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Elche en el siglo XIX: de villa a ciudad

Elche en el siglo XIX: de villa a ciudad

Elche en el siglo XIX: de villa a ciudad / AntonioAdsuarSomosTerreta

Antonio Adsuar

Antonio Adsuar

Elche, qué gran ciudad, qué enorme proyecto colectivo. La villa de las palmeras ha pasado de ser una localidad interesante pero no tan relevante a devenir una potencia poblacional y económica, sobre todo a partir del siglo XIX.

No en vano la urbe ilicitana es hoy la tercera en población de la Comunidad Valenciana y la segunda en la provincia, solo por detrás de nuestra capital, Alicante.

No se puede valorar la relevancia actual y potencial de nuestra provincia sin tener muy en cuenta a Elche.

Hoy os visito desde estas páginas, amigos lectores, para traeros al Elche del siglo XIX. Como dije justo arriba, es en esta centuria en la que la ciudad del Misteri comienza a despegar y forjar su poder.

A pesar de la importancia de Elche, de su destacada posición, su historia no se ha estudiando suficientemente. La Dama es un icono cultural, popular e identitario potentísimo, pero no podemos dejar que eclipse todo, que monopolice los estudios sobre el pasado ilicitano.

Hay mucho Elche aún por contar. Siendo de Crevillent y teniendo una abuela paterna ilicitana, Antonia Antón Román, me siento además vinculado en lo personal con la ciudad, siempre he sentido Elche como una geografía vital propia.

Con el objetivo de llegar con algo de base histórica al siglo XIX, tejamos retales de relato previo que nos permitan comprender las claves de los tiempos decimonónicos.

Elche fue conquistado a mediados del siglo XIII por Alfonso X el sabio, que en aquel tiempo aún era infante. Castilla arrebataba así a los musulmanes el control de la urbe entre palmeras e incorporaba la villa al Reino de Murcia, que formaba parte de la Corona de Castilla.

Pronto cedió el rey sabio Elche a su hermano Manuel, inaugurando una tradición que tendrá nefastas consecuencias para nuestra urbe del Misteri: en demasiadas ocasiones acabó Elche en manos de señores y lejos de los dominios del rey.

Mientras que Alicante y Orihuela, por su importancia estratégica, nunca dejaron de formar parte de las tierras del monarca, Elche fue vendido con frecuencia a unos y a otros, no pudiendo así gozar de los privilegios propios de la villas reales.

En 1304, en virtud de la sentencia arbitral de Torrellas, Elche y las tierras del sur de la actual provincia de Alicante, el Alicante de las palmeras, pasaron a formar parte del Reino de Valencia, quedando en el marco político y jurídico de la Corona de Aragón.

A las tierras sur-alicantinas les concedió el rey Jaime II una gobernación propia, que incluía las comarcas comprendidas por debajo de la histórica linea imaginaria que iba de Biar a Busot.

Esta gobernación, que no dependía de la de Valencia sino que gozaba de igual rango, se denominó Gobernación de Orihuela, por ser la ciudad orcelitana su capital.

Ya tenemos por lo tanto a Elche plenamente inserta en la federal Corona catalano-aragonesa. Sin embargo, y continuando con los vaivenes ya antes anunciados, Elche siguió siendo vendido por los sucesivos reyes a diversos señores.

La cesión más importante para la historia de la villa de las palmeras se dio en 1471 cuando se le concedió al noble castellano Gutierre de Cárdenas la posesión de la ciudad.

Todo cambió a partir de este momento. Elche quedó durante más de tres siglos en manos de la familia Cárdenas y no pudo desarrollar, como veremos más adelante, su potencial manufacturero y comercial.

Los señores de Elche impusieron una orientación económica típica de Castilla, más basada en la agro-exportación que en la manufactura, más clásica y propia de la Corona de Aragón.

Un ejemplo de lo que pasó en Elche durante la edad moderna nos servirá para entender mejor lo que estoy apuntando: en los siglos XVI y XVII la producción jabonera ilicitana fue muy potente.

La urbe de las palmeras contaba con una cantidad de olivos notable y el aceite que de sus frutos se extraía se consagraba a manufacturar jabón. No obstante, el señor de Elche prefirió fomentar la exportación del aceite en bruto, hundiendo así sobre todo a partir de 1650 esta proto-industria jabonera.

Los marqueses de Elche también marcaron la vida de la ciudad en lo político, controlando el ayuntamiento y no dejando libertad a la villa para decidir por sí misma.

Andando el tiempo llegó nuestro siglo XIX, decisivo como anticipamos. La primera constitución de la historia de España, la de Cádiz aprobada en 1812, acabó con el poder señorial.

Las bases del poder social de la familia Cárdenas se fueron debilitando y se puede afirmar que en torno a 1842 el Marqués de Elche ya no era prácticamente relevante en vida ilicitiana.

Sin duda había llegado un tiempo diferente, la centuria decimonónica era de nuevo clave.

Elche, de alma manufacturera y comercial, ya desencadenada y sin el abstruso freno señorial, comenzó a ser ella misma.

En este caso apostó la ciudad del Misteri por el calzado, comenzando con la modesta producción de alpargatas de esparto. Ya alrededor de 1850 despuntó una incipiente industria primera ilicitana.

Podemos considerar que en la década de 1870 ya se puede catalogar a Elche como ciudad industrial. La urbe de las palmeras comenzaba a emular a Alcoy, cuna de la industria alicantina y española.

Fue en este contexto de auge, euforia y crecimiento cuando se produjo la visita real más importante de la historia ilicitana.

El liberal rey italiano Amadeo de Saboya visitó Elche en marzo de 1871. Amadeo reinó de 1871 a 1873. Su paso por el trono se enmarcó en una etapa general conocida como el sexenio democrático (1868-1874), marcada por los cambios y avances en una España que vivía algo atrasada en relación a los países más punteros de Europa.

La estancia de Amadeo de Saboya en la urbe de las palmeras es muy recordada en la ciudad, ya que durante la misma el monarca otorgó verbalmente el título de ciudad a Elche, hecho que representó todo un hito para la urbe del Misteri.

Las horas pasabas por el rey en la ciudad del Misteri están recogidas en numerosas fuentes pero os quiero recomendar que si os interesan los detalles consultéis el libro de reciente aparición titulado «De villa a ciudad, el sexenio democrático en Elche (1868-1874)» de Borja Rodríguez, que ha sido publicado este mismo año por el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert.

La concesión de la egregia distinción ya mencionada se hizo oficial en mayo de 1871, hace algo más de 152 años. Venía este reconocimiento a mostrar de forma clara el progreso que durante el siglo XIX se había dado en Elche.

Nuestra ciudad de las palmeras, sin duda, crecía y prosperaba y lo seguiría haciendo durante el siglo XX. Asentada sobre sus firmes bases decimonónicas, Elche vivió un gran auge durante los felices años 1920 y también durante los años 1930, hasta la llegada de nuestra terrible guerra civil en 1936.

Sin embargo hay que afirmar con rotundidad que fue de 1960 a 1975 cuando la ciudad vivió una transformación verdaderamente brutal.

Como mi objetivo en este artículo era centrarme en el siglo XIX (¡aquellos que me léeis hace tiempo sabéis que es mi favorito!) no quiero extenderme detallado hechos y cifras del siglo XX, pero sin duda esta ha sido la mejor centuria en la historia ilicitina.

Toda ir concluyendo, cómplice lector que has conseguido acompañarme hasta aquí en este tórrido lunes de julio.

La importancia pasada y actual de Elche para nuestra provincia es indudable. Todos los ciudadanos de nuestras comarcas alicantinas deberíamos conocer mejor las raíces y las potencialidades de la urbe entre palmeras.

Traer a la memoria desde estas páginas el destacado episodio que llevó a la concesión del título de ciudad a Elche por el monarca Amadeo de Saboya en 1871, hace 152 años, nos debe servir como una sencilla invitación a la curiosidad que, espero, atento lector, te lleve a querer comprender y estimar mejor nuestro Elche.