Alfonso Bullón de Mendoza, presidente de la ACdP, reivindica el papel de los católicos en la vida pública

Estima necesario «poner en valor la crítica a la corrección política, dominada por una verdad oficial»

Alfonso Bullón de Mendoza, durante su intervención en las jornadas.

Alfonso Bullón de Mendoza, durante su intervención en las jornadas.

r.e.r.e.

El presidente de la ACdP, Alfonso Bullón de Mendoza, reclamó la pasada semana, durante la inauguración de las XI Jornadas Católicos y Vida Pública de Alicante, una mayor presencia de la visión de los católicos en la vida pública española. En su discurso de apertura, Bullón de Mendoza demandó «poner en valor la crítica a la corrección política, dominada por una verdad oficial y unas leyes que impiden confrontar ideas».

Las jornadas, que reunieron entre otros expertos a la eurodiputada Maite Pagazaurtundua, se celebraron en la sede en la sede del edificio Carmelitas del Campus Elche de la Universidad CEU Cardenal Herrera, bajo el título «La corrección política: ¿Herramienta de control social?».

Precisamente, al hilo de la corrección política que invade muchas esferas de la vida social, Bullón de Mendoza advirtió: «En una sociedad líquida como la actual, van a surgir nuevos pensamientos y, sin embargo, la corrección política está en todos los ámbitos, dirigiendo a la sociedad a qué se debe pensar sobre ellos». Y destacó el papel del nuevo periódico El Debate, «que no va a estar subordinado a los principios de lo políticamente correcto, en una época en la que está prohibido criticar la corrección política».

En una línea similar se manifestó el obispo de Orihuela-Alicante, Jesús Murgui, también en la jornada de apertura: «En la actualidad, nos encontramos en un desafío de cambio de época, que exige la presencia de los cristianos en la vida pública, clamorosamente deficitaria».

Por su parte, Pagazaurtundua analizó el fenómeno de los populismos en España, arrancando desde el nacionalpopulismo de ETA y sus satélites. Para la eurodiputada de Ciudadanos, en la actualidad, sin la violencia etarra, «es uno de los grandes riesgos para seguir cooperando en la solución de los problemas, ya que los populismos están reñidos con la organización de los consensos».