Rubén, ¡Feliz Navidad!

"El recuerdo de esa tarde me inundó las pupilas de lágrimas contenidas, me pregunté qué me hubiese dicho de haber repetido el paseo esta Navidad..."

Iluminación navideña en la Plaça de Baix, en Elche

Iluminación navideña en la Plaça de Baix, en Elche / Matías Segarra

Manuel Domingo López

Eran los días de Navidad del 2022, fuí a un establecimiento del centro para un encargo y de paso me pasé a ver el alumbrado navideño. Al ir de la Glorieta hacia la Plaza de Baix, al llegar a las cuatro esquinas, miré hacia la calle Hospital y por allí venía mi gran amigo Rubén.

Hacía varios días de nuestro último encuentro, nos saludamos con gran afecto y comenzamos a charlar animadamente.

Recuerdo que me habló de la Navidad, que más que unas fiestas religiosas es una orgía de consumismo desenfrenado sin ningún respeto por la naturaleza, ya que sufre el impacto de millones de litros de gasolina en viajes, vuelos de avión, millones de kilos de envases y envoltorios innecesarios, muertos en carretera, intoxicaciones etílicas y sobredosis de drogas. En fin, unas fiestas religiosas cuyos éxitos se miden por el número de visitantes y la cantidad de dinero que se han gastado.

No sólo no son fiestas religiosas, son el reflejo de una sociedad que no reflexiona sobre la imperiosa necesidad de cambiar nuestra conducta con el planeta para poder ofrecer un futuro de esperanza a nuestros niños.

Lo único positivo, me dijo, es el reencuentro de las familias separadas y los gestos auténticos de solidaridad. "Yo, como sabes, paso totalmente de ellas".

En una animada charla cruzamos el puente de Canalejas, y al llegar a la esquina de Dr. Caro, Rubén cruzó para dirigirse a Reyes Católicos.

Cuando atravesaba la calle desde la esquina levanté la voz y le dije sonriendo: "¡Rubén, Feliz Navidad!" Él volvió la cara y con una amplia sonrisa me dijo: "Sí... sí".

Ni por lo más remoto podía imaginarme que seis meses después Rubén ya no estaría con nosotros, que se nos iría para siempre dejando en todas/os nosotros un vacío irremplazable y doloroso.

El recuerdo de esa tarde me inundó las pupilas de lágrimas contenidas, y me pregunté qué me hubiese dicho de haber repetido el paseo esta Navidad. Casi como si lo escuchara, me diría, además de todo lo anterior, que nuestro alcalde Pablo ha transformado la plaza de Baix en un mercadillo impropio de dicho lugar. También una fuerte crítica a la invasión de Ucrania, y se hubiese expresado con gran dolor e indignación contra el intolerable genocidio de Israel sobre el pueblo palestino ante la mirada, casi indiferente, de la sociedad mundial y el regocijo de los fabricantes de armamento.