéndose de nuestros miedos. Pone mal cuerpo, muy malo.

No les voy a destripar la película, pero me dio mucha envidia un país degradado por todo tipo de abusos que en una primavera gloriosa logró meter en la cárcel, “en cana” dicen ellos, a Videla y alguno más de los gorilas de las Juntas Militares.

En España nadie respondió de su papel en el franquismo y el Caudillo murió en la cama, tan feliz si no hubiera sido por las barbaridades médicas que le perpetraron para mantenerlo con vida un ratito más. Por mucha Transición que queramos glorificar, gran parte de los males que nos aquejan hoy provienen de aquella ley de punto final, no promulgada, que impidió saldar cuentas con el pasado. No era venganza, era justicia. Y no se hizo.

En España tenemos siempre la tentación del olvido. Esconder la cabeza bajo el ala ha hecho que a los menores de cuarenta, Franco les suene igual que uno de los Reyes Godos, con lo que no es de extrañar que no produzca susto el que nos quieran llevar de nuevo a ese país en blanco y negro.

Pero, mucho ojito, estamos a dos pasos de que en nuestra casa entre la zorra a vigilar a las gallinas o, para ser muy claros, que un resultado electoral otorgue a la ultraderecha en la Comunidad Valenciana la capacidad de decidir. Y van a reclamar mando en plaza, por mucho que el PP se ponga de perfil como si no cupiera tal posibilidad. Grave irresponsabilidad, por cierto. Siendo muy generosos con sus intenciones algunos dicen que podrán controlarlos, pero hay movimientos incontrolables. Es imposible volver a meter en el tubo la pasta de dientes, y cuando llegan a tocar poder ya nunca más lo abandonan por las buenas. Eso dice la historia, no es fantasía.

Nadie lo está contando, nadie lo prevé, pero estas cosas pasan y ya saben cuáles son las consecuencias . Lean, si les apetece, a Almudena y vean “Argentina. 1985” y luego analicen dónde quieren trazar la raya. Hay una línea muy fina entre la civilización y la barbarie y de momento podemos elegir. De momento.