Análisis | Morant y el juego de las sillas en el PSOE de Alicante

El primer acto de la ministra en la capital alicantina como candidata única a liderar el PSPV evidencia que las luchas entre familias siguen patentes pese al «pacto» de Ferraz

Un momento del acto del domingo, con Barceló en tercera fila, alejada de los asientos reservados, y con José Muñoz, de pie (a la izquierda).

Un momento del acto del domingo, con Barceló en tercera fila, alejada de los asientos reservados, y con José Muñoz, de pie (a la izquierda). / Alex Domínguez

C. Pascual

C. Pascual

Cuando el protocolo, o su falta, evidencia que las luchas internas siguen intactas, por más que se busque cerrar filas de cara al exterior tras el «acuerdo» de Ferraz entre los entonces tres aspirantes a tomar el relevo de Ximo Puig al frente del partido o que incluso se aspire a «acabar» con las familias, como ha verbalizado la propia Diana Morant. El primer acto en Alicante de la candidata única a dirigir el PSPV, celebrado este domingo en la sede de UGT, fue un momento perfecto para reinterpretar la ya clásica frase de «Las caras, Juan, las caras». Solo había que incluir un cambio: «Asientos» por «caras». Un show, como en Aquí no hay quien viva.

La todavía presidenta del PSPV y portavoz municipal en Alicante, Ana Barceló, en tercera fila (y gracias), fuera del espacio reservado habitualmente para las autoridades más destacadas. El secretario de Organización del PSPV y síndic socialista en las Cortes, José Muñoz, directamente de pie, apoyado en la pared, en un lateral de la sala. Nada es casual. Barceló mantiene un enconado enfrentamiento con la dirección local desde la previa de las elecciones del 28M tras negarse a incluir «cuotas» en su candidatura, mientras que Muñoz ha sido el brazo ejecutor de Puig en todos los choques entre la ejecutiva nacional del PSPV y la local en los últimos años, que no han sido pocos. 

Frente a los destacados relegados, en la zona «top» de la sala había de todo. Los previsibles, con Alejandro Soler, al frente, como máximo dirigente a nivel provincial y hasta hace unos días precandidato a la secretaría general del PSPV, que ejerció de «telonero» de Morant, junto al secretario local del PSOE, Miguel Millana. En esa primera fila también estaban Eva Montesinos, «dos» de la ejecutiva local, y el presidente del partido en la ciudad, José Soriano, además de diputados provinciales, autonómicos, nacionales y europeos (desde José Antonio Amat, Laura Soler, Patricia Blanquer y Araceli Poblador, a Domènec Ruiz Devesa). No faltaba tampoco la "jefa" comarcal de UGT, Yolanda Díaz, que para algo el acto se celebraba en «su casa». Y hasta ahí, la normalidad en lo que el protocolo puede mandar en un acto socialista en la ciudad de Alicante.

También, por otro lado, tenía sitio preferencial Ángel Franco, tras llegar a la calle Pablo Iglesias, desde la plaza de Luceros, abrazado por Morant, quien se hizo acompañar a su vez por Montesinos y Barceló (que aprovecharon el acto para presentar avales juntas en un evidente pulso al exsenador). No hay puntada sin hilo. En esa primera fila de la sala, se sentaron a su vez las exconcejalas María José Adsuar y Lola Vílchez, ahora solo con cargo orgánico menor en la ejecutiva local, además del subdelegado del Gobierno, Juan Antonio Nieves, al que acomodaron, a última hora, en una silla de plástico en mitad de un pasillo. Ya detrás, el jefe de campaña de Morant, el eldense Rubén Alfaro. Estos dos últimos, de Soler. 

Este reparto de asientos, sin ton ni son, fruto de las cuitas internas, obligó a que la ministra y futura lideresa socialista tuviera que buscar con la mirada a Barceló cuando la nombró en su intervención desde el escenario. Le costó encontrarla. Miró a la primera fila. No estaba. Se fue a la segunda. Tampoco. Y ahí ya decidió pedir el comodín. «¿Dónde estás, que no te veo?». En la tercera, y porque encontró un hueco libre por casualidad. 

La ubicación de los cargos socialistas no fue lo único que provocó algo más que comentarios entre los presentes. La organización —más bien, la desorganización— fue tal que ha habido toque de atención desde altas esferas del entorno de la ministra para que el caos no se repita. Y eso que para referentes locales, según presumían la tarde del domingo, este acto era un antes y un después para la agrupación. Tal vez lo sea, pero no para bien. 

¿Y por qué esa advertencia, ya pensando en otros emplazamientos? Para que en un acto del PSPV haya algo más que un cartón de dimensiones mínimas en la sala. Para que en un acto del PSPV no haya que sacar un portátil de urgencia para que suene el himno socialista a la entrada de la comitiva oficial. Para que en un acto del PSPV la prensa sepa si va a haber canutazo o no, sin desautorizaciones que trasciendan. Y para que en un acto del PSPV las familias se evidencien en los corrillos o en los cafés pero no en cómo se ubica a los altos cargos en las primeras filas. Para que los cambios sean una realidad. Y no un juego de sillas. 

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