Opinión | Crónicas lucentinas

Buscando a Richard

Mar Galindo es profesora de la Universidad de Alicante y doctora en Lingüística Aplicada

Richard Balint festeja una victoria en el Pedro Ferrándiz de Alicante con Mus Barro

Richard Balint festeja una victoria en el Pedro Ferrándiz de Alicante con Mus Barro / Matías Segarra

Este fin de semana he estado en la ciudad inglesa de Leicester. Ustedes se acordarán de que hace unos años saltó a la fama cuando su equipo ganó la Premier League contra todo pronóstico, en la temporada 2015 - 2016. Era la primera vez en sus más de cien años que lo conseguían, bajo el liderazgo del técnico italiano Claudio Ranieri. Pero lo que quizá no sepan es que, unos meses antes, culminaba en Leicester un proyecto que cambiaría para siempre la ciudad, y que la leyenda vincula de alguna manera con aquel éxito de los albiazules.

Vayamos atrás en el tiempo hasta 1485. En la famosa contienda de Bosworth en la que, según Shakespeare, el último rey de la casa de York perdió su reino por un caballo, moría Ricardo III, el último monarca inglés en caer en el campo de batalla. Apenas había durado un par de años en el trono, y los Tudor aprovecharían su aspecto deformado para inmortalizar el retrato de un hombre malvado, un tirano ajusticiado y muerto con saña por sus detractores. Tras pasear su cadáver por toda la ciudad de Leicester, unos franciscanos lo enterraron deprisa en su iglesia. Aquella orden monacal se disolvería cincuenta años después, destruyendo el templo y dejando la tumba en el más absoluto olvido.

Sin embargo, el recuerdo de aquel rey perviviría a través de los siglos, y los ricardianos reivindicarían el legado de aquel vilipendiado monarca tratando de restituir su honor. Solo había un pequeño inconveniente: nadie sabía dónde estaba la tumba de Richard III, si es que quedaba algo de ella. Así que Philippa Langley comenzó su propia batalla por la casa de York y lideró el loco proyecto buscando a Richard: si lograban encontrar los restos del monasterio de los frailes, quizá habría alguna oportunidad de hallar al rey, que había sido enterrado en el coro de la iglesia. La idea fue acogida con entusiasmo por arqueólogos, ricardistas y hasta los genetistas que lograron encontrar a dos descendientes de la hermana de Ricardo. Si aparecía el cadáver, podrían hacerle pruebas genéticas para determinar que realmente era él.

Tras años de investigación, gestiones, permisos, reuniones, cálculos e inversión, decidieron abrir tres zanjas en un aparcamiento donde se creía que descansaban las ruinas del monasterio. Richard Buckley, el arqueólogo al frente de la excavación, dijo que aquello era una locura, que no habría manera de encontrar lo que buscaban, y que se comería su propio sombrero si lograban hallar el esqueleto real. Pero la fortuna sonríe a los valientes, y en la primera zanja aparecieron unos huesos. Podrían ser de cualquier fraile… pero curiosamente, la espalda presentaba una pronunciada escoliosis (recuerden que aquel rey era representado a menudo como un villano jorobado). Cuidadosamente, recogieron los huesos y los analizaron en un escáner.

Richard Balint vuela para dejar la pelota en el aro durante un partido en el CT esta temporada.

Richard Balint vuela para dejar la pelota en el aro durante un partido en el CT esta temporada. / Héctor Fuentes

Había señales de heridas por arma y la datación del carbono 14 dejaba claro que aquella persona había vivido a finales del siglo XV. La emoción entre el equipo era máxima. Alguien hizo unas magdalenas con forma de sombrero para Buckley. Bajo un parking de coches en el centro de Leicester, marcado con la letra R de "reservado", aquel cadáver había reposado 500 años esperando ser encontrado. Las pruebas genéticas confirmaron que, efectivamente, era él. Unos meses después, en marzo de 2015, fue enterrado con honores en la catedral de Leicester. ¿Y saben ustedes quiénes hicieron entonces una generosa donación a la causa ricardiana? Los dueños del Leicester City. Ya saben cómo acabó aquella temporada

Si es cierto que encontrando a Richard se gana la liga, permítanme hacer una pequeña cruzada lucentina con el joven checo que juega como escolta en el HLA Alicante. Richard Balint tiene 21 años y es una de las promesas lucentinas; un jugador de talento que ha sido internacional con Chequia pero que aún tiene que explotar y dar sus mejores minutos en la LEB Oro. Los comienzos en la liga fueron difíciles, cargado de faltas y sin minutos de calidad.

Sin embargo, esta fase final de la temporada va a exigir un gran esfuerzo de toda la plantilla si queremos llegar con vida y energía a los playoffs. Este miércoles por la noche, contra Ourense, o el domingo, contra Lleida, necesitamos encontrar a Richard. Que aparezca el mejor Balint, el rey en el fragor de la batalla, y que sea nuestra señal de la buena suerte para acabar la temporada por todo lo alto, como hizo hace una década el equipo de Ranieri cuando encontró al monarca inglés.