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Un último auto de fe

José Navarro (PP) deberá aprender a vivir con lo que ha pasado, pero marchándose nos ha dado un ejemplo a todos. 

José Navarro, en un pleno reciente en el Ayuntamiento de Elche

José Navarro, en un pleno reciente en el Ayuntamiento de Elche / Áxel Álvarez

Siempre he tenido una especial debilidad por José Navarro (PP), el concejal de Elche que ha dimitido por el rumor de un supuesto escándalo sexual en una iglesia. Pero no he sido consciente de ello hasta esta semana. Han sido algunos de sus compañeros quienes me lo han recordado, casi en tono de reproche, por un comentario que hice antes de que Pablo Ruz fuera alcalde y él su concejal de Recursos Humanos y Deportes. Las formas, a veces bruscas con la que se debatía en los plenos, siendo oposición y necesitando teatralizar lo mal que lo hacía el gobierno local, quizá no me gustara tanto como la persona y la sonrisa que había detrás. Siempre pensé y pienso que en política todo se podía y se puede hacer de una forma distinta. Más elegante e inteligente sin tratar al ciudadano como a un lerdo en mitad de un circo. Una política que se parece hoy en día a otro programa del corazón

Durante esos cuatro años fue la cara visible del senador Pablo Ruz, quien vivía a caballo entre su sueldo en Madrid y sus deseos de hacer carrera en Elche. Eso a Navarro le hacía más que merecedor de repetir en una lista, la de 2023, en la que ocupó el puesto 6 en contra de muchas voces de su partido. De hecho, meses antes de los comicios fue defenestrado del organigrama de los populares al colocarle en un cargo de tanto lustre como innecesario en beneficio de otros afiliados que sobresalían. Todos aquellos hilos los movía con maestría Sergio Rodríguez en la confección de un nuevo y joven PP que me parecía inocente, transparente, fresco y con ímpetu. Escuchaban, que no oían. Ahora, muchos ni escuchan ni oyen más allá de los likes de las redes sociales. No lo digo yo, lo dicen ellos preocupados por sumar seguidores.Es un maná que les alimenta, con un alcalde que tiene en Instagram su única agenda pública conocida, desdeñando a los medios, pero que ahora han visto que las redes también son su Santa Inquisición

¿Es una crisis pedir a un concejal que dimita (Tito Costa)? ¿Es normal que no le pidas a otro marcharse por un supuesto escándalo pero que acabará haciéndolo (José Navarro)? ¿Es normal que en diez meses el alcalde se vea obligado a reestructurar por tercera vez su gobierno

Pablo Ruz llegó a la Alcaldía de la mano de la Virgen de la Asunción el 17 de junio de 2023 y no, no es una crítica. Es lo que él piensa. Luce con orgullo su querencia por la patrona y por los símbolos religiosos. En su despacho, en el salón de plenos o en lugares tan emblemáticos como el balcón principal de la Casa Consistorial donde solo han tenido cabida sus símbolos religiosos, no los terrenales, desde que llegó. Algo que hemos disculpado los periodistas al no cuestionar que eleve un tema personal, su fe, a un lugar público con la exhibición de la que ha hecho gala especialmente la pasada Semana Santa

Cuando saltó el supuesto escándalo y mientras algunos se frotaban las manos en los despachos, atendían a las televisiones y ayudaban a engordar esa mala imagen de Elche, de su Semana Santa y, por supuesto, de los dos socios de gobierno, PP y Vox, Ruz solo hacía lo que podía hacer:Esperar a que escampara y rezar. Si, como asegura, nunca le ha pedido el acta de concejal a Navarro, porque considera que entrar ebrio a una iglesia es un tema menor, que se resuelve con un perdón y unas disculpas que solo fueron públicas cuando el asunto había estallado, se equivocó. Puede ser que Ruz no haya dicho la verdad, que sería lo más lógico pensar, porque un hecho de esta gravedad no se resuelve pidiendo perdón a la cofradía, a la Iglesia y, por supuesto, a él cuando a lo que daña es a la institución pública que ambos representan. Pero admitir que se la había pedido habría sido reconocer que se ha negado a marcharse y que hay una crisis con un supuesto trasfondo religioso-sexual

La segunda explicación posible es que, crecido en la imagen de un equipo de gobierno irrompible, nunca el PP llegó a sospechar de la magnitud que podía tener un rumor. Se ha visto superado, especialmente por el escarnio al que han sido todos sometidos, pero en espacial José Navarro por algo de lo que no existe una sola prueba

Con todo ello, de las muchas maneras que se puede abandonar la política, a José Navarro no le ha quedado otra que hacerlo con algo que puede parecer insólito: como protagonista de un auto de fe, que en su caso será el último. Fe a Pablo Ruz y fe al proyecto del Partido Popular. No sé si sabe que no va a volver, pese a cómo se ha terminado inmolando en público, sin juicio ni más defensa que la de confesar lo ocurrido en una entrevista a la delegada de INFORMACIÓN en Elche, María Pomares. La única que dio y sin saber que, dijera lo que dijera, ya estaba sentenciado.  

Mucho más fácil hubiera sido para todos, pero especialmente para su familia, evitarse estas dos largas semanas que han concluido con tres días terribles. No sé medir el daño ni a la Semana Santa ni a las cofradías, pero sí valorar el silencio, no sé si impuesto a todos por el obispo Munilla, por cómo este ha pasado página sobre este asunto admitiendo como suficiente el hecho de que haya abandonado la hermandad. Y si a él le parece suficiente, ¿quién se lo va a discutir?

Dice el artículo 524 del Código Penal que El que en templo, lugar destinado al culto o en ceremonias religiosas ejecutare actos de profanación en ofensa de los sentimientos religiosos legalmente tutelados será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año o multa de 12 a 24 meses. ¿Va a abrir la Fiscalía investigación? No, sin denuncia o pruebas. ¿Es posible que no exista una evidencia de estos hechos en una sociedad que se mueve a golpe de móvil? ¿no hay una sola imagen? 

José Navarro dimitió el viernes 12 de abril, pero realmente fue un tuit el que lo había condenado diez días antes. Las redes sociales, que no dejan de ser más que el Tribunal de la Santa Inquisición del siglo XXI y, por qué no decirlo, también los medios de comunicación con la obligación de informar de lo que pase, guste o no, incluso de comentarios sobre rumores, han puesto la puntilla a un asunto que, visto con perspectiva, ensalza a Navarro por dar coherencia a su paso por la política.

Era cuestión de días que cediera a la presión y dejara el cargo, pero otros, y no voy a poner ejemplos recientes, se hubieran ido al grupo mixto, pero él se ha marchado a su casa y con ello ha puesto el listón muy alto al resto. Ha dimitido por un rumor asfixiante. Un gesto el suyo frente a todos aquellos concejales que sí han sido un mal ejemplo para Elche, desde los que entraron con deudas y embargos, con la aquiescencia de su partido, hasta los que anunciaron su marcha pero aguantaron todo el mandato para no perder nómina y paro, pasando por quienes ni viven aquí pero aparecen por los plenos para cobrar o de aquellos que solo levantan la mano, hasta los que hicieron del odio contra los que habían sido sus compañeros de partido su única razón de ser para sembrar la política de rencor y cizaña. Todos ellos sí han dañado la imagen de Elche. Navarro no.

El jueves un buen amigo me dijo que el concejal solo tenía una solución. Dimitir. Tenía toda la razón. Y ambos coincidíamos que no por lo que había hecho o por lo que decían que había hecho, sino por dar coherencia a la política. Marcharse para no sembrar otra duda: te quieren echar y no pueden porque el acta es tuya. Mi amigo piensa que ahora tendrá tiempo para limpiar su nombre. Yo creo que nada tiene vuelta atrás, deberá aprender a vivir con lo que ha pasado pero marchándose nos ha dado un ejemplo a todos.