Barcala, Vox y el metaverso

Barcala aprueba los presupuestos de Alicante a cambio de una veintena de cesiones a Vox tras estar un año prorrogados

Barcala aprueba los presupuestos de Alicante a cambio de una veintena de cesiones a Vox tras estar un año prorrogados / Jose Navarro

Xavier López

Xavier López

El pasado 20 de diciembre el gobierno local del Partido Popular presentaba sus cuentas para 2024, tras haber prorrogado por falta de diálogo y capacidad para llegar a acuerdos con el resto de grupos políticos las de 2023 y a pesar de eso, con todo un año para preparar unos nuevos presupuestos, llegando tarde en su tramitación impidiendo que su aprobación se produjera antes del inicio del mes de enero.

En ellos Barcala para variar vuelve a emular a Bill Murray en su película “Atrapado en el Tiempo” ofreciéndonos un refrito de proyectos inconexos, inacabados e incumplidos a lo largo de su recorrido como primer edil y que ahora, de nuevo, se compromete una vez más a ejecutar durante el presente mandato. Ya va por el tercero.

En una ciudad en la que sus órganos de participación funcionaran como marcan las normas que desde el propio Pleno nos hemos ido dando, la concurrencia en el debate y elaboración de las cuentas del vecindario organizado, las entidades sociales sectoriales, sindicatos y empresariado a través tanto de las Juntas de Distrito y el Consejo Económico y Social debería desembocar en un consenso amplio sobre las líneas estratégicas que marquen el rumbo de Alacant.

Hay cuestiones básicas, que incluso fueron refrendadas por unanimidad a través del Pacto por la Recuperación tras la pandemia -no exento de importantes concesiones de la izquierda transformadora en pro de la unidad- que no encuentran encaje en la propuesta de Barcala y que van desde el abordaje de la emergencia social presente en nuestros barrios, a la transformación de nuestro modelo productivo sobre los cimientos de la innovación tecnológica, la digitalización, la cultura y el comercio de proximidad o el papel que deben tener las partidas rurales. Tampoco la puesta en valor del patrimonio histórico como elemento clave de recuperación de nuestra dignidad colectiva como pueblo, a la vez que para afianzar una oferta turística que debía ser de alto valor añadido y menos aún (y esta puede ser la parte más sangrante) el despliegue de políticas de sostenibilidad en el entorno urbano aprobadas en la subcomisión que tuve la oportunidad de vicepresidir.

Hay una falta evidente de visión de conjunto y de futuro por parte del Partido Popular, que no parece haber sido ni corregida ni enmendada por ahora por su nueva cohorte de directores y directoras generales cuya única misión en estos próximos tres años y medio debería ser concluir el Plan General de Ordenación Urbana, promover el diseño del Plan Ciudad y restituir así como impulsar los canales de cogobernanza existentes. Sin embargo, Barcala está optando por erigirse como un alcalde que no escucha, o peor, un alcalde que gestiona según las preocupaciones de una pequeña e ínfima parte de nuestros vecinos y vecinas, por sentirse cómodo en el apoyo a la ultraderecha de caricatura obcecada en inmiscuirse en la vida familiar y sexual de las mujeres, perseguir a las personas sin hogar y enarbolar un discurso de cuñado antiecologista, sonrojante por simplista, cuyo objetivo es oponerse a la peatonalización de espacios, la ampliación de zonas verdes y la reducción de vehículos en el centro. El chiste se contaría solo si desde Vox no estuvieran dispuestos a hacernos devolver 15 millones de euros en inversiones ya ejecutadas y perder otros tantos pendientes que supondrían elevar la contratación, rebajar el desempleo y dotar de oportunidades a un buen número de profesionales de la construcción, un sector muy precarizado.

Puedo afirmar que durante la pasada legislatura y más después de la crisis de la Covid-19, no hubiera sido complicado llegar a un acuerdo entre el Partido Popular y los grupos progresistas para sacar adelante las cuentas anuales del ayuntamiento si Barcala hubiera tenido a bien afianzar los consensos previos y transformarlos en proyecto de ciudad. Si hubo un pacto de 29 ediles por la recuperación de Alacant no sólo fue porque había medidas para avanzar hacia un horizonte en el que cabemos todos y todas, sino porque el ayuntamiento se abrió al tejido social.

Cuesta entender que revalidando su mandato y lejos de buscar el centro, el Partido Popular tenga menos reparos para acordar con Vox empujar al funcionariado municipal hacia el límite de la prevaricación buscando rendijas que eviten la aplicación de la Zona de Bajas Emisiones, antes que cumplir la sentencia del TSJ sobre la Ordenanza de Mendicidad que facilitaría el diálogo con la izquierda. Cuesta entender a Barcala cuando impulsa con la ultraderecha una “Oficina antiabortos” que nos sitúa otra vez en el liderazgo de los retrocesos en materia de derechos a nivel estatal, mientras observa cómo se hunden (literalmente) las escuelas infantiles de su competencia o tumba enmiendas de carácter social de la oposición perfectamente asumibles desde una derecha moderada a la que ya no representa.

PP y Vox han decidido construir agenda entorno a cuestiones de tan alto marcaje ideológico y tan corto recorrido que uno se pregunta si el alcalde tiene alguien alrededor que sea capaz de hacerle pisar tierra y realidad, o si el conjunto de personas de las que se ha rodeado sólo observan la gestión de una ciudad que no existe, ese metaverso en la cabeza de Barcala y Robledillo tan cutre y gris que avergüenza.