Arte bajo tierra, de cielo y mar

Aurelio Ayela Escolano es artista multidisciplinar: dibuja, pinta, ilustra, fotografía, hace collage, escultura y cualquier idea que pueda plasmar con sus manos sobre madera, papel o acero

Aurelio Ayela Escolano posa en la plaza Gómez Ulla.

Aurelio Ayela Escolano posa en la plaza Gómez Ulla. / Pepe Soto

Pepe Soto

El arte es la indefinición, un concepto abierto. Sus ideas están a salvo escritas o dibujadas en libretas. Un artista multidisciplinar: dibujo, pintura, ilustración, fotografía, collage, escultura y cualquier idea que pueda plasmar con sus manos sobre madera, papel o acero. O materiales reciclados. Arte bajo tierra, entre el cielo y el mar. Se considera un artista multidisciplinar, «amoral», dice, porque le interesa todo lo relacionado con la comunicación visual. Y sabe conectar con las personas. Dice que ser creativo supone una forma sofisticada de juego donde el sentido del humor y de la aventura son primordiales. Captar lo esencial es complicado.

Aurelio Ayela Escolano (Alicante, 1970) estudió Diseño Gráfico Industrial en la Escuela de Artes y Oficios de Alicante y en la Escola d´Art de Alcoy (1989-92) y obtuvo la titulación del Ciclo Superior Artes Plásticas y Diseño (1989-92). Creció en el barrio de Los Ángeles. Hijo de un amable tapicero, Francisco Aurelio, y de Maribel, que trabajó en Almacenes Villodre, comercio especializado en menaje: vajillas, ollas, sartenes y demás utensilios de cocina, propiedad de Blas Gómez Villodre. Tiene una hermana menor. Siempre con un lápiz entre sus dedos, aprendió a escribir en el centro docente concertado Inmaculada del Pla y a sumar y más cosas en el colegio público Azorín. Se hizo bachiller en el instituto Jaime II.

Pero lo suyo era el dibujo. En sus juegos favoritos siempre participaron lápices de colores. Pasaba muchas horas plasmando sus ideas y fantasías en un papel. Sus trabajos, casi siempre, carecen de un proyecto establecido. Para Aurelio, los afectos, los rechazos, lo natural, lo artificial, lo distante, lo intimo o lo misterioso son algunas de sus fuentes de inspiración. También suele hacer obras con otros artistas: proyectos diversos y solidarios. «El arte es la indefinición, un concepto abierto», opina.

La tapicería de su padre fue el epicentro. «Creo que por ese carácter tan abierto que él tiene, aquello siempre estaba lleno de gente que pasaba por costumbre; los chavales del equipo de fútbol que entrenaba metiendo follón, o los personajes más raros de Alicante, también paraban allí». Su padre hacía en su máquina de coser aquellas pajaritas enormes que el viejo, ilustre y gran callejero «Caruso» lucía sobre las condecoraciones de pega de la pechera, que al público ofrecía recitales de ópera en la calle. «Cuando hablamos de belleza, más que cualquier síndrome de Stendhal, me quedo con la alegría de aquel cajón desastre que era el taller de mi padre: cientos de átomos chocando por simpatía».

Su bisabuelo fue el periodista y político Álvaro Botella Pérez (Alicante, 1883 - Francia, 1939), de ideología republicana, presidente de la Diputación Provincial de Alicante, creador y editor del periódico El Luchador y uno de los fundadores de la Asociación de Prensa de Alicante, en 1904.

Artista plástico, diseñador, ilustrador: polifacético, su obra está representada en colecciones públicas y privadas y ha expuesto en medio mundo: Universidad de Los Ángeles, en ARCO, en Belfast; Museo Guggenheim, en Costa Rica, en Cuba, en Italia, en México, Portugal y en salas y garitos de todo el país. Incluso en palacios, auditorios y hospitales. En 2010 fue incluido en la selección internacional de los pintores más interesantes que cada dos años convoca la Asociación Internacional de Coleccionistas. También ha impartido en decenas de talleres, como los titulados «Reciclaje salvaje», en el Museo de la Universidad de Alicante en 2021 o el proyecto didáctico «¿Somos ya robots?», sobre la obra de Juana Francés para el MACA. Entre 2011 y 2015 fue subdirector del departamento de Arte y Comunicación del Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, en aquellos años dirigido por José Luis Ferris.

Tras varios domicilios y estudios, desde los primeros meses del nuevo milenio trabaja en su taller de la calle Doctor Ayela, casualmente esta corredera está dedicada a un antepasado de Aurelio: Ladislao Ricardo Ayela Planelles (Xixona, 1879 – Alicante, 1963), médico generoso, apreciado por sus vecinos y cardiólogo del poeta nicaragüense Rubén Darío, que estableció su residencia en Alicante en 1914. 

Planta baja del número 23. Laboratorio de ideas y vivienda. Arte, diseño e ilustración por todos los rincones del taller. «En esencia no tengo una actitud diferente para cada uno de estos ámbitos. Quiero decir que, en todos los casos, valoro lo disfuncional como un recurso expresivo y político». Aurelio Ayela está convencido de que ser creativo supone una forma sofisticada de juego donde el sentido del humor y de la aventura son primordiales. «Donde lo bello o lo importante no son una prioridad por delante de la libertad de buscar la experiencia distinta a través de un proceso abierto y atento a lo que todavía no sé cómo valorar», asegura. Experimenta con la percepción, con mucha sensibilidad: intenta jugar en serio y querer y amar sin trampas ni cartones.

Ha expuesto parte de sus trabajos bajo tierra, en los Pozos de Garrigós, para reconciliarse con la naturaleza. Cerca del cielo, con copitos de nieve y gorila albino incluido. También a la orilla del mar. Y en tierra de nadie No puede desligar el humor de la tragedia y de los miedos. Casi todo es lo mismo. El proyecto «Armagetón» es una obra multidisciplinar, a camino entre la escultura y el dibujo, que sugiere una combinación de los términos armagedón y reguetón, aparentemente discordantes en tono y significado pero, según el Aurelio, etimológicamente mucho más conectados de lo que cabría esperar.

Tiene un cajón llenó de libretas cargadas de ideas y garabatos. Desde 1996 anota y pinta pensamientos, vivencias y colores, muchos colores que cada rato pasan por su cabeza. Ya hace meses que ha bajado el ritmo de trabajo; antes pasaba el día con el dale que te pego entres pinceles, maderos, alambres y cuerdas. Caótico y desordenado, incluso se le olvidaban citas tan necesarias para los humanos como comer o beber. Por las mañanas pasea por las calles de la barriada alicantina del Pla, piensa, lee, arregla la casa… Las tardes las dedica a su pasión: a contar cosas a su manera. Se considera un artista multidisciplinar, «amoral», dice, porque le interesa todo lo relacionado con la comunicación visual. Captar lo esencial es complicado. Pero Aurelio sabe conectar con las personas. Arte y criterio personal bajo tierra, en el cielo y en el mar.