Opinión | La font de la gota

Morir en Elche

Tejados del centro de Elche, ciudad que alcanza los 235.580 habitantes.

Tejados del centro de Elche, ciudad que alcanza los 235.580 habitantes. / ANTONIO AMORÓS

En Elche faltan nichos. Y con eso no se juega. El ayuntamiento ha comprometido dos mil cuatrocientos nichos para este mandato municipal. Es reconfortante saber que el bueno de Claudio Guilabert, concejal de la cosa, anda diligentemente en ello. INFORMACIÓN daba cuenta de la singular amenaza la pasada semana.

No es infrecuente que se produzca un desajuste entre oferta y demanda en alguna coyuntura del mercado. Pero en el sector del descanso eterno no debiera producirse. En Elche mueren mil ochocientas personas al año que requieren mil trescientos nichos. Dos cosas me preocupan al respecto. La primera, qué hacemos con esa presión de la demanda a la que no es capaz de responder la oferta del hábitat sempiterno. La segunda, qué pasa con esos quinientos seres que no se entierran aquí. ¿Quiere eso decir que no quieren quedarse en Elche… ni muertos? Qué les hemos hecho. Alguien debiera reflexionar en el Ayuntamiento y preocuparse no sólo de dar alojamiento eterno a quienes lo requieren, sino de qué ocurre en la ciudad que algunos deciden huir.

La situación ha llegado a tal punto que, como medida de urgencia, ya no se admiten pedidos anticipados. Ahora es condición necesaria para solicitar un nicho haber muerto ya. O sea, que con el nicho la táctica es “aquí te pillo aquí te mato”. Perdón. Aquí el nicho es para el que se lo trabaja. La precariedad ha hecho que, mientras en otras ciudades alegres y libertinas como Madrid se vive al día, en Elche se muere al día. 

En cualquier caso, esta ciudad ha tenido siempre una marcada preocupación por el domicilio sempiterno. En los tiempos de abundancia la población compraba nichos grandes y caros. Tras la crisis se ha decantado por los habitáculos pequeños y baratos. Es más, ya un cuarenta por cien opta por la incineración, lo que supone un extraordinario ahorro de espacio. 

Y sorprende descubrir que un tercio de la demanda solicite nichos dobles. Me rindo ante la refrescante y conmovedora osadía con que se burla el mandato nupcial de “hasta que la muerte os separe”.  

Y el tema es más trascendente de lo que a simple vista pueda parecer. La gente tiene, a menudo, los conceptos equivocados. Por lo general, tendemos a pensar que vivir dura mucho tiempo. Toda una vida. Sin embargo, creemos que morir es tan sólo un instante. Error fatal. Morir dura mucho más tiempo. Dura toda una eternidad. Por tanto, el hábitat del difunto ha de ser sempiterno porque, a diferencia de la vivienda no suele cambiarse a menudo. Incluso, si nos fijamos bien el término “vivienda” procede del verbo “vivir” sin que exista una denominación igualmente adecuada para el espacio donde habitar la muerte. Es evidente que la muerte ha estado descuidada por las políticas públicas.

Y digo esto porque, igualmente la semana pasada, se daba cuenta de la oferta de la Generalitat Valenciana de promover diez mil viviendas sociales. En la noticia se explicitaba la relación de ayuntamientos que se habían adherido al proyecto para atrapar una cuota del número de viviendas previstas. Curiosamente, Elche no aspiraba a ninguna. Y ello, teniendo en cuenta que los indicadores se muestran tozudos en detectar una notable subida del precio de la vivienda y los alquileres en la ciudad.

Cada gobierno local está legitimado para definir sus políticas públicas y estratégicas. Conmueve lo diligente que se ha mostrado el equipo de gobierno en armar una política municipal para la muerte. Y es de reconocer que lo haya hecho movido por la obligación, al tiempo que por la devoción que inspira buena parte de las iniciativas del consistorio ilicitano. Es de valorar que haya tenido el arrojo de salir en auxilio de los muertos. Y ello, a pesar de que no votan, otra discriminación a resolver. Muy de valorar.

Quizás, también habría que ir intentando adelantar las políticas en auxilio de los vivos. Ir explicitando qué programas urbanos van encaminados a la mejora de la vida. No fuera a creerse que Elche es una ciudad orientada a la muerte y no a la vida. Que se pensara que es ciudad para morir y no para vivir. No fuera a parecer que Elche… es una ciudad muerta.