El liderato se pone imposible para el Hércules

La vida son momentos, la mayoría de ellos poco reseñables. Por eso, cuando arrecian los buenos, no se puede dudar, hay que aprovecharlos, exprimirlos, disfrutarlos, sacarles el jugo que te permita aliviar los días más grises, que son muchos en la cuarta categoría del fútbol español. A veces no llegan ni a media hora, pero da igual, es suficiente si esos treinta minutos se apuran con la destreza necesaria.

No es el caso del Hércules de 2024, un equipo sin la energía del arranque de la temporada al que cuesta reconocer, que sufre contra todos, los de arriba y los de abajo, que viaja a ritmo de balada triste. Un punto, estando tan lejos de la cabeza, es muy poco. Nada si se tiene en cuenta que restan nueve fechas y que el líder ya aventaja en siete puntos a los alicantinos, que se han olvidado de ganar en su estadio y firman estadísticas de descenso tras el ecuador de la Liga.

La fórmula no resiste. La estructura inicial apenas da para rubricar un cuarto de partido de alta intensidad, el resto del tiempo son idas y venidas sin pasión, sin contagio a la grada, sin la jerarquía en el centro del campo que se vislumbraba cuando José Artiles no tenía hueco en la formación titular. Ahora, con Miguel Marí como única pieza inamovible desde su llegada, el tránsito por la zona de creación se ha tornado rutinario y, lo más grave, sin capacidad de recuperación. El Hércules que regresó victorioso de Lleida ya no se gusta, no disfruta, no tiene un líder capaz de vertebrar la acción ofensiva, de hacer llegar la pelota al área con relativa asiduidad, de aprovechar los carriles. Solo hay dos futbolistas con auténticas facultades para superar líneas por sí solos, Javi Moreno y Nico Espinosa, y no pasan mucho rato juntos sobre el césped por unas razones u otras. 

La soledad de Roger Colomina, obligado a cubrir un espacio infinito, le acaba restando potencial (y precisión) según avanza la contienda. El desgaste al que es sometido por tratar de llegar a todas partes, de sofocar las contras y ayudar a los centrales en la salida mientras los demás se alejan le está triturando en la recta final del curso.

Al Europa le valió con aguantar el empuje inicial para controlar el tempo y que se terminara jugando a lo que más le convenía, sin pasar apuros, cómodo con y sin pelota. Duro siempre. Atento a todo, incluso a impedir que los alicantinos pudieran sacar rápido las faltas tácticas, muy cuantiosas para impedir que el fútbol local cogiera vuelo. En el primer cuarto del choque, con el depósito de gasolina lleno, la superioridad herculana fue apreciable.

En ese tiempo, los traslados de balón fueron consecuentes, atinados, buscando espacios vulnerables, generando superioridades, filtrando pases, con nadie parado, ni siquiera los menos conectados con la jugada. Ahí debió matar el partido el equipo de Torrecilla. Pero el árbitro, primero; y el poste, después, lo impidieron. 

La velocidad en la circulación generó una combinación en transición que culminó Colomina con un centro adelantado para la carrera de Mendes por el carril central que plantó solo al bisauguineano, sin oposición, mano a mano con el guardameta del Europa, Pau Torres. Antes de enviar el cuero a la red, sonó el silbato del colegiado después de ver de reojo a su juez de línea levantar la bandera. La decisión resultó, cuando menos, cuestionable, dado que el pichichi del grupo pareció arrancar en posición correcta.

Después, al poco, una magnífica acción trenzada entre Alvarito, De la Nava y Colomina llevó el balón hasta Samu Vázquez dentro del área. Su disparo raso sorteó todas las piernas, pero se topó con la madera cuando el Rico Pérez ya vislumbraba el tanto. Eso fue lo más reseñable. Lo que devino a continuación, puso frente al espejo a este Hércules al que le pesa la urgencia, la obligación de ganar, el que se asusta cuando el rival le encuentra las vergüenzas.

En un balón aislado, con Josema y Nolan dominando el espacio, en superioridad, los centrales se confiaron (o se despistaron) y la pelota terminó cayéndole a Aliaga, que prefirió chutar a portería desde el balcón del área en vez de dar un pase extra que hubiera dejado solo a Eslava en un posición muy ventajosa. Su derechazo se marchó por muy poco.

El susto dejó grogui a los blanquiazules, que ya no volvieron a proyectarse en ataque sin recelos hasta mucho tiempo después. Las rotaciones volvieron a demorarse. Se hicieron efectivas cuando la caída física ya era muy evidente, y una de ellas, encima, afectó a Javi Moreno, el único con vocación (y capacidad) letal.

El empuje final (sin un solo disparo entre los tres palos) valió como ejemplo del quiero y no puedo en el que ha caído el Hércules, que vuelve a no ser fiable frente a sus iguales, el defecto que le terminó condenando en sus dos intentos anteriores de escapar de la Segunda RFEF. Da escalofríos solo con pensarlo...