Ver para creer

Una familia de la provincia de Alicante en situación de pobreza energética.

Una familia de la provincia de Alicante en situación de pobreza energética. / INFORMACIÓN

Carles Francino

Carles Francino

“He visto cosas que no creeríais”. El pobre replicante de “Blade runner” nos impresionó hace cuarenta años con aquellas naves atacadas más allá de Orión y con todos los momentos que se iban a perder en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Y es verdad que la obra maestra de Riddley Scott resiste sin rasguños el paso del tiempo, pero ya no tengo tan claro que aquel discurso final de Roy Batti desbordara nuestra capacidad de sorpresa.

Hoy tenemos demasiados ejemplos a los que podría aplicarse esa misma reflexión. Y no me refiero sólo a los prodigios –y amenazas- que genera la Inteligencia Artificial, o a los apabullantes avances científicos en todos los terrenos. Un ejemplo: la plataforma Airbnb ha colgado un anuncio –posteriormente retirado- en el que se ofrecía alojamiento en tiendas “románticas” dentro del salón de una casa, en Londres. Tiendas de campaña a casi 90 euros la noche. Si lo ve el replicante de “Blade runner”, se vuelve al futuro a toda leche.

Y no me extraña, porque la desigualdad ya es peor que la lluvia ácida. No hace falta que recurramos a los cinco hombres más ricos del planeta que en apenas tres años han duplicado su fortuna hasta llegar a los 869.000 millones de dólares. En España, el diez por ciento de la población controla el cincuenta por ciento de la riqueza; y si lo miramos a la inversa, el cincuenta por ciento de los hogares apenas suman el ocho por ciento de esa riqueza. Dicho de otra forma: el uno por ciento de españoles más rico posee casi tres veces más que la mitad de España junta. Si ese es un modelo sostenible, que baje Dios –o quien sea- y lo vea.

La segunda mitad del siglo XX, después de dos conflictos mundiales devastadores y de una mal llamada Guerra Fría que nos colocó al borde del suicidio colectivo, parecía enfilar la senda de un modelo de derechos y libertades donde la igualdad de oportunidades sería el puntal de la convivencia. Pero la fiebre neoliberal, esa doctrina que demoniza los impuestos y promueve la ley de la selva, amenaza con acabar como el rosario de la aurora. Y no estará Harrison Ford para salvarnos.

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