Hace pocas semanas, la comunidad de historiadores españoles lamentaba el fallecimiento de una de las medievalistas de mayor importancia en España, Maria Teresa Ferrer i Mallol. Esta investigadora barcelonesa estuvo vinculada durante toda su carrera a la Institució Milà i Fontanals, centro perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas y dedicado a la Historia Medieval, del que fue directora entre 1985 y 1994. También dirigió la revista publicada por esta institución, que es uno de los referentes españoles y europeos de la investigación histórica, el Anuario de Estudios Medievales.

Aunque las líneas de investigación que abarcó la Dra Ferrer i Mallol fueron diversas a lo largo de su producción intelectual -como las relaciones políticas entre los estados del espacio mediterráneo durante la Edad Media, las minorías islámicas de la Corona de Aragón o la navegación en el Mediterráneo durante los siglos XIV y XV-, son sus trabajos sobre la frontera sur de la Corona de Aragón, la histórica Governació d'Oriola, y las minorías islámicas en este espacio los que muestran una dedicación sostenida y coherente y la vinculan con Orihuela y, por extensión, con la actual provincia de Alicante.

Desde fines de la década de 1980, y a partir sobre todo del Archivo de la Corona de Aragón, la Dra. Ferrer i Mallol pergeñó obras de referencia, como Les aljames sarraïnes de la governació d´Oriola en el segle XIV (1988) u Organització i defensa de un territori fronterer. La governació d'Oriola en el segle XIV (1990). En ellas desarrollaba aspectos de nuestra historia medieval hasta entonces no estudiados, pero que merecen una atención creciente, convirtiéndose así en una de las pioneras en sacar a la luz la importante información medieval existente en los archivos sobre la frontera meridional del reino de Valencia y de toda la Corona de Aragón. El centro sociopolítico y cultural de ese espacio decisivo, que cobraba vida en las páginas que con tanta diligencia y pasión escribió la historiadora barcelonesa, era Orihuela. Este hecho, sencillamente, ha configurado nuestro paisaje urbano, nuestro capital simbólico y cultural, buena parte de los motivos de la relevancia actual de nuestra ciudad. Ya para lo sucesivo, esta capital histórica del sur valenciano y de la Corona de Aragón ha quedado definida como el centro que daba nombre a la gobernación que abarcaba desde Xixona hasta los límites con Murcia y como la «república urbana» que representaba a la segunda población del reino de Valencia, después del Cap i casal.

El sur valenciano no se agotó en estos dos libros, ya imprescindibles, o en el posterior Entre la paz y la guerra: la corona catalano-aragonesa y Castilla en la Baja Edad Media (2005). Nuestra tierra siguió siendo objeto de su atención en artículos en revistas científicas de primera línea, como «Els efectes de la guerra dels dos Peres. Abastament i fam a la governació d´Oriola», «Repartiments de terres a Oriola després de la conquesta de Jaume II», «Els almogàvers a la frontera amb els sarraïns en el segle XIV», «El Justícia a les viles de la governació d´Oriola (s. XIV)» o «Abanilla y Jumilla en la corona catalano-aragonesa (s. XIV)», títulos entresacados de una riquísima producción bibliográfica, donde podríamos encontrar más ejemplos de una trayectoria en la que nuestra comarca y la actual provincia fueron prolongadamente objeto de sus decisivas aportaciones.

Hoy, cuando algunos reducen su obsesión en la vida pública a estrategias a corto o muy corto plazo, resulta esencial reconocer el trabajo de quien, sin reconocimientos fáciles sino de forma discreta pero eficaz, nos abrió vías hoy imprescindibles para conocer mejor una época fundamental del pasado oriolano. Y, al hacerlo con la competencia y el afecto que demostró, nos ha legado un amplio estudio científico, que muestra la enorme importancia, el caudal cultural que representa nuestra ciudad en su ámbito histórico. Su tarea debe entenderse como una inversión a largo plazo, de la que los oriolanos de hoy y de las generaciones venideras somos beneficiarios. Quien conozca gracias a Maria Teresa Ferrer la Valencia y la Corona de Aragón de la Edad Media contará con estímulo y motivación para conocer también nuestro paisaje urbano, los lugares y las referencias humanas que ella estudia, nuestra evolución posterior o nuestras inquietudes actuales. Desde esa originaria investigación de primera mano, todo eso fluye hacia las síntesis y el mundo académico, hacia la divulgación y los medios culturales más amplios. Sus trabajos, en parte escritos en la lengua de tantas generaciones de oriolanos, son pues una embajada excelente, también para nuestro presente y nuestro futuro. Nunca puede ser tarde, nunca demasiado tarde, para agradecer ese impagable legado de la gran medievalista catalana, en gran medida, también oriolana de vocación. Tomar nota de todo ello, con motivo de su fallecimiento, nos parece algo obligado. Simplemente, no debería haber una política oriolana que no fuera también, y en muy buena medida, una política cultural que atendiera de modo permanente a este inmenso capital cultural e histórico. Ojalá nuestros responsables públicos fueran capaces de aprender de esa labor generosa, discreta y eficaz, y trataran de construir, pensando en el futuro y siguiendo ejemplos como el suyo, una ciudad a la altura de tanta atención y estima como nos demostró con su obra. Sería una actitud de justicia e inteligencia y los oriolanos de hoy y de mañana saldríamos ganando.