No firmo

No firmo.

No firmo. / INFORMACIÓN

Juan Carlos Padilla Estrada

Juan Carlos Padilla Estrada

 ─¿Qué te sucede Pa? ¿Eso son lágrimas?

─Pss… bueno, lagrimillas…

─No te había visto llorar desde que condenaron a Galileo.

─Es que me he emocionado.

─¿Y eso? ¿Con qué?

─Pues resulta que he asistido, en primicia, a la reunión del rey de España con PS.

─Te sigues resistiendo a llamarle por su nombre.

─Y cada vez más. Pero lo cierto es que me ha emocionado la actitud de un hombre cabal, un señor que ha sabido anteponer sus convicciones a todo, incluyendo al riesgo de perder su propia identidad. Me ha recordado la actitud de tantos héroes a lo largo de la historia de la Humanidad. ¿Quieres asistir tú también a esa reunión?

─Me encantaría Pa.

Palacio de la Zarzuela. Noviembre de 2023.

─No firmo

─¿Per…dón?

─No estoy dispuesto a firmar esta ley de amnistía por varios motivos.

─No puede usted dejar de firmarla, Majestad.

─No voy a firmarla.

─Pues prepárese para dejar su puesto, Majestad. Y ya nos encargaremos de enterrar la Institución que usted representa.

─Prefiero dejar de ser Rey antes de que la España constitucional deje de existir.

─Tiene usted el deber legal de firmar lo que el Gobierno le proponga.

─Quizá sea un deber legal, pero no siempre –como en este momento─ es moralmente aceptable.

─¡¡¡Debe usted firmar, don Felipe!!!!

─No firmo porque es una ley manifiestamente anticonstitucional, que va en contra del espíritu y la letra de la norma que ha impulsado la España más próspera de nuestra historia.

No firmo porque es una ley a todas luces injusta, que establece distinciones entre los españoles, contradiciendo precisamente la igualdad que la constitución consagra.

No firmo porque es una ley indigna, alejada de las nobles intenciones que han de presidir la acción legislativa. En este caso, se trata únicamente de colmar las ansias de poder de un individuo y sus secuaces.

No firmo porque de hacerlo me convertiría en cómplice de este atropello, en ejecutor de una época y en sembrador de un futuro incierto, desigual y objetivamente peor para mi país.

No firmo porque siendo el jefe supremo de las fuerzas armadas he jurado defender por encima de todo la unidad de mi país. Y esta ley configura los cimientos para su disolución.

No firmo porque esta ley convierte a Cataluña en una región especial en todos los sentidos y agravia al resto de los españoles, primando así los desmanes y los desvaríos de aquellos que han delinquido, mandando un mensaje perverso al resto y estimulando comportamientos insolidarios en el futuro.

No firmo porque no quiero ser cómplice de delincuentes, no quiero facilitar un perdón sin condiciones, me repugna el pasar por alto delitos de todas clases en un revoltillo que solo premia a facinerosos y a sus amigos, incluyendo bajo ese paraguas todo tipo de delitos.

No firmo, señor Sánchez, porque estoy radicalmente en desacuerdo con usted, porque ni sus motivaciones, sus aspiraciones ni sus procedimientos son objetivamente respetables. Lo que sería incensurable si sus acciones no pusieron en riesgo la existencia de todo un país, mi país. Esta nación que ha costado tanto levantar, hacerla progresar y prestigiarla en el mundo para que venga un mediocre como usted a desmantelarla con su ciego afán de poder.

Y no firmo sabiendo que mi figura puede ser vilipendiada, conociendo de antemano el escarnio al que usted y los suyos me van a someter, entendiendo el riesgo que asumo pero, por encima de todo, no firmo por el inmenso amor que le profeso a mi país... Con todo lo que eso significa.

***

─¿Cómo acabará esto, Pa?

─PS sonrió con una de esas muecas ladinas que le han hecho tristemente famoso. Y pensó: “Estás acabado, Borbón”. Pero Felipe estaba preparado: “No firmo aunque tenga que hacer como el rey Balduino de Bélgica en 1990, que abdicó transitoriamente para no firmar una ley que iba en contra de sus principios morales. De manera que no cuente conmigo, señor Sánchez, mi firma no bendecirá sus tejemanejes. Y ahora vaya, vaya a reunir a sus socios y comiencen a despedazarme. Yo se lo repito: ¡¡¡Viva España!!!”

Pd. El Rey no tendrá más remedio que firmar y sancionar la ley que emerge del congreso de los diputados, según el artículo 62 de la Constitución, porque no le compete emitir juicios de valor sobre esa norma.

El ya lo hizo en el discurso a la nación pronunciado el 3 de octubre de 17, dejando bien clara su opinión y su postura al respecto.