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Juan R. Gil

ANÁLISIS

Juan R. Gil

Di que sí, campeón

La vacunación de alcaldes saltándose los protocolos es una grave inmoralidad. El de La Nucía, Bernabé Cano, diputado provincial, ni siquiera ha pedido disculpas

Di que sí, campeón

Mi madre tiene 84 años y echa de menos los abrazos. Mi hija trabaja en Estados Unidos, el país con más contagiados y muertos del mundo. Entre mis seres queridos, mis amigos y mis compañeros hay muchos con importantes factores de riesgo. He visto en estos meses, por desgracia, morir a alguna persona cercana y enfermar gravemente a otras. Sé que todos ellos tienen miedo por mí y yo tengo miedo todos los días por ellos. El virus no es algo que le pasa a los otros. Es algo que nos acecha a todos con su amenaza mortal. Hay una luz de esperanza: la vacunación. Pero su arranque ha puesto en evidencia una mala organización y una lentitud desesperante. Muchos de los que me rodean tienen responsabilidades que les hubieran permitido intentar conseguir vacunarse saltándose los protocolos. Ninguno lo ha hecho. No son obedientes. Son gente cívica, digna, de la que me siento orgulloso.

Les pido disculpas por este preámbulo. El manual del buen periodista, si es que existe, dice que a la hora de acercarse a la realidad el profesional debe intentar dejar a un lado sus propias circunstancias para evaluar los hechos de la forma más fría posible. Reconozco que en este asunto no soy capaz. Mi indignación convierte de alguna manera este artículo en un juicio moral más que en un análisis y, obviamente, en un texto personal. Pero me exime en algo la convicción de que esa indignación es la misma que sienten la mayoría de los lectores con la actuación de todos aquellos que se han «colado», esgrimiendo las excusas más ridículas, en el orden de vacunación, aprovechándose de su cargo para hacer lo contrario de aquello para lo que fueron elegidos. El líder de Ciudadanos, Toni Cantó, les ha llamado corruptos y sinvergüenzas. Últimamente coincido más de lo habitual con las cosas que dice Cantó.

No entraré aquí en el escándalo que empieza a estallar a escala nacional, donde de momento ya hemos sabido de generales vacunándose en sus despachos mientras la tropa que entra en los geriátricos para higienizarlos sigue trabajando en el frente sin esa protección. El jefe del Estado Mayor ha tenido que cesar por eso. Ni en casos como el del consejero de Sanidad murciano, destituido por haberse beneficiado de su puesto para pasar por delante de los demás.

Pero en la Comunidad Valenciana son más de 180 las personas que han recibido la primera dosis de la vacuna sin estar incluidos en los grupos de riesgo que habían sido citados en primer lugar para ser inyectados. Los responsables de los centros donde esas vacunas han sido administradas deberían estar ya destituidos, los funcionarios que se hayan vacunado sin estar incluidos en ningún grupo de riesgo tendrían que estar ya expedientados. Y los cargos públicos (alcaldes, diputados...) que se han valido de su estatus para colarse, habrían de estar expulsados ya de sus partidos. La ciudadanía no tiene por qué soportar tanta golfería. ¿Que, además hay que ver los fallos que se hayan producido en el protocolo de vacunación y comprobar si estaba previsto o no lo que hacer con las dosis que pudieran sobrar? Pues que se revise, que difícil no debe ser, se corrija, y se castigue también a los que no hayan sabido establecer procedimientos claros. Pero lo uno no tiene nada que ver con lo otro. Todo el mundo sabe si le toca o no le toca. Y lo demás son excusas para tratar de ocultar el atraco tomando por idiotas a unos ciudadanos cuyo aguante ya está al límite.

Dentro de todos esos hechos reprobables que acabo de citar se dan ejemplos en el PSOE: los alcaldes de Rafelbunyol, Fran López, El Verger, Ximo Coll, y Els Poblets, Carolina Vives. Pero en el PP hay un caso paradigmático que viene siendo noticia toda la semana: el del alcalde de La Nucía y diputado provincial popular, Bernabé Cano. Reúne todo lo que en estos momentos de miedo y dolor resulta detestable en el comportamiento de un político. Es el único de todos que ni siquiera ha pedido perdón. Al contrario: «Actué bien», ha dicho, en el colmo de la desfachatez. Su partido, al revés de lo que sí ha hecho el PSOE, tampoco se ha disculpado. Tanto miedo parecen tenerle.

El alcalde de La Nucía entró en un centro de la Tercera Edad, recibió la vacuna sin tocarle, alegó ser médico de atención primaria aunque no ejerce pero sostiene que actuó «bien»

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A ver. Bernabé Cano aprovechó los Reyes Magos para regalarse a sí mismo una vacuna que de ninguna manera le correspondía. Según él, se la dieron porque sobraban. Pero, al margen de que el argumento es una falacia, si estaba en el lugar y el momento apropiado para beneficiarse de ese «sobrante» es porque se metió en una residencia de la Tercera Edad, que era donde se estaba procediendo a la vacunación. Hay muchas personas cuyos mayores han fallecido en esos centros, convertidos muchas veces en auténticas trampas mortales, y no han podido ni siquiera despedirse de ellos. Los protocolos les impedían entrar. Pero para Cano eso no fue ninguna barrera: él no sólo pasó, sino que lo hizo acompañado de cámaras de televisión para grabarse un publirreportaje que luego difundió en un canal local y en redes sociales. No se lo pierdan: es el vivo ejemplo de cómo un demagogo utiliza los recursos públicos en beneficio propio.

Cuando se conoció la «hazaña», Cano no se arredró. Mintió. Dijo que era médico de atención primaria. No lo es. Se encuentra desde hace años en excedencia. No va al centro de salud a trabajar ni ve pacientes. Después vino lo de que era médico en el sector privado. Tampoco. No tiene solicitada ni aprobada en la Diputación la compatibilidad para ejercer, así que o no lo hace o está cometiendo una ilegalidad. Por último se sacó de la manga que es el médico del equipo de fútbol de La Nucía. Tampoco (oficialmente, figura en ese puesto otro facultativo), pero ¿y qué? No te vacunan por ser médico, sino por el riesgo mayor o menor que asumes al ejercer. Cuando él se vacunó, a principios de enero, no había recibido la inyección ni todo el personal sanitario de los centros médicos públicos que trata covid, ni ninguno de los que trabajan en centros privados. Él tenía el mismo derecho a vacunarse que una persona que atienda la caja de un supermercado. Con la diferencia de que quien atiende la caja de un supermercado corre más peligro que él, desempeña una función social esencial y además no puede elegir. Si fuera tan buen alcalde como suele alardear de ser, en una situación como ésta habría proclamado que él sería el último de los vecinos de La Nucía en vacunarse. No es que yo pretenda heroicidades: no creo que nadie deba ser discriminado en esto. Simplemente ocurre que, ya que va de campeón por la vida, esa debería haber sido su actitud. Pero como en este país todavía hay demasiados sitios donde política local y caciquismo se confunden, Cano lo que hizo fue apresurarse a ser de los primeros. No me vale que alegue que si no se hubiera puesto la vacuna, la dosis se habría perdido. Con salir a la calle, hubiera encontrado a personas con más derecho que él. Ni a la inmensa mayoría de los lectores que vean hoy este texto, ni a sus familiares, se la han puesto. Pero a él sí. ¿Por qué? Porque es el alcalde y estaba en su pueblo. Y en su pueblo manda él.

Mazón le ha quitado «temporalmente» sus competencias. Pero los ciudadanos merecen saber que el PP y la institución condenan lo que ha hecho, aunque su voto sea clave

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Es posible que un fiscal que tirara de ese hilo encontrara materia para actuar. Si es cohecho impropio recibir un bolso, ¿no lo es pasar por encima de todos para ponerse cuanto antes a salvo de una pandemia? Tampoco le vendría de nuevas a Cano ser imputado. Pero no creo que el Ministerio Público esté por la labor de abrir ese melón, aunque debería. Y tampoco hace falta. Esta es una cuestión donde lo que debe actuar es la condena social y la intervención política. La primera, poco a poco se va expresando. La segunda, deja mucho que desear.

Decía antes que el caso de Cano es paradigmático y por eso me estoy centrando en él. Los tres alcaldes socialistas de los que se ha sabido que también se vacunaron han pedido disculpas y han sido suspendidos de militancia. El PSOE les ha reclamado que dimitan y puede que haya mociones de censura. Tienen que irse. El PP, antes de que estallaran los mismos casos en su seno, se apresuró a exigirlo así. Pero Cano no sólo no ha pedido perdón. Lo que ha hecho es abrir en la Diputación de Alicante la crisis más grave a la que hasta el momento se ha tenido que enfrentar su presidente, Carlos Mazón. Y por ahora no la está resolviendo bien.

En el seno del partido, el líder del PP lo que ha hecho es abrirle un expediente «informativo» a Cano. Es lo mínimo. Pero en el plano institucional, lo primero que debería haber conseguido Mazón es que Bernabé presentara su dimisión, al menos de sus cargos en la Diputación. No ha querido o no ha podido. Tiendo a pensar más en lo segundo que en lo primero, porque creo que Mazón no justifica lo que Cano ha hecho. Pero lo cierto es que no lo logró. A partir de ahí, todo ha sido un embrollo, en el que la figura del presidente del PP aparece cada vez más enredada sin que al alcalde de La Nucía, el culpable del estropicio, eso le importe un bledo. No habiendo obtenido la renuncia de Cano de sus cometidos en la Corporación Provincial, Mazón debería haberle destituido sin más dilación. Tampoco ocurrió así. Tuvo que ser Ciudadanos, espoleado por su dirección nacional después del caso del consejero murciano, el que la exigiera. Y, por último, el asunto se ha pretendido zanjar quitándole «temporalmente» las competencias al individuo y comunicándolo mediante una confusa nota de prensa donde, como mínimo, ya que él no se disculpa, el gobierno de la Corporación Provincial debería haber mostrado algo más de empatía con los alicantinos y reprobar lo sucedido. ¿Que hay más responsables de lo que ha ocurrido además de Cano? Pues fantástico. Que se castigue a todos. Lo que a estas alturas no cabe es emitir una declaración donde, si te descuidas, acaban pidiéndole perdón ellos a él. ¿Y por qué? A nadie se le escapa. Porque si Cano deja la disciplina del grupo popular, el gobierno de la Diputación puede caer: Mazón es presidente con los catorce votos de su partido y los dos de Ciudadanos, frente a los catorce que tienen los socialistas, que fueron los más votados en las elecciones, y el escaño que obtuvo Compromís. Así que mantener el voto de Cano es fundamental. Pues vale. Se entiende. Pero eso es Mazón, como lider del PP, y Ciudadanos, como socio de gobierno, quienes deben resolverlo. Lo que los contribuyentes merecen saber claramente es que la inmoralidad cometida por Cano no es compartida por quienes ostentan la máxima responsabilidad en las instituciones. Lo demás, que lo arreglen.

La actitud de Cano, que no ha querido dimitir de sus responsabilidades en el Palacio Provincial, está poniendo a prueba el liderazgo de Carlos Mazón, en su crisis más grave

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En medio de todo este follón, el president de la Generalitat ha salido a decir que no debe administrarse la segunda dosis a todos aquellos que, como Bernabé Cano, han recibido la primera sin tener derecho a ella, lo que ha provocado una gran polémica, incluso en el seno del propio Consell. Yo tampoco estoy de acuerdo con Ximo Puig. Claro que debe inyectarse esa segunda dosis a Cano. Pero debe hacerse bien. En un acto público, sin asistentes por las restricciones, pero retransmitido. En esto hay que ser muy didáctico. Siéntese a Bernabé Cano en un escenario y emítase su vacunación en todas las cadenas. ¿No le gustan tanto las cámaras? Pues que lo graben INFORMACION TV, Levante TV, À Punt, la Sexta, Telecinco, la Primera... Que pueda seguirse a través de todas las páginas web. Que todo el mundo lo vea. Que tenga incluso que responder a las cuestiones que cualquier vecino pueda plantearle. Si es así, yo me conecto. Quiero preguntarle, cuando reciba esa segunda dosis, si no se siente siquiera un poco miserable. Aunque ya sé la respuesta: me dirá que se siente inmune.

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