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Todo lo que hice en 2023, por Juan Tallón

Todo lo que hice en 2023, por Juan Tallón / INFORMACIÓN

Juan Tallón

Juan Tallón

Llené una libreta de trescientas páginas. Me metí en un berenjenal con la nueva novela. Perdí dos premios. Entendí mal un ‘mail’ y fui diciendo por ahí que me iba a China. Eliminé quinientas setenta fotos del teléfono. Me corté el pelo yo mismo, bastante mal. Me alojé en la habitación 61 del Hotel Niza, en San Sebastián. Hice llorar a mi hija. Coincidí con Cristina Pato en la sala de espera del dentista. Rompí dos tazas. Mentí cuando dije que no iba a escribir frases para fajas. Mantuve secretos.

Acudí a medir la escultura de Richard Serra con Laura Ferrero porque me dijeron que la réplica era más pequeña. Tardé cuatro meses en recoger el Roomba, y al llegar a casa, seguía averiado. Impartí un taller literario. Escribí la mejor faja del año, en mi opinión modestísima. Me encontré con Napoleón en dos novelas, y en una le hacían una felación. Me entró la fiebre de cocinar en el microondas. Escribí un texto para la pared de un museo. Llamé a un anuncio por palabras. Vomité. Llegué a las mil doscientas notas en el teléfono. Qué asco me dio Renfe. Abandoné cuatro libros a la mitad. Me quedé a dormir con unos monjes de clausura.

Reescribí seis veces la novela y, a la quinta, le cambié el título. Dejé de ganar dinero por pereza. Engordé. Adelgacé. Deliberé en un jurado. Agarré el covid de nuevo. Perdí las llaves de la casa de una amiga. Me puse dos veces corbata. Consulté la enciclopedia Larousse. Vi dos jabalíes en mi calle. Salí en el programa Jordi Hurtado. Dormí la siesta en una carretilla. Fotografié a Josi Domínguez por la calle. Vi caer a Baltar como si fuese una torre. Conocí a otro de los Trueba. Me puse muy triste con la muerte de Martin Amis. Rescaté dos vencejos, y un tercero, otro día, lo metí sin querer en la lavadora y lo ahogué con un programa largo. Fui a la fiesta de cincuenta cumpleaños de Ana Ribera, y a la de cuarenta de Susana Pedreira.

Cómo me reí después del infarto de Rafa Cabeleira. Toqué las campanas de una iglesia. Comí con veinte desconocidos. No tuve que ir a ningún entierro. En tres semanas presenté a Alejandro Zambra y a Brenda Navarro. Me dieron mal las vueltas en un bar. Le pedí a la alcaldesa de A Coruña que retirase los contenedores que hay delante de Moito Conto. Voté para que el Atlético volviese al anterior escudo. Encontré otra nota manuscrita de Belén Bermejo. Casi reviento en un restaurante chino. Calcé una mesa que cojeaba con ‘Ceniza en la boca’.

Asistí a una pelea enfrente de casa. Hablé de ataúdes. Me disfracé de Jean-Paul Sartre. Me nominaron al premio Walsh. Comí un bocadillo de langosta debajo de un puente. Susurré con Nuria Mendoza en Gran Central. Tuve en las manos el número de ‘Vanity Fair’, de hace treinta años, con la foto de Demi Moore embarazada en la portada. Pasé miedo. Vi ‘The Goonies’ con mi hija, y a la semana siguiente, ‘Gremlins’, y casi me mata la madre. Llevé a Bergareche a El Pepinillo. Me hice una endodoncia. Descubrí que me gustan los abrigos de pieles. Vi un arcoíris doble.