Opinión

La política y el amor

LA POLÍTICA Y EL AMOR

LA POLÍTICA Y EL AMOR / AntonioRodes

Bloqueo total. Enfrentamiento irreductible. Incomunicación irredenta. Polarización como tecnicismo edulcorado en la definición. Así está la política española. Incluso, para describir el estado de la cosa es más didáctico recurrir al argumentario del contrario.

Desde la izquierda se caracteriza la posición de las derechas como moción de censura material habida cuenta de que no dispone de los mecanismos parlamentarios para una moción formal. Más aún, sugerencia de cierto tipo de golpe de estado -actuación violenta por la que un grupo se apodera o intenta apoderarse de los resortes de gobierno del estado, desplazando a las autoridades existentes-, implicando en ello poderosos instrumentos mediáticos e institucionales, donde se incluye a instancias judiciales o legislativas como el Senado.

Desde las derechas se acusa a Pedro Sánchez de asirse desesperadamente al poder sacrificando en ello las esencias patrias y entregando el reino a los independentistas. Cuentan con su atronadora tenacidad en el asedio al poder. Pedro Sánchez, por su parte, cuenta con su reconocida capacidad de resistencia.

En esta dinámica endiablada las derechas tienen a su favor la fidelidad envalentonada de su clientela. La izquierda, por el contrario, tiene en su contra la propensión al hastío de la suya.

Romper esta dialéctica se antoja un paso más allá de lo imposible. Requeriría una propuesta inesperada, fuera de código, disruptiva, capaz de sorprender a los unos y movilizar a los otros. Una propuesta, incluso, por encima del catálogo de soluciones osadas a que el propio Sánchez nos tiene acostumbrados.

Pues, ahí está: el amor.

El campeón de la resistencia, el superviviente que ha permanecido en la trinchera desafiando las mayores invectivas confiesa que se plantea arrojar la toalla por amor. La mayor convulsión política de la última década provocada por algo tan alejado de la política como el amor. Espectacular. La declaración de amor del presidente del gobierno ha conseguido desconcertar a propios, que entraron en shock, y a extraños que tras la zozobra inicial han redoblado el asedio hasta el paroxismo. Y el país anclado en su morfología dual: los de derechas diciendo que se queda y haciendo por que se vaya, los de izquierdas diciendo que se va pero haciendo por que se quede.

Pero, si me permiten, el tan viciado sistema político nos ha regalado sorpresivamente un escenario realmente cautivador. Un presidente de gobierno de reputada experiencia en agarrarse al sillón, según sus detractores, que se va por amor. La poesía colada de rondón en el fango político. No es mala salida del poder ésa. Qué diferencia entre la salida de Rajoy tras la moción de censura, sumergida en güisqui -etiqueta azul- en un lujoso restaurante frente a la Puerta de Alcalá, y la de Pedro Sánchez ahogado en lágrimas de amor. Hay que reconocer la potencia de la inesperada situación. El amor en el primer punto del orden del día del Consejo de Ministros. La irrupción repentina del imperio de la ternura en el fango político. Tan conmovedor como dar a luz en medio de un bombardeo. Y el daño colateral a Feijóo, cuya esposa le tirará la vajilla a la cabeza increpándole «él sí que la quiere, no como tú que no te marcas ni una tarde de reflexión».

Y ahí está el sistema, empeñado en su obcecado embrutecimiento frontal, pero dando un salto cualitativo en sus términos. Un formidable ejército de asedio al poder que integra poderosos medios de comunicación, instancias judiciales, instituciones como el Senado, legión de pelayos, saurons, miembros del Consejo General del Poder Judicial petrificados en su inmortalidad, la división de mantones de manila de Ayuso, el guerrero del antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín, los reyes godos. Enfrente, un batallón de cupidos defendiendo Ferraz con dardos de ternura, la cabalgata del orgullo de infantería, los años sesenta irrumpiendo con camisas floreadas para recuperar el amor como antídoto de la guerra, un formidable bombardeo de pétalos rojos y lilas apuntando al corazón de la peña patria.

Ustedes me perdonarán, pero me rindo a las propuestas sensibles. Diría que ésta procede de un talento de extraordinaria creatividad si no fuera porque, en esta ocasión, concedo al autor el beneficio de la sinceridad. Y por añadidura ofrece un horizonte de fin de semana en vilo al país. Todo ello en espera de la decisión que concluya su espacio de reflexión. Aunque tengo para mí que, en el fondo, lo que persigue la propuesta del presidente del gobierno es que todo el país reflexione sobre el insoportable desempeño de la política española.