Retratos urbanos

Actor y agente de policía

Ernesto Solo lleva 45 años sobre escenarios de teatro y dos décadas ante las cámaras

Ernesto Solo posa en la terraza de una cafetería de San Vicente, al finalizar la entrevista.

Ernesto Solo posa en la terraza de una cafetería de San Vicente, al finalizar la entrevista. / INFORMACIÓN

Pepe Soto

Dice que fue actor por su experiencia como policía local. La calle enseña. Lleva 45 años sobre los escenarios y casi tres lustros ante las cámaras. «El fill de l’electricista», como lo conocen sus paisanos en San Vicente, patrulla las calles de la ciudad desde hace más de tres décadas. También es profesional teatrero, parece que por vocación. A los diez años se quedó sin papel en una obra de teatro infantil, pero el actor Josep Maria Pou le dio la oportunidad de que con su voz narrara en un salón del colegio para contar la historia a sus compañeros montados en la escena. Experiencia vital para un actor menudo entonces, y grande ahora. Tiene muchas tablas. Y más ilusiones. Dice que el teatro le ha dado una vida maravillosa.

Ernesto Solo (San Vicente del Raspeig, 1969) es el mayor de tres hermanos. Su padre, Ernesto Torregrosa, trabajó de electricista al servicio del municipio durante 45 años; la madre es Pepita Sereix, oriunda de Villafranqueza. Aprendió en el colegio público Reyes Católicos; se hizo bachiller en el instituto Canastell. Su primera representación fue temprana, en un cursillo escolar para fomentar el teatro que impartieron de centro en centro el inmenso actor Josep Maria Pou y la actriz Victoria Vera. Se quedó sin papel y sin personaje en la fábula infantil. Pero el maestro catalán le otorgó la responsabilidad de la narración: «Si tú no cuentas la historia, tus compañeros no pueden actuar». Creció precozmente pendiente del teatro y de sus cosas.

Quiso estudiar Arte Dramático, pero tuvo que conformarse con una carrera para convertirse en graduado social en la Universidad de Alicante, tarea que no finalizó. Seguía en la interpretación en tarimas cercanas. Una mañana de tantas se cruzó por el campus con una estudiante de Derecho que le impresionó. Pocas semanas más tarde, Ernesto Solo actuó en el instituto Jorge Juan, en Alicante, en una obra dirigida por Rafa Hernández. Aquella chica ocupó una de las butacas del salón de actos. Se emocionó. Algunos meses después se conocieron en cualquier lugar. Ocurrió en 1991. Ahí siguen, 33 años más tarde. Paz Castelló, escritora, novelista y secretaria judicial y Ernesto tienen dos descendientes: una chica, Raquel, de 26 años licenciada en Bellas Artes, profesora interina, y Víctor, de 22, que estudia un doble grado de Periodismo y Comunicación Audiovisual en Madrid.

Tal vez por una apuesta con su compañera, Ernesto se preparó para opositar a agente de la Policía Local de San Vicente del Raspeig. Superó las pruebas físicas gracias a la ayuda de su padre, que estacionaba en el campo de fútbol el camión grúa que utilizaba para montar y reparar las luces para que su hijo trepara por una cuerda de cinco o seis metros. Se esforzó y sacó la plaza hace 33 años. Compagina las labores de funcionario con la escena. «A veces me da por echar la vista atrás y por imaginar cómo habría sido mi vida de no haber tenido contacto con el teatro y el mundo de la interpretación a tan temprana edad. No soy capaz de hacerme una idea porque si algo me ha dado esta profesión es una vida en todos los sentidos». El teatro le ha dado una vida «maravillosa», construida a través de la interpretación como columna vertebral.

«Si algo me ha dado el teatro es una vida en todos los sentidos, una vida maravillosa»

Su espacio de formación es amplio: dirección y actuación ante la cámara, montajes, incluso de mimo y payaso.

No para. Teatro, cine, series de televisión y guardias en un patrulla municipal con sirena. Ahora anda de gira con el montaje musical Regreso a los 80, con la compañía Doble R Teatro, una comedia sobre la movida madrileña, que dirige el alicantino Rubén Yuste. Atrás quedaron grandes actuaciones en directo: Calígula, Don Juan Tenorio, Mentiras, incienso y mirra, Las cuatro Torres o Monólogos de un policía, espectáculo de café-teatro escrito por Paz Castelló con el que recorrió decenas de garitos. También tuvo su papel en La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca.

Las sensaciones que experimenta un actor antes de salir a escena son comparables a una caída en paracaídas. Vértigo y adrenalina. Muy diferentes a las que siente cuando se baja el telón. «Ahí ya lo has dado todo. Te has expuesto, me desnudo emocionalmente frente al espectador y ese intercambio de energía se parece mucho al sexo. Me produce un placer indescriptible que es recibido por el público que en ocasiones se acerca a darte las gracias por la experiencia. Se produce una comunión mágica», explica Ernesto. Algunas veces se ha quedado en blanco en la escena, pero alarga la vida del personaje que representa. Por su interpretación del personaje El Banquero, de la comedia El Crédito, de Jordi Galcerán, obtuvo el premio al mejor actor en el certamen de teatro de Elda. Ernesto Solo también ha sido nominado por sus exposiciones sobre las tablas en Rivas Vaciamadrid y Salamanca.

Ha participado en una decena de cortos y en un par de largometrajes, además de varias aportaciones en serien de televisión, como Sin huellas, en Amazon Prime, El inmortal, en Movistar, y en canales autonómicos. Ahora trabaja en unos episodios que dirige Nacho Villalongo para Netflix. «La interpretación en el medio audiovisual es diferente. En la pantalla permaneces, mientras que el teatro es efímero. No hay dos interpretaciones iguales. El medio audiovisual te permite llegar a más personas y ser más meticuloso en la ejecución. Pero me siento cómodo en ambos campos».

«A día de hoy me imagino actuando muy viejecito, mientras la memoria me responda», asegura. Ernesto Solo ama a las personas que ocupan el salón de butacas: «Vienen a ver un espectáculo y al finalizar se acercan y te dan las gracias por haberles hecho sentir emociones que por el ritmo de vida que llevamos, muchas veces pasan desapercibidas».

Ese es el verdadero sentido del oficio: emocionarse y trasmitir los sentimientos. Sus paisanos lo conocen como «El fill de l’electricista», Y tiene razón: la mejor vida para un actor es la calle. Considera que la interpretación le ha concedido una historia maravillosa. La vida no es más que un ensayo interminable; el teatro es un crisol de civilizaciones.