El indignado burgués

Un salto de fe

Iglesias y Montero, en la Asamblea de Madrid

Iglesias y Montero, en la Asamblea de Madrid / STRINGER

Javier Mondéjar

Javier Mondéjar

Soy un fan total plus de Indiana Jones, qué quieren que les diga. Mi hijo Rodrigo me metió en esa cofradía cuando de muy pequeño quemaba los cabezales del vídeo repitiendo una y otra vez, incluso a diario, “El Templo Maldito”. Obviamente en la familia nos sabemos muchas frases de memoria.

Mi favorita es el “Llegas tarde, Lao-Che” que pronuncia Indiana cuando los protas se suben a un avión pensando que se han salvado del chino malísimo y al cerrarse la portezuela se ve que se han montado en “Lao-Che Air Freight”. Genial. Como es fantástico cuando la chica-rubia-tonta pregunta a Indy qué clase de investigaciones haría con ella, a lo que responde que rituales de apareamiento: “¿Eres experto en la materia?”, dice ella. “He practicado mucho”, contesta él.

El caso es que hay una escena en “La última Cruzada” donde el Dr. Jones Junior tiene que salvar al Dr. Jones Senior y para ello tiene que dar un salto de fe, cruzando un precipicio aparentemente por encima del vacío. Recuerdo mucho ese salto de fe porque es igualito al que tenemos que hacer los electores últimamente: dar nuestro voto y avanzar por un camino imposible con la única ayuda de una frase: ”Debes creer, hijo mío, debes creer”.

Como soy incrédulo por naturaleza, camino de cínico, me estoy planteando muy seriamente si merece la pena votar a unos para que luego sean otros los que adulteren tus deseos. Votar socialismo y encontrarse con la Montero y la Belarra, por no hablar de Iglesias, con mando en plaza y dispuestos a adoctrinarnos sin pudor, molesta pero bien. Tanto o más que votar PP y ver que los de Vox les empujan hacia la involución de la Democracia y los planteamientos más rancios y naftalinosos.

Entre medias también mandan un montón los nacionalismos de diferentes pelajes, no sólo los catalanistas sino también esos españolistas del imperio hacia dios envueltos en la bandera. O los ultra ecologistas, animalistas, partidarios de la leche de avena, anti pantanos y trasvases, sexistas militantes, defensores de los sexadores de pollos o pacifistas de esos que defenderían el pacifismo con bombas atómicas si dispusieran de ellas. Rellenen el espacio vacío tras el punto y aparte con lo que les venga bien.

No tengo muy claro cuándo se rompieron los bloques, pero sí que se han fragmentado las opciones, lo que me parecería bien si ciertos colectivos no tuvieran la pretensión de imponer al resto su forma de ver la sociedad. Hemos pasado de sufrir la injerencia de la religión (si no son musulmanes, claro, si no tendrán que esperar a que lleguen desde la Edad Media en la que aún andan) a que las minorías decidan si tenemos, o no, que ver corridas de toros o carreras de caracoles.

Respeto a las minorías, pero siempre y cuando tengan claro que sus opiniones son, eso, minoritarias. Me sumo, no obstante, a los partidarios de impedir que grupos pequeños con opiniones diferentes, colores diferentes, opciones sexuales diferentes sean apabullados por las masas.

El problema es como todo en esta vida: cuestión de matices. Conviene explicar muy bien que uno no está contra la “cultura woke”, ese término que la derecha “trumpera” de los USA ha convertido en su insulto favorito, sino más bien a favor. Y para quien se líe con los términos les explico que lo de “woke” (despierto o concienciado) define a los que luchan contra injusticias como el racismo, la desigualdad y a favor del feminismo o los derechos LGTBI.

De ahí a retitular una novela de Agatha Christie tan popular como “Diez Negritos” por “Y no quedó ninguno”, me parece chusco si no fuera trágico.

Ya, es un pequeño detalle, quizá una anécdota, pero yo creo que es un síntoma absoluto de hacía dónde va el mundo y que lo paren que yo me bajo. Curiosamente las izquierdas se han vuelto más adoctrinadoras que las derechas o quizá es que damos por supuesto que los componentes judeo-cristianos de la derecha sociológica llevan ya en su gen componentes catequizadores.

Lo de pontificar desde un púlpito cuando lo hace un cura franciscano, como que me importa bastante poco porque la posibilidad de que me pesquen dentro son relativas. Los pontificadores siniestros, de izquierdas vamos, aprovechan los telediarios y en ocasiones el Boletín Oficial del Estado y ahí ya si que estás bien jorobado porque no te libra ni la paz ni la caridad.

Tolero fatal que me digan cómo debo vivir. Como buen ácrata tengo problemas con la superioridad y como mucho me ciño al límite natural de las Leyes: está permitido lo que no está prohibido.

Y con respecto a la moral hagan el favor de guardársela para quien les aguante, que no es el caso de su seguro servidor.