¿El salvador de El Salvador?

Nayib Bukele habla desde el Palacio Nacional junto a su esposa, Gabriela Rodríguez de Bukele.

Nayib Bukele habla desde el Palacio Nacional junto a su esposa, Gabriela Rodríguez de Bukele. / EFE

Francisco Javier Sáenz Martínez

Esta pequeña república centroamericana era hasta hace poco un auténtico sindiós. Un país que encabezaba el pódio de asesinatos a nivel mundial; un estado fallido prosternado cual esclavo a las temidas maras. Recientemente se han celebrado elecciones presidenciales libres, limpias y supervisadas por organismos internacionales que han dado fe de ello. Nayib Bukele ha sido el candidato ovante, ha arrasado con una victoria contundente e irrefutable; el sufrido pueblo salvadoreño ha vuelto a otorgarle plena confianza, un pueblo que hasta su llegada a la presidencia no albergaba la más leve esperanza en su futuro, condenado a una muerte lenta. Él ha sido el banderín de enganche, el estandarte, el icono al que se ha sumado el 85 % del electorado. Qué fácil resulta vituperar, desdeñar su victoria desde este lado del charco. ¿A quién votaríamos si viviéramos allí?. Vemos a los niños jugando en los parques, los comerciantes atendiendo sus negocios sin sobresaltos, la gente paseando sin miedo, las familias sin la preocupación de que secuestren a sus hijos para enrolarlos en las maras, las chicas sin temor a ser secuestradas y violadas, la economía crece, el turismo ha regresado al país, etc. ¿Acaso no son motivos más que suficientes para votar a quien te garantiza todo eso?. Los peajes a pagar son nimiedades comparados con las ventajas que redundan para el pueblo llano y soberano: Vida, futuro, tranquilidad, libertad, sí, libertad. Menos hipocresía y más sentido común, por favor.