No todos somos Jenni y el silencio de los futbolistas

Soy gilipollas y tonta del culo, Rubiales, porque creía que no era posible que hubiera quien te apoyara, te aplaudiera, te jaleara por dar un beso en la boca a una mujer sin que ella quisiera

Jenni Hermoso besa la Copa del Mundo

Jenni Hermoso besa la Copa del Mundo / Amanda Perobelli

L. Gil López

L. Gil López

«¿Entonces Rubiales no dimite?», preguntó mi hijo de 9 años mientras en su cara se dibujaba la incomprensión y la estupefacción. El pequeño se ha emocionado y disfrutado con el triunfo de España en el Mundial de fútbol femenino, y se sabe de memoria los nombres de las jugadoras, no solo de Alexia Putellas, también de Aitana, Cata, Olga, Salma, Tere, Irene o Jenny. 

Pero en unas horas pasó a conocer también el nombre del presidente de la Federación Española de Fútbol, y no por sus proezas en el campo de juego, sino por su intolerable y vergonzosa actuación, primero en el palco y después con Jenni.  

El viernes corría a decirle a su padre «¡¡que no dimite, que no dimite!!», mientras intentaba entender, a su corta edad, no lo que significa el verbo, sino porqué no se marchaba. 

Y yo tampoco supe explicarle cómo puede haber una persona tan despreciable como para: 

  1. Utilizar su puesto de poder para dar un beso en la boca a Jenni sin que ella quiera.
  2. Llamar gilipollas a quienes lo denuncian y condenan. 
  3. Presionar a la futbolista para hacer una declaración conjunta con el fin de quitarle importancia a la agresión.
  4. Salir solo en el vídeo con cara de cordero degollado haciéndose la víctima para afirmar que «tengo que disculparme, no me queda otra», unas palabras que si algo denotan es la falta de arrepentimiento.
  5. Asegurar sin pudor que el beso fue consentido, que es víctima de una cacería y un asesinato social, atacar el feminismo y, de forma chulesca, declarar que no dimite.
  6. Señalar a Jenni, querer ponerla en la picota, decir que miente y aportar una serie de fotografías para justificar su deleznable comportamiento.

 Y yo soy gilipollas y tonta del culo, Rubiales, pero no porque tú descalifiques así a la gente para justificar una actuación asquerosa y deplorable, sino porque creía que no era posible que hubiera quien te apoyara, te aplaudiera, te jaleara por besar a una mujer sin su consentimiento.

Y soy más gilipollas y tonta del culo aún por creer que los futbolistas españoles iban a salir en tromba a rechazar tu actuación teatral del viernes en la asamblea de la Federación. Pero no, solo casos aislados como el de Borja Iglesias, Bellerín, Raúl García o Isco, al que no solo le insultan a él, también los cobardes se esconden detrás de las redes sociales para amenazar a su pareja.

Todavía estoy por ver dónde están los jugadores de la selección española, no encuentro a Carvajal, a Morata, a Rodri, a Pedri y a muchos más, que la lista es larga. Esos mismos futbolistas de gatillo rápido en internet para presumir de sus vacaciones, para despotricar de actuaciones arbitrales que consideran les han perjudicado o para alegrarse de títulos logrados, esos mismos se han instalado en el silencio. Cómplices.

Aunque a veces es mejor estar callado que hablar para meter la pata, como ha hecho el exseleccionador nacional Luis Enrique, que ha lanzado un capote al deshonroso Rubiales al asegurar sin rubor que ha hecho un trabajo «sobresaliente» y ha reconocido su error». 

O es mejor estar callado que aplaudir al ultrajador Rubiales, como hizo el seleccionador nacional, Luis de la Fuente, en la Asamblea de la vergüenza, para un día después y con la FIFA habiendo suspendido ya al máximo dirigente, entonces sí cambiar de careta y rajar de tu jefe. 

Porque hay situaciones en las que uno puede ser gris, hay que mojarse, y es triste comprobar, y hacérselo entender a un niño, que no todos somos Jenni. 

«¿Entonces Rubiales no dimite?», me vuelve a preguntar. «No, hijo, pero» y no me deja terminar la frase, él afirma «nosotros somos Jenni».