El requisito lingüístico: eliminación total

Miguel Ángel Robles

Miguel Ángel Robles

 Se avecinan elecciones, los partidos afinan su artillería electoral, críticas, rendición de cuentas, propuestas. Yo propongo una muy sencilla: eliminar el requisito lingüístico en todas las comunidades con más de una lengua oficial.

Y qué es el requisito lingüístico, pues una acreditación de conocimiento suficiente en la lengua cooficial de la comunidad autónoma (gallego, vasco, catalán), que se exige para acceder a puestos de funcionariado en las distintas escalas y categorías. Habitualmente, a mayor categoría mayor exigencia y para el profesorado universal, equiparable en promedio a Grau Mitjà en valenciano o C1, si bien hay iniciativas que pretenden avanzar hasta el nivel C2. Saben los nacionalistas de toda condición que sembrar la semilla en los niños es básico para su proyecto, por eso la capacitación de los profesores y maestros es esencial, y la eliminación de la lengua materna en la primera escolarización forma parte de sus sueños húmedos.

Tengamos presente que el requisito lingüístico es el soporte institucional y burocrático de la inmersión obligatoria. Sin este instrumento tan sencillo, sin esta barrera tan discreta y rentable, sin esta aduana laboral y social, todo el proceso de catalanización que diseñó Pujol en su programa 2000, ni ninguno de los imitadores del resto de España, hubiera tenido tanto éxito. Es un cedazo administrativo para filtrar ciudadanos y premiar a los que se parecen o someten a nuestro ideal, y para castigar con la postergación social y laboral a los que se aparten del Homo Euskaldun, Homo Galaicus y Homo Catalónico; este último engloba las subespecies Homo Balearium, Homo Valencianicus, Homo Aragoneico perifericus y Homo Murcianicus marginaliensis, el famoso hombre del Carche.

El requisito lingüístico es la trampa que te lleva a estudiar, casi siempre contra tu voluntad, en un idioma que no es el tuyo a pesar de las dificultades que pueda suponer. Es una condena que supone dedicar años de tu vida, cientos de horas de formación y recursos económicos a una lengua que, probablemente, ni se oye en las calles donde vives. Es empollar una lengua propia, que no sabías que lo era.

El requisito, algo tan sencillo, sustenta el ansia de poder de unos políticos desleales y bajunos que inflaman y exacerban los sentimientos más banales, como si recitasen un pregón de pueblo, y no dudan en inventarse o desdibujar la historia para apelar a lo propio (de ahí esa denominación a la lengua cooficial, que habría de desterrarse), y aprovecho para repudiar el uso interesado de la palabra castellano. Llamar castellano al español desmiente la presunta pluralidad lingüística que se dice defender. Lo que une política y culturalmente esa pluralidad es el español como koiné que no conoce fronteras. Oponerlo, bajo el anacronismo de castellano, a las demás lenguas invita a la disgregación y al conflicto(Sánchez Tortosa). El español, precisamente por serlo, por su condición de lengua franca (franca no deriva de franquismo, aviso, pan y paniso), no niega las otras lenguas.

El requisito es un arancel que unos pagan más caro que otros, una tarifa que entorpece a los ciudadanos españoles radicarse dónde la libre decisión les indique. Es la catalanización forzosa, la euskaldunización obligatoria, la galleguización impuesta, o sea, la desespañolización de España, que quieren fragmentada y débil. Y es también un negocio cada vez mayor donde colocar agentes de adoctrinamiento con sueldos públicos. Es, no lo olvidemos, el brazo que sostiene la inmersión lingüística, sin esta barrera a la función pública y otros puestos importantes, hace tiempo que muchos padres hubieran dejado de matricular a sus hijos en lengua vernácula. Y la inmersión, sin embargo, tiene víctimas absolutamente indefensas: los alumnos con necesidades educativas especiales.

El requisito es la inclusión entendida como sometimiento, aculturación y diseño de una nueva sociedad, pero tengamos presente, que defender la riqueza de lenguas en perjuicio de la lengua común contribuye a la ruina académica y económica de los pobres que no pueden estudiar en su lengua materna. Es forzar una sociedad uniforme a la medida de las mentes totalitarias que sueñan con una comunidad estática, de sustrato étnico, frente a la funcional y democrática(J. Rul). Es, digámoslo claro, lo menos inclusivo y multicultural que hay.

El requisito lingüístico es el señuelo que justifica que a tus hijos, por muy buenas notas que saquen, los traten como a extranjeros o como disfuncionales y que los lleven a aulas de acogida como si de emigrantes o refugiados se tratase. Además impide a la gran comunidad hispana sentirse en casa, estudiar en su lengua, la de la mayoría de los españoles y la que todos entienden y hablan. Es el velo que nos impide constatar la degradación social y económica que supone negarle a los más cualificados un puesto por no saber una lengua que no necesitan, un factor de regresión y empobrecimiento; la carencia de médicos en algunas autonomías es la prueba del nueve.

El requisito lingüístico es la lente que nos impide ver que en España no somos ni libres ni iguales. Y si no que se lo digan a Begoña Suárez, la enfermera gaditana sometida a la inquisición separatista; en breve nuestros hijos irán a hacer suplencias con una estrella en la manga. Al tiempo.