TRIBUNA/Encalao en el terrao

Carnavales para después de una guerra

Diversos disfraces en el carnaval celebrado en el local de la Masa Coral la Schubertiana.

Diversos disfraces en el carnaval celebrado en el local de la Masa Coral la Schubertiana. / David Pamies

FRANCISCO SALA ANIORTE/ CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE TORREVIEJA

En 1939, al término de la Guerra Civil, con la prohibición del antifaz, desaparecieron de los escenarios carnavalescos, y las mascaradas callejeras pasaron a la historia.

Durante estos años del franquismo se salía de merienda el jueves último de Carnaval, sobre todo a la playa del Cura o a la playa de los Locos, que se veían concurridísimas de chicos y grandes. Tradicional costumbre de merendar fuera de casa los jueves de carnavaleros una mona con su correspondiente huevo duro incrustado en la masa.

Pronto se fue despertando en la ciudad el espíritu carnavalero y empezaron a celebrarse variedad de fiestas y bailes de disfraces “a cara descubierta” en distintos locales, entre los que se encontraba el Casino, la Casa del Pueblo -entonces sede del sindicato vertical de Educación y Descanso-, en el local de Acción Católica -en la parte trasera del templo parroquial-, en las instalaciones de la Masa Coral Schubertiana, en el local de la Unión Musical Torrevejense y en los estudios de Radio Torrevieja, entre otros.

En los carnavales del año 1959 se intentó rehacer las tradicionales mascaradas, proponiéndose algunos jóvenes organizar una estudiantina de Carnaval, haciendo un llamamiento desde las páginas del semanario “Vista Alegre”. Enseguida aparecieron inconvenientes y censuras para llevar a buen término esta iniciativa, aunque no faltó la buena voluntad de los organizadores. También apareció como un obstáculo la falta de instrumentistas, ya que voces y repertorio no faltaban. El mismo Francisco Vallejos Albentosa, director que había sido del Coro de las Juventudes Socialistas y, en ese momento de la Masa Coral de Educación y Descanso, popularmente llamada “El Alpargate”, refería que desde la desaparición del maestro Quino, la que pudiéramos llamar afición por los instrumentos musicales de pulso y púa, había desaparecido totalmente de Torrevieja.

En 1962, en los jueves de las carnestolendas, vuelven a haber meriendas y disfraces. En el capítulo de mascaradas no se prospera. La originalidad brilló por su ausencia. Camuflajes a base de trastos viejos es lo que imperó. No más allá de una comparsa que muy bien lograda pasó el plato por las calles más céntricas de Torrevieja.

Al siguiente año, el 21de febrero de 1963, jueves de Carnaval, fueron muchas los jóvenes que salieron a merendar y, después, siguiendo la tradicional costumbre, se disfrazaron y asustaron a unos cuantos e hicieron reír a muchísimos con sus vestimentas y con mojigangas lanzadas a cada momento. El último día de Carnaval, martes, 26 de febrero, fue despedido con los bailes de rigor. En la tarde, con un tocadiscos, los alumnos de la Academia del Sagrado Corazón organizaron uno infantil, en los bajos del local de “Radio Torrevieja”. El acto tuvo una doble finalidad: divertirse un rato y recaudar unas pesetillas para el proyecto de un viaje de estudios a Granada. En la noche, como era habitual, se celebró un baile de Carnaval en el Casino.

Generalmente, durante los años de la época franquista, la celebración de los carnavales estuvo limitada a los bailes del Casino, de mayores y de niños, y a los concursos y bailes infantiles organizados por Acción Católica y el Grupo de Empresa de Educación y Descanso de las Salinas de Torrevieja. Recuerdo, eso sí, las típicas y gustosas sopadas con lengüetas y el arroz con leche que para el día del baile de disfraces infantil preparaba la repostería del Casino para la merienda de los más pequeños.

Con la llegada de la democracia a los ayuntamientos vuelven a celebrarse Carnavales en muchos pueblos, entre ellos en Cabezo de Torres y en Torrevieja, donde en 1986: el reinado de Don Carnal volvió a imperar con todo su esplendor. Aquel año, la noticia de la organización de este I Carnaval Torrevejense llegó un poco tarde a la calle, por lo que no fue posible que aquel año las personas mayores tan implicadas en la alegría de la fiesta no pudieron participar en el espectáculo. No obstante la colaboración de unos doscientos niños disfrazados hizo un fiel reflejo de lo que supondría el hecho de que los mayores también fuesen copartícipes de este acontecimiento de máscaras y antifaces.

Con superior asistencia de público del que se esperaba, por las bajas temperaturas y los fuertes vientos que reinaron toda la tarde-noche del sábado día 8 de febrero, se celebró esta popular y genuina fiesta que no salía a la calle desde antes de la Guerra Civil.

La banda de la Unión Musical Torrevejense, charangas, carrozas, serpentina, confetis; pequeños, mayores; todos acudieron a la cita del Carnaval. Disfraces de mil colores, personas de mil humores y sobre todas las cosas, alegría. Se puso la primera piedra para poder, en posteriores años, seguir festejando con alegría, pitos, charangas y desfiles de carrozas el Carnaval. José Pérez pregonó la fiesta: “Señoras, señores pequeños y mayores y público en general. Bienvenidos al bullicio a esta charanga inmortal, al desenfreno del vicio, a esta juerga popular. Bienvenidos, en resumen, a este día de Carnaval. Hoy es un día especial, olvidémonos del mal, dejemos nuestros problemas metidos en un rincón, que brote nuestra alegría de dentro del corazón. Que le den por saco al IVA, a Reagan y a Gorbachov. Olvidemos a la OTAN y el referéndum dichoso y tiremos nuestras penas a lo profundo de un pozo. Paseemos por las calles el sueño y la fantasía. Hagamos de lo irreal un motivo de alegría. Que gobierne el Carnaval mil y una tontería. Proclamemos con orgullo este primer Carnaval. Y ahora me propongo bautizar esta fiesta popular con un nombre peculiar: Señoras, señores, comienza la gran tontá”.