El Campello, la cuarta ciudad más cara de la Comunidad Valenciana para vivir de alquiler

El municipio está por encima de Alicante en la clasificación de localidades menos accesibles para los inquilinos

Hay propiedades que llegan hasta los 7.000 euros al mes, como es el caso de un apartamento en Muchavista de cuatro habitaciones

Varias viviendas en primera línea de Muchavista en una imagen de archivo.

Varias viviendas en primera línea de Muchavista en una imagen de archivo. / Pilar Cortés

A punto de entrar en un podio de discutible honor. Esta es la situación en El Campello, que se cuela en las posiciones más altas de la lista de los municipios de la Comunidad Valenciana más caros para vivir de alquiler. Para ser exactos, la localidad costera de la comarca de l'Alacantí se sitúa en el puesto número cuatro, sólo por detrás de Benidorm, Canet d'En Berenguer y València.

Con un precio medio de 12,46/m² al mes, El Campello es el segundo representante de la provincia de Alicante y supera -por unos céntimos- incluso a la propia capital, con un coste promedio de 12,21 euros/m² al mes. En cualquier caso, el municipio se queda lejos de las tres primeras posiciones, donde el metro cuadrado cotiza a un alza que lo lleva a rondar los 15 euros. Así sucede en Benidorm, que rebasa esta cifra y llega hasta los 15,88 euros/m². También lo hace Canet d'En Berenguer (15,05 euros/m²) y cerca se sitúa València, con una mensualidad promedio de 14,55 euros/m².

Estos datos han sido publicados en el informe de "La vivienda en alquiler en España en el año 2023". El documento se ha elaborado a partir del Índice Inmobiliario Fotocasa y plasma el estado actual del mercado de arrendamiento en nuestro país, que ha subido un 5,7% durante el último año y según ha valorado María Matos, directora de Estudios y portavoz de la compañía, "atraviesa uno de sus momentos más complicados" debido a que "el stock en alquiler se encuentra bajo mínimos, lo que supone un gran obstáculo para casi el 40% de inquilinos".

En lo que concierne a El Campello, esta noticia llega días después de confirmarse que el precio de venta de las viviendas en Muchavista alcanza ya cotas más elevadas que las construidas en el arenal vecino de la playa de San Juan. Un cambio de tendencia que se refuerza ahora con lo reflejado en esta clasificación del coste del alquiler, donde la localidad supera por 25 céntimos a la capital de la provincia y a las medias autonómicas (11,60 euros/m²) y nacional (11,66 euros/m²). 

De hecho, sólo cinco autonomías superan al municipio de l'Alacantí: Madrid (17,38 euros/m²), Islas Baleares (16,90 euros/m²), Cataluña (15,95 euros/m²), País Vasco (15,37 euros/m²) y Canarias (por una escasa diferencia de 33 céntimos: 12,79 euros/m²). Estos datos son una realidad palpable que se puede comprobar en el buscador de viviendas del portal responsable de este informe. En su catálogo se pueden encontrar inmuebles ubicados en suelo campellero que llegan hasta un elevadísimo pico de 7.000 euros al mes, precio que se pide para entrar a vivir en un apartamento de cuatro habitaciones ubicado en el Carrer Doctor Severo Ochoa, en la playa de Muchavista.

Menos prohibitiva es la cantidad solicitada para los inmuebles situados en otras partes de la ciudad. Así ocurre en las calles que se enmarcan en el área popularmente conocida como Campello pueblo, donde la mensualidad llega hasta 1.650 euros, en este caso, para un piso de dos habitaciones a 500 metros del mar (no se facilita ubicación exacta).

Más exclusiva en cuanto a tasación es la zona de la playa, lo que sería la fachada litoral de Campello pueblo y que se ubica al norte de Muchavista. En este área, la palma se la lleva un chalet de 180 metros cuadrados y compuesto de 3 habitaciones para el que se solicita una mensualidad de 2.500 euros. El resto de inmuebles de este sector son en su mayoría pisos que se mueven en un amplio rango entre 600 y 2.300 euros.

La odisea de algunos inquilinos

Estos altos valores han provocado que algunos inquilinos hayan tenido que pasar verdaderas odiseas para encontrar un techo digno bajo el que vivir, como es el caso de Isabel, vecina del municipio. Su vida cambió a la vez que la de su casero, que se separó de su pareja y le comunicó en julio a la afectada su deseo de establecer su hogar en el inmueble en el que ella residía desde tres años atrás. De nada sirvió que la inquilina le ofreciera 100 euros más sobre los 500 que pagaba, algo que el propietario rechazó porque "no quería especular". Tampoco que le quedaran varios años por delante en el contrato de arrendamiento, ya que al ir destinada a uso propio, la Ley daría la razón al dueño.

Esta situación se tornó agónica conforme se iba acercando la fecha límite en que la mujer debía abandonar la vivienda, el pasado 5 de enero, y no se solucionó hasta que dio con un antiguo hostal reformado donde ahora se ofrecen apartamentos de uno y dos dormitorios. La afectada paga ahora 600 euros por un espacio de 45 metros cuadrados (en el precio se incluye luz, agua e internet) y por la promesa de la propietaria, que la avisará cuando haya disponible un alojamiento de dos habitaciones.

Obligada a alquilar un trastero

Pese a que pueda parecer alentador, el desenlace de su historia deja cierto sabor amargo, ya que la mujer se ha visto obligada a vender la mayoría de sus muebles y alquilar un trastero para guardar varias de sus pertenencias que no tienen hueco en el espacio que ahora es su hogar y al que se niega a denominar como tal. La peor parte quizá sea el trayecto recorrido hasta este final, donde la inquilina ha chocado contra un muro de precios inasumibles y fortificado con duras condiciones, como tener que indicar la pensión de una de sus hijas que estudia en Madrid y que volverá al hogar familiar en vacaciones o exigir que su otra hija le tenga que avalar, todo ello para vivir en una vivienda por 675 euros al mes, la única que se ajusta a sus circunstancias.

Diferente es el caso de otra vecina de la localidad, Ainhoa, que por diversas circunstancias, pese a comprar con su marido una vivienda en Sant Joan, acabó viviendo de alquiler en El Campello. Pero se produjo un evento que cambió la vida de millones de personas, incluida la suya: la pandemia. La crisis sanitaria se llevó su trabajo y tocó buscar un espacio más austero, pero los únicos accesibles eran "edificios viejos y sin ascensor" con un precio inflado debido al reclamo de la playa, pese a que se encuentren más allá de la N-332, casi más cerca de las primeras cuestas de Cabeçó d'Or que del mar.

Su situación se resolvió sin mayores complicaciones: decidieron volver a residir en su propiedad de Sant Joan, que hasta ese momento tenían en alquiler. Pero hasta llegar a ese punto, se toparon con ciertos obstáculos, no tan insalvables como parece el caso de una pareja de conocidos, que a pesar de que la suma de sus nóminas ronde los 3.000 euros, no superan los filtros del seguro que contratan algunos propietarios, pero sí más desagradable. Sólo así se puede definir el hecho de que la afectada no pueda ir a visitar casas en compañía de su marido, ya que con él es más difícil acceder a una vivienda. ¿El motivo? Ser gitano. "Tienen que fijarse en otras cosas", comenta la mujer en alusión a las agencias y a las actitudes de algunos dueños.