Relatos cortos

Pedro Sáchez, durante una comparecencia

Pedro Sáchez, durante una comparecencia / EFE

Rafael Simón Gil

Rafael Simón Gil

Tras las duras presiones negociadoras que han tenido que soportar los socios de Sánchez para que aceptaran las duras condiciones que Sánchez les impuso para ser presidente, ya tenemos Gobierno de España. Al final, los separatistas, los prófugos de la justicia, los malversadores, los herederos políticos de ETA y la derecha separatista vasca del PNV, en comandita progresista, se han inclinado ante la superioridad del amado líder escondiendo bajo el rabo de la vergüenza sus sacrosantas reivindicaciones. Con don Pedro no se juega, cuando dice una cosa la cumple; por tanto, no les ha quedado otra opción que obedecer y esperar, esperar, esperar…, como hacían los extranjeros en “Casablanca” añorando el billete a Lisboa mientras bebían su nostalgia en el Café de Rick. Verán que no he citado a Sumar, y no es por olvido, no; es que Sumar ni sumaba ni restaba en la ecuación, es ese doméstico cero a la “izquierda” que no necesita ponerse al final de suma. Y el uno y las otras lo saben. En fin, para qué rencores, la despedida de Podemos y sus ministras es tan patética, conmovedora e infantiloide que me vienen a la estólida memoria, recordando a Alberto Garzón, esos cantares de Luís Eduardo Aute: “Adiós Inés de Ulloa, me voy para Lisboa, me apunto de soldao en la revolusao”. Esperar, esperar, esperar… 

Si analizáramos a Sánchez desde la fisiognómica (Adorno, “Mahler, una fisiognómica musical”) de su incontenible bruxismo cuando se encuentra acorralado, se entenderá el amenazante sectarismo con el que anunció su tarea de levantar un muro para que la mitad de los españoles no pueda gobernar jamás. Un excluyente gueto donde encarcelar social, política e ideológicamente a la mitad de la ciudadanía. Una muralla norcoreana que aísle el nocivo virus que padece la enferma mitad de los otros españoles. “-Pum, pum, ¿quién es? -La mitad de los españoles. -Cierra la muralla”. Estoy casi seguro de que, salvando a sus fanáticos feligreses, muchos españoles del lado de su muralla no creen que esa haya sido una frase afortunada. Pero solo estoy casi seguro. ¿Cómo se puede vender la amnistía (que beneficia solo al separatismo) como justificado bálsamo para la convivencia entre españoles y a la vez anunciar la construcción de un muro que divide a la mitad de los españoles? Y no son metáforas o figuras retóricas; avisaba Saramago que “las palabras no son ni inocentes ni impunes”. Un muro. Cierra la muralla.

El nuevo gobierno de Pedro mantiene 22 ministerios (55 ministros en cinco años) y más de 1.400 altos cargos y asesores nombrados a dedo, un despilfarro que se pagará con la subida de impuestos a la clase media española, a los autónomos y pequeños empresarios, acosados por un poder plutocrático al que no le preocupa el gigantesco endeudamiento público de Sánchez (más del 113% del PIB). Y suma y sigue, porque entre otras de las draconianas condiciones que Pedro ha impuesto a sus socios separatistas están los privilegios fiscales, recaudatorios y económicos; condonarles la deuda; regalarles la red de cercanías de Renfe (todos los sindicatos -¿de extrema derecha?-, incluidos CCOO y UGT, le habían convocado cinco días de huelga por ese traspaso); la caja de la Seguridad Social, y una total disposición de lo recaudado en sus reinos independientes que les “castiga” a no contribuir en la redistribución de la riqueza en favor de las regiones más pobres. El escarmiento de Sánchez a estos socios ha sido implacable. Con don Pedro no se juega. 

De los 55 ministros y ministras que lleva nombrados el amo del cortijo a raíz de una pirueta parlamentaria en forma de moción de censura que no supo ver el diletante Rajoy y su alter ego Soraya, ya ni recuerdo sus nombres, y reto a cualquiera (que no haya concursado en “usted qué sabe hacer”) a que recuerde siquiera el 50% del nombre de alguno. Muchos de los que se han ido y de los que se irán en breve, han sido, son y seguirán siendo perfectos desconocidos que pasaron un día por el Consejo de Ministros para poder lucir sobre el brasero de su mesa camilla la foto colegial con su cartera de ministro grabada. Qué mediocridad. Pese a ello, algún exlíder periférico al que no ha señalado la varita de Sánchez nombrándole ministro, estará hoy sumido en la infinita melancolía de la que hablaba Ortega y Gasset respecto a los esfuerzos inútiles. Sánchez, ni olvida ni perdona. 

En esta poliédrica puesta en escena de nombramiento de ministros -performance de la ceja- donde una de las manos que mece la cuna del poder no está en España, sino huido de la justicia en el maletero de un coche; en esta hiperventilada sobreactuación de las derrotadas de Podemos recordándole a su clientela (si queda alguna) que Sánchez las ha expulsado del cole por negarse a jugar en un recreo de patios divididos entre chicos, chicas y chiques (cuánto van a añorarlas los más de 1.200 agresores sexuales beneficiados por sus ocurrencias); en esta grotesca hipérbole del absurdo donde los delincuentes juzgan a los jueces de forma vicaria, los malversadores reciben más dinero público para gastar, los hijos del terrorismo escriben la memoria democrática y los pobres pagan mayor diezmo a los ricos; en este Gobierno donde el súper ministro Bolaños controla los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial, insólito en países democráticos); con este Gobierno que acepta la humillación de que un verificador internacional le examine de democracia; en un país donde el Tribunal Supremo corrige duramente al fiscal general del Estado apreciando desviación de poder en el nombramiento como Fiscal de Sala de la que fuera anterior fiscal general y exministra de Justicia, y al día siguiente Sánchez lo ratifica como fiscal general del Estado sin que se conmuevan los pilares de la estética democrática; en ese deshonesto relato, esa obscena mentira que quieren imponernos como catecismo ideológico, todo apunta a un mal sueño (un dinosaurio) del que será muy difícil despertar. Y no vamos ni por la mitad del relato, aún quedan muchas mentiras por leer.   

Augusto Monterroso escribió uno de los microrrelatos más celebrados y breves que se conocen: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Contaba Monterroso que un día se le acercó alguien para que le firmara uno de sus libros. “Señor Monterroso, soy un apasionado lector de sus novelas. La que más me gusta es la del Dinosaurio, ya voy por la mitad”. Don Pedro. A más ver.