La Argentina se tira en paracaídas sin saber si se abrirá

Javier Milei.

Javier Milei. / EP

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

Desesperados por la rampante inflación, los argentinos han decido por tirarse en paracaídas con el autodenominado “anarcocapitalista” Javier Mieli.

Y lo que es peor, sin saber si ese paracaídas por el que han optado en las urnas va abrirse o no antes de llegar al suelo.

Argentina nos tiene ya acostumbrados a ese tipo de vaivenes, a ese péndulo que oscila periódicamente entre extremos.

Muchos se asombran, nos asombramos de que un país que era uno de los más ricos del mundo al acabar el siglo XIX y en los comienzos del XX, tenga niveles de pobreza propios del Tercer Mundo.

Un país, esto es, con abundantes riquezas naturales, con una importante base industrial y una mano de obra cualificada.

Es como si los argentinos hubiesen heredado muchos de los defectos de los países de origen de los inmigrantes, sobre todo los del área mediterránea, y en cambio pocas de sus virtudes.

En un claro intento de dejar finalmente atrás el fantasma del peronismo, ese fenómeno de masas de base sindical y ambigua ideología que tanto odiaba Borges y que los ha perseguido desde mediados del siglo pasado, los ciudadanos han optado por un candidato tan imprevisto como imprevisible: una especie de Donald Trump del hemisferio sur.

La victoria de quien hizo campaña con una motosierra en la mano como símbolo de lo que se propone hacer desde la Casa Rosada fue abrumadora en casi todas las provincias del país con excepción de Buenos Aires, Santiago del Estero y Formosa, donde se impuso la coalición Unión por la Patria, liderada por el ministro de Finanzas y peronista Sergio Massa.

Lo más que puede decirse del ultraderechista Milei es que habla claro: defiende la dictadura militar argentina, que hizo “desaparecer” a decenas de miles de ciudadanos, y aboga por una política privatizadora “neoliberal” y antisindical como la de Margaret Thatcher.

Ha prometido además cerrar el Banco Central y convertir al dólar estadounidense en la moneda nacional, sometiendo así al país a los intereses, que no tienen por qué ser los argentinos, de la Reserva Federal estadounidense.

Algunos que le han elegido porque no podían más con una inflación anual de en torno al 143 por ciento reconocen que no les gustan muchos aspectos de su programa, como su propuesta de ilegalizar el aborto, pero que Argentina necesita estabilidad económica y seguridad para la inversión extranjera.

Veremos si tendrán pronto que arrepentirse.