LA RIÁ

Y, entre mil encapuchados...

Romería de Nuestro Padre Jesús en los años cincuenta

Romería de Nuestro Padre Jesús en los años cincuenta / Ballester

Antonio Luis Galiano Pérez

Antonio Luis Galiano Pérez

Con este título da la impresión que estamos o vamos hablar del Carnaval. Nada más lejos de ello, esta fiesta ha quedado atrás y hace cinco días que ha comenzado la Cuaresma de ayuno y abstinencia, que culminará con la Semana Santa.

Hoy podríamos celebrar dentro del Santoral las festividades de Lucio y Teotonio, prior de Coimbra, o de los obispos Flaviano y Eladio, este último que por ser hijo de Cleofás, estaba emparentado con la Sagrada Familia y fue sucesor del Apóstol Santiago el Menor en el Obispado de Jerusalén. Pero, además de honrar en este día a éstos y a otros más Santos como Máximo, Claudio, Alejandro, Cucías, Segundino, Silvano, Clásico y Rútulo; el calendario nos lleva a que sea el primer Domingo de Cuaresma.

Ya está Nuestro Padre Jesús, «El Abuelo», en la Iglesia de las Santas Justa y Rufina para la Novena. Y al hacer referencia a los «encapuchados», el poeta se refería a los penitentes que desfilan en las procesiones, y que en este caso acompañan al Patrón Popular de la Ciudad y la Huerta de Orihuela. Así mismo, el citado título que aportamos lo remata «con mil llamas de mil cirios», en el primer verso de segundo terceto en el poema «El Nazareno», que Miguel Hernández publicaba el 15 de abril de 1930, en «Voluntad» que dirigía Manuel Martínez Fabregat. En el ejemplar de esta fecha, dedicado a Semana Santa, participaron entre otros: Abelardo L. Teruel, Emilio Salar Luis, Luis Almarcha Hernández, Álvaro Botella Martínez, fray Juan José Gómez O.F.M., el deán de la Catedral de Cartagena en Murcia Julio López Maymón con un Rebusco titulado, «La procesión de la Vera Crux, en la Catedral de Orihuela». Así como Carlos Fenoll, Jesús Poveda y Ramón Sijé.

En la portada aparece una foto de la imagen desaparecida de Ntra. Sra. de la Soledad, original de Alfonso Bernad, el cual aportó otras del paso de la Mayordomía de Ntra. Sra. de los Dolores de la Iglesia de Santiago (destruido en la Guerra Civil), del paso de la Cofradía del Perdón tomada en la derribada Iglesia de San Gregorio en los años setenta del pasado siglo, del Cristo de la Agonía de la V.O.T. que al pie de la cruz llevaba a María Magdalena, desaparecida, y el Cristo Yacente en la urna que fue también destruido en la citada guerra.

En las páginas centrales, aparece una reproducción del nuevo trono de Ntro. Padre Jesús, que venía a sustituir el que se estrenó en 1873. Sabemos lo arraigada que está entre los oriolanos la devoción a su Patrón desde hace siglos. Prueba es lo que el historiador Josef Montesinos Pérez Martínez de Orumbella nos narra en 1774 en «Blasones oriolanos», sobre la fundación de la Novena cuatro años antes por iniciativa de su hermano mayor, el presbítero Francisco Maseres de Botella, a fin de lograr algún favor de Ntro. Padre Jesús «venerado en su Divino simulacro Jesús con la Cruz acuestas» en su capilla. Y para incrementar dicha devoción ofrece cuatro milagros atribuidos a su imagen, teniendo en consideración lo que en el siglo XVIII, se definía a dichos sucesos como una «Obra Divina, superior a las fuerzas y facultad de toda criatura contra el orden material». Así, en el primero narra cómo un hombre que tenía una dura inflamación «junto a las fauces», tras rogar a Ntro. P. Jesús que lo remediara, inmediatamente arrojó por la boca una piedra del tamaño de un huevo.

Otros dos, tienen relación con la sequía que amenazaba con la pérdida de la cosecha de granos, en 1769 y 1773 (en que Montesinos escribía), para ello los oriolanos clamaron al cielo sin respuesta y decidieron llevar a la imagen a la parroquia de las Santas Justa y Rufina en rogativa, empezando entonces a llover. El último milagro que reseña, lo data el 20 de abril de 1719, en el que los arrendadores de la nieve no disponían de la cantidad que tenían estipulado por no haber nevado. Entonces acudieron al Convento de Santa Ana a implorar misericordia a Ntro. Padre Jesús, ofrecieron una limosna de 40 pesos y toda la Comunidad rogó con ello.

Tras esto, subieron a la celda del padre guardián, y desde allí uno de los arrendadores divisó una nube, partiendo a continuación a Sierra Espuña, donde Orihuela disponía de unos terrenos en los que se encontraban los pozos de nieve, desde 1599, los cuales se dejaron perder en 1918 por no disponer de los títulos de propiedad, a pesar de haberlos disfrutado varios siglos. A llegar dichos arrendadores a los pozos, observaron que estaban llenos pues en la noche anterior había llovido y nevado.

Sean todos estos hechos en los que se nos narra la intervención Divina, un motivo de reflexión, y que tal vez con la carestía de agua que estamos sufriendo, buscando el camino para solucionarlo con las desaladoras, los buques cisternas, las decisiones políticas demagógicas, la insolidaridad anti trasvases, las restricciones o el culpar al cambio climático que algo de culpabilidad debe de tener; mejor es mirar al Cielo y si no llueve buscar la rogativa. Ahora bien, con la condición de que si llueve, no sea «agua, dios, misericordia», para no lamentarnos después de una inundación. Mientras esto ocurre, no está de más visitar a «El Abuelo», al que acompañan «mil encapuchados con mil llamas de mil cirios».