Amor y ensaladas

Ensaladas y la dieta mediterránea, lo que siempre recomiendan los nutricionistas

Ensaladas y la dieta mediterránea, lo que siempre recomiendan los nutricionistas / GERMAN CABALLERO

Jose María de Loma

Jose María de Loma

El verdadero amor es saber aliñarle la ensalada al otro. O armonizar la ensalada común. Saber cuánto de vinagre estamos dispuestos a soportar, cómo de aceitosa puede ser la tarde y qué cantidad de sal hay que ponerle a la relación. Para no andar al atún tun. Al que prepara la ensalada le puede importar todo un pimiento, no pasa nada, pero no puede importarle un pepino, ya que el pepino, al menos para el que suscribe, da un punto fresco, sabroso, algo exótico, que contrasta muy bien con la lechuga, el tomate y el atún. Hay que encebollarse de vez en cuando, no mucho, encebollarse con la pareja, sin llorar. Echando un poquito, bien picadita, para que nos dé alegría cardiaca, que la cebolla es buena para el corazón, por mucho que sea dudosa para el aliento. El amor es un beso tras la ensalada con cebolla. Algunos creen que el aguacate es para Instagram pero es un alimento real que nuestra pareja bien puede apreciar si no está muy verde. El aguacate. La lechuga no sabe a nada. La lechuga es la rutina, la lechuga es un lunes a las diez de la mañana. Pero esa rutina es necesaria, no siempre podemos vivir la emoción de un sábado a la una y media de la tarde. Así que le echamos lechuga a la ensalada igual que le echamos paciencia a la vida. La lechuga llena y ocupa espacio en el bol y da color (verde) aunque dé gases o se digiera regular, pese a la buena prensa (digestiva) que tiene. No hay que tener endibia. Ni siquiera de una buena ensalada. La endibia estuvo de moda pero para mí que cayó en desgracia cuando la maridaban con el roquefort. Al divorciarse, pareciera que ambos perdieron el sabor. Además de la casa.                                                                                                

Estamos a punto de emplatar esta columna y aún no ha salido la zanahoria, que es buena para la vista y a la que, por tanto, ahora recurrimos como si fuera posible revertir esta vista cansada que no está cansada de ver. Hay que ser muy miope para echar la zanahoria entera. Un país civilizado es aquel en el que en cualquier supermercado hay zanahoria rallada. Aunque luego se te quede entre los dientes. Este detalle es importante e, igual que en una primera cita no se piden espaguetis, tampoco ha de pedirse ensalada con zanahoria, dado que preguntar estudias o trabajar mientras nos cuelga de la boca un hilo naranja no debe ser del agrado de la inquirida o inquirido. Puede nuestro acompañante optar por irse y que se arruine nuestra cita, quedándonos compuestos y sin ensalada. Como si fuéramos unos lechuguinos.

Hay quien nunca da los buenos días y quién nunca pregunta «¿echo vinagre»? son gente sin empatía (ni aceite). Nos avinagran a su gusto importándoles nuestro criterio un huevo duro. No lucen palmito. La ensalada rusa invoca la revolución. Nosotros preferimos invocar la remolacha.