Los intereses cruzados de Pedro Sánchez y Xi Jinping

Pedro Sánchez y Xi Jinping se reúnen en China

Agencia ATLAS / Foto: EFE

Isidre Ambrós

Isidre Ambrós

“Excava el pozo antes de que tengas sed”, dice un proverbio chino, que se puede interpretar como que uno debe prepararse para lo que pueda pasar, de manera que cuando llegue un problema esté preparado para afrontarlo. Una máxima que encaja con el objetivo del encuentro que han mantenido el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, con el máximo mandatario chino, Xi Jinping, en Pekín. Para ambos, la reunión iba más allá de encontrarse para celebrar el cincuenta aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países. Uno y otro son conscientes de que el destino, en este caso la guerra de Ucrania, los une para intentar poner fin a ese conflicto, que tiene lugar en territorio europeo, lo protagoniza un aliado de China (Rusia) y desestabiliza la economía mundial.

El tema es que, si bien tanto Sánchez como Xi coinciden en sus esfuerzos por tener un mayor protagonismo internacional, poco se imaginaban que una guerra los iba a unir para pararla. Uno como próximo líder de la Unión Europea y el otro como aliado preferente del país agresor, pero ambos preocupados por el impacto económico que esa guerra tiene en sus países y en el planeta entero. Una coyuntura que explica la rapidez con que ambos líderes fijaron la cita y se reunieron.

Las autoridades chinas acostumbran a funcionar con su propia hoja de ruta y planifican a largo plazo. En este caso son conscientes, y Xi Jinping el primero, que para resolver el conflicto de Ucrania será precisa la cooperación de otros actores internacionales y la participación de la UE será imprescindible. Así, llamar a la puerta del gobierno español era obligado, en la medida en que España asumirá la presidencia rotatoria europea en el segundo semestre de este año y le corresponderá coordinar todas las iniciativas políticas y negociar soluciones a los conflictos internacionales. Un horizonte en el que el problema más complejo será como poner fin a la guerra de Ucrania. Un asunto que ya inquieta en Pekín porque dura demasiado tiempo, impide reactivar la economía china y convierte a Xi Jinping en el blanco de todas las miradas del planeta, que le reclaman que frene las veleidades de su amigo Putin. En definitiva, está en juego la capacidad de influencia del coloso asiático.

Ante esta coyuntura, Pedro Sánchez puede convertirse en el aliado perfecto de Xi. La realidad es que el presidente del gobierno ha vuelto a poner a España en la escena internacional, no vacila en enfrentar los retos que se le pongan por delante. Atrás han quedado los duros años de ajuste como consecuencia de la crisis internacional y los efectos de la pandemia de la covid-19 y el país es, ahora mismo, uno de los socios aventajados de la UE: la economía crece más que la de los países vecinos, se crea empleo y la inflación es menor. Una carta de presentación que le permite a Sánchez sacar pecho en la antesala de ocupar la presidencia de la UE en el segundo semestre de este año, un cargo que le obligará gestionar el impacto de una guerra en territorio europeo, como es el conflicto de Ucrania. Un horizonte ante el cual le interesa tener una buena relación con el líder de la segunda potencia mundial.

Con la mirada puesta en Ucrania y en atraer inversiones chinas para España, Sánchez se ha convertido en el primer líder europeo y occidental que se ha reunido con Xi en kín, después de que éste haya sido confirmado para liderar el coloso asiático por un tercer lustro consecutivo. Una ocasión que le ha dado la oportunidad de conocer de primera mano sus opiniones sobre la guerra de Ucrania, su plan de paz de doce puntos y lo que piensa sobre Putin. Y avanzar en un diálogo que pueda desembocar en un acuerdo de paz en los próximos meses, cuando Sánchez ejerza de presidente de la UE.

A Xi Jinping, a su vez, también le interesa estrechar lazos con el presidente español y reactivar el acuerdo de asociación estratégica integral que España y China firmaron en el 2005, que determinaba que Madrid era un socio privilegiado de Pekín en Europa. Un marco de cooperación que quedó congelado debido a la crisis económica, la covid-19 y el enrarecimiento de la atmósfera internacional. Un diálogo que Pekín quiere reactivar porque consideran a España como un socio sosegado y partidario de que Europa hable con voz propia, al margen de Estados Unidos, en los foros internacionales y, por tanto, el interlocutor europeo que precisan en los actuales tiempos de guerra fría que el coloso asiático mantiene con Estados Unidos.

Y es que el mandatario chino pretende ahora recuperar el tiempo perdido y situar a China en el centro de la actividad diplomática internacional, tras tres años de aislamiento por su política anti covid, para lo cual está dispuesto a jugar fuerte. Una muestra de ello ha sido el papel desempeñado por Pekín en conseguir que Irán y Arabia Saudita hayan restablecido el diálogo. Una ofensiva en el campo diplomático que Xi pretende extender a Europa con el fin de hacer oír su voz en Bruselas, al margen del pulso que mantiene con Wahington. Un contexto en el que consideran que España puede desempeñar un papel importante, en la medida que siempre ha mantenido posiciones moderadas y constructivas respecto al coloso asiático. Una postura que contrasta con la de otros socios comunitarios, más partidarios de alinearse con el discurso duro de Washington, que antepone las exigencias de seguridad al diálogo y la cooperación.

Pekín corteja a España porque aspira a que cuando detente la presidencia europea, apueste por relanzar las relaciones y el diálogo entre la UE y China. Una iniciativa que desde la óptica española y europea conlleva que el coloso asiático deberá involucrarse en la búsqueda de una solución política para acabar con la guerra de Ucrania. Un protagonismo que parece haber asumido Xi Jinping, preocupado por despejar la presión que este conflicto bélico provoca en la reactivación de la economía de su país y ansioso por alcanzar esa meta, que catapultaría su imagen de estadista internacional y elevaría la influencia de la diplomacia china al máximo nivel mundial.

Y Pedro Sánchez, a su vez, se deja cortejar por los encantos orientales. Conoce la influencia que tiene China sobre Rusia y sabe que posiblemente tendrá que lidiar con unas conversaciones de paz que, en caso de tener éxito, elevaría significativamente la influencia de España en la UE frente al núcleo duro franco-alemán, que aboga por matizar sus relaciones con Pekín en aras de sus propios intereses. Un logro que, además, propiciaría que España recuperara su etiqueta de socio indispensable de China en el escenario europeo.

Un mensaje que Sánchez ya intentó transmitir a la clase empresarial y financiera del gigante asiático antes de entrevistarse con Xi Jinping, al convertirse en el primer mandatario occidental en participar en la inauguración del foro económico de Boao, el Davos asiático, que se celebra en la isla china de Hainan por estas fechas. Una intervención en la que presentó a España como uno de los países más atractivos a la hora de invertir en Europa. Ahora sólo falta que se pongan manos a la obra.

El futuro está por escribir, no obstante, si Pedro Sánchez y Xi Jinping consiguen impulsar unas negociaciones de paz en Ucrania que lleguen a buen término habrán alcanzado la proyección internacional que tanto persiguen y habrán contribuido a la recuperación de la estabilidad continental y global. Si no lo consiguen, como lo mínimo lo habrán intentado, que no es poco.