La retirada, en diferido, de Ximo Puig

Tal vez haya sido el mejor presidente de la Generalitat, aunque parte del mérito también sería de sus aliados en el Consell, y así es justo reconocerlo.

Ximo Puig, el pasado día 18 entregando su acta como diputado

Ximo Puig, el pasado día 18 entregando su acta como diputado / Rober Sols

Joan Antoni Oltra Soler

Joan Antoni Oltra Soler

El pasado lunes, Ximo Puig presentaba su dimisión como diputado autonómico. Daba así el primer paso para una retirada, por etapas, de la primera línea política. Se queda, todavía, con un escaño de senador nombrado por Les Corts Valencianes y con la Secretaría General del PSOE-PSPV que, previsiblemente, dejará en el primer trimestre de 2024.

El paso atrás que, según dice, pretende facilitar la renovación en su partido supondrá, de culminar así, que Ximo Puig dejará la política representativa después de algo más de 40 años de estar en ella. En ese período ha sido casi todo lo que se puede ser en las instituciones. Incluyendo la más importante: la presidencia de la Generalitat durante los ocho años del Botànic.

En un período tan largo es natural que haya habido de todo. Aunque lo que marcará su biografía política será su gestión frente al Consell. Accedió a él en 2015, con un resultado bastante ajustado que fue suficiente gracias a los votos que sacaron Compromís y Podemos, que permitieron disponer de mayoría absoluta. Situación que se repitió en 2019 mejorando resultados.

Que la situación del País Valenciano que se encontró era más que preocupante es innegable. La deuda pública era asfixiante y el grado de deterioro de los servicios básicos (sanidad, educación, bienestar social, etc.) insostenible. Y un nivel de desprestigio vergonzoso de nuestra Comunidad, por las prácticas de corrupción institucional y despilfarro generalizado.

Ocho años después es evidente que la imagen es otra. La corrupción ha dejado de presidir la gestión; se ha hecho un esfuerzo muy importante (aún insuficiente) por recuperar y mejorar servicios básicos para la población, aunque el nivel de endeudamiento no ha mejorado (la insuficiente financiación autonómica se ha agravado en el tiempo),

Ximo Puig entrega la documentación tras dejar el cargo

Ximo Puig entrega la documentación tras dejar el cargo / Rober Sols

La situación del País Valenciano que se encontró era más que preocupante es innegable. La deuda pública era asfixiante y el grado de deterioro de los servicios básicos ) insostenible. Y un nivel de desprestigio vergonzoso de nuestra Comunidad, por las prácticas de corrupción institucional y despilfarro generalizado.

Nunca sabremos si la gestión del Consell hubiera sido la misma con mayoría absoluta de Ximo Puig. Me temo que no. La presencia de Compromís y Podemos, con todas sus virtudes y defectos y, especialmente, en la etapa de Mónica Oltra, ha sido realmente la que ha impuesto un cambio en la forma de gobernar y un modelo de gestión más progresista de lo que se hubiera tenido sólo con el PSOE. Paradojas del destino: las elecciones del 28-M permitieron subir al PSOE mientras que problemas internos y electorales de los otros dos partidos provocaron la debacle que ha supuesto la entrada de PP y VOX en el Consell.

Aunque la gestión de Puig también podría haber sido mejor si hubiera tenido más rigor en su ejecución. Confundía la fantasía con la realidad en muchas ocasiones. Pocas cosas le habrán quedado por prometer en su mandato. Cumplir sus compromisos parecía algo secundario y eso también lastraba expectativas. Es cierto que es un problema frecuente en muchos (Carlos Mazón le ha cogido el relevo rápidamente en promesas incumplidas, y acaba de empezar). En Elx podemos dar fe de incumplimientos de uno y de otro. La racha de “olvidos” y cambiazos de Mazón ya es preocupante.

La retirada de Puig era esperada por muchos (especialmente en su partido, como suele pasar). Continuar en su escaño autonómico, ahora en la oposición, sin intervenir y casi sin asistir era la peor actitud. Otros deberían tomar ejemplo de ello. La imagen política e, incluso, personal, queda afeada ante la opinión pública casi siempre.

Aunque, en este caso, Ximo Puig lo está haciendo de forma diferida. De momento sigue en el Senado, ese lugar que parece un cementerio de elefantes que nadie sabe muy bien para qué sirve, excepto como retiro dorado de algunos. Por allí también siguen principiantes como Javier Arenas o Joan Lerma. Si el Senado desapareciera poco se perdería.

De momento sigue en el Senado, ese lugar que parece un cementerio de elefantes que nadie sabe muy bien para qué sirve, excepto como retiro dorado de algunos. Por allí también siguen principiantes como Javier Arenas o Joan Lerma. Si el Senado desapareciera poco se perdería.

Conociendo sus insuficiencias, que han sido muchas y que a Elx han perjudicado, tal vez Puig haya sido el mejor presidente de la Generalitat, aunque parte del mérito también sería de sus aliados en el Consell, y así es justo reconocerlo.