Los nombres en la ciudad: El Barranquet

El único punto de desagüe del eje Constitución-Bailén, situado en la calle del Teatro.

El único punto de desagüe del eje Constitución-Bailén, situado en la calle del Teatro. / Pilar Cortés

José María Perea

José María Perea

Lo sucedido en Alicante con las obras de peatonalización de la calle Bailén no tendría que haber sucedido con un poco de conocimiento y recuerdo de la historia de la ciudad. Sobre todo no se tendrían que haber suprimido los imbornales. Mi madre todavía se refería a ese viario con una de sus viejas denominaciones: “El Barranquet”, que respondía a una de sus características funcionales desde tiempos muy lejanos. En efecto, paralelo a “La Vall”, que era la primitiva denominación de la actual Rambla de Méndez Nuñez, discurría “El Barranquet” o calle de “La Torreta”. La Rambla era “un barranco de aspecto repugnante y tenebroso, del que se alejaban rápidamente los transeúntes” escribió el sacerdote Gonzalo Vidal Tur en su “Alicante, sus calles antiguas y modernas”, obra de 1974 que conservo en mi biblioteca por regalo del alcalde José Luis Lassaletta en los años 90 del pasado siglo cuando era concejal del Ayuntamiento de Alicante. La Rambla, que cerraba con una muralla sobre el barranco el casco antiguo de la ciudad, fue urbanizada en los años veinte del siglo diecinueve como paseo (con los nombres de Quiroga y después de la Reina) discurriendo las aguas que bajaban hasta el mar de las partes altas de la ciudad (de la plaza de Toros hasta el Altozano) por las actuales Avenida de la Constitución y calle Bailén, de ahí que esta última fuera más barranco que “barranquet” hasta bien entrado el siglo XX.

Cuando finalizando el tercer y último mandato del alcalde Lassaletta (1987-1991) se acometieron las obras de remodelación del Mercado Central y el Teatro Principal se pudo de manifiesto esa realidad geográfica del discurrir de las aguas subterráneas y escorrentías. Para construir en planta sótano el mercado de frutas y verduras, que anteriormente era una nave cubierta a nivel de calle, el arquitecto Alfonso Navarro encontró grandes dificultades por la presencia de corrientes de agua que discurrían por las calles Velázquez y Calderón de ahí que fuera necesario levantar un muro pantalla para proteger la nueva zona del mercado en subterráneo, sin el cual no hubiera sido posible remodelar todo el edificio del Mercado Central. Desde la empresa mixta de Aguas de Alicante se era consciente de esa situación por cuanto se acometió en esa zona, desde Alfonso el Sabio hasta la calle del Teatro, una galería tan amplia que era visitable por los hombres erguidos, al igual que ya sucedía entre las plazas de Calvo Sotelo y el final de La Explanada, por debajo de la calle Canalejas.

Tener en cuenta la historia de la ciudad y el antiguo y popular nombre de sus calles hubiera evitado el error de reurbanizar la calle Bailén sin sus necesarios desagües. Como sucede en otras zonas próximas, como es el caso en la vecindad del antiguo mesón Jumillano, donde la rehabilitación reciente de algún inmueble se encontró con grandes problemas de humedades porque en la muralla que en Alfonso el Sabio unía el final de la Rambla hasta la actual plaza de Luceros (torreón de La Montañeta) se abrió una grieta que hizo que aquel tramo de la entonces calle Torrijos se denominara “calle del Diluvio” por la cantidad de agua que penetraba al Barrio Nuevo cuando las grandes lluvias buscaban su salida natural al mar desde las laderas del Tossal de San Fernando.

La naturaleza -sobre todo el discurrir de las aguas torrenciales- tiene sus reglas y los nombres de la ciudad nos lo recuerdan. No lo olvidemos.