Opinión

Un cierto aire de familia

Lo más curioso es que el mismo mágico Mazón ha dicho que está muy “dolido”, repito, “dolido”, por las protestas, que no se esperaba. Es normal: es propio de su escuela política no entender las protestas que le afectan

Carlos Mazón, presidente de la Diputación de Alicante, clausuró la gala.

Carlos Mazón, presidente de la Diputación de Alicante, clausuró la gala. / Tony Sevilla

Un acto que podría ser entrañable, como es la designación de seres humanos para representar a los Reyes Magos, se puede convertir en campo de batalla, en prescindible espectáculo. Así ha sucedido este año en el bienaventurado Alicante, ciudad de milagros, empeñada en hacer de cada Navidad un Belén estrambótico. A mi modo de ver es el mecanismo de designación el que falla, y falla porque las circunstancias han cambiado, desde que la designación por la Alcaldía era inobjetable o, al menos, no truculentamente objetable. Me explicaré. Porque, además, creo que la argumentación sirve para entender otras penalidades por las que atraviesa la política.

Hace mucho tiempo que aquí, y en casi todas partes, quien ocupa la Presidencia municipal dejó de ser una figura respetada, en cuanto que institución, por todos, también por la oposición. Precisamente porque se ha perdido ese sentido institucional, ese estar por encima de las más tristes disputas partidarias, aun encarnando y defendiendo un programa de gobierno. Igualmente, la tribu de actuales alcaldes y alcaldesas suelen gozar con mucha mayor desmesura de su capacidad de hacer alcaldadas. Es la sospecha hacia la política y la altivez de los grandes partidos -y, a veces, de los pequeños- las que obligan a la mayoría de cargos a ostentar su fuerza en cada ocasión que tenga. Debería, o al menos podría, ser de otra manera. Al revés, incluso. Pero aquí nadie frena, no sea que se tome por debilidad lo que es muestra de inteligencia.

La designación de estos seres, entre lo demasiado terrenal y lo muy etéreo, no deja de ser una suerte de acto administrativo regido, como fuente de su derecho, por la costumbre. Podría cambiar, podría regularse por escrito, podría alterarse la costumbre sin que nada sucediera. ¿Pero es tan importante el asunto? Debe serlo, porque de ello llevamos una semana discutiendo y año va y año viene, reaparece el disgusto o el malestar aquí o allá. Ello es debido a que ahora, a diferencia de las épocas en que nació la costumbre, estamos en permanente campaña electoral, al menos en el sentido de que la tensión es constante. De ahí que recurrir a ejemplos anteriores en que otros alcaldes abusaron no tiene mucho sentido: indicar que se copia lo malo y lo que se criticó, dice poco en favor de la coherencia de los actuales gobernantes. Y, sobre todo, eran épocas en que, como digo, la cosa no espantaba tanto a la ciudadanía.

Por eso, por no tensar más con circunstancia tan entrañable, ¿no sería deseable buscar mecanismos alternativos? Se me ocurren varios: que se negocie entre los partidos con representación municipal, que estos eleven propuestas al alcalde y él decida entre ellas, que se delegue la decisión en los que en otros momentos han sido Reyes que las propuestas a formular venga de ese colegio de Magos Eméritos o de representantes de instituciones de la sociedad civil, que Andrés Pedreño y Manuel Palomar se pongan de acuerdo y elaboren un algoritmo que elija a los ciudadanos más mágicos. En todos los casos la imagen de un alcalde abierto y tolerante saldría fortalecida. Y me permito decir más: este tipo de arbitrios deberían ser muy útiles para otros menesteres, haciendo más fácil las relaciones entre el Ayuntamiento, los partidos y la sociedad civil. ¿Y qué si un alcalde se tuviera que tragar algún sapo? Me temo que hemos entrado en la etapa de que la democracia consiste en demostrar que uno tiene la boca muy grande para tragar lo que le echen. El Preámbulo de la Constitución habla de avanzar a una “sociedad democrática avanzada”, siempre creí que era otra cosa, pero debo estar equivocado. Por lo demás, es posible que si se besa al sapo surja un Príncipe Mago, lo que nos acerca al meollo del problema.

Por eso sorprende que sorprenda que haya un cierto escándalo por el nombramiento del presidente de la Diputación, y declarado candidato a la Presidencia de la Generalitat como Rey Mago. Insisto en que lo principal es su candidatura, aunque se empeñen en mirar para otro lado. A los niños les va a extrañar ver a un mago en vallas publicitarias disfrazado de dirigente del PP, pero, en fin, con la gamificación de la vida, lo interiorizarán con cierto deleite. También podría ser Ratoncito Pérez, si se empeña. Lo más curioso es que el mismo mágico Mazón ha dicho que está muy “dolido”, repito, “dolido”, por las protestas, que no se esperaba. Es normal: es propio de su escuela política no entender las protestas que le afectan. Le da un cierto aire de familia. Ni Zaplana se lo acaba de creer. (Por cierto: he ahí un buen rey para el año que viene). Yo le alabo la franqueza porque hoy hay pocos políticos dolidos, sobre todo si son del PP, pues perdieron los complejos, junto con cierto sentido de la vergüenza, en su giro alocado a la derecha mágica. Así que está dolido. Una Epifanía terrible. Porque, no teniendo suficiente corte celestial que le alabe, ni pajes que le desplieguen alfombras, se dice a si mismo que a él no le hacen rey por ser presidente de la Diputación ni, mucho menos, candidato del partido del alcalde y de Castedo, sino por sus muchos esfuerzos en favor de esta tierra. Como diría un clásico: ¡agárrame esa mosca por el rabo!

Sin duda sus sufrimientos son muchos, muchísimos, siempre por la patria. A mí me gustaría ver una nómina de ellos bien documentada, y las sucesivas nóminas con las que ha cobrado su intenso entusiasmo. Se me ocurren otros sufridores. Con unos podría constituir un elenco de oprobios; con otros una auténtica relación de esforzados y altruistas luchadores. En fin. Repito: cosas de familia. Padrinos y padrinazgos.

Lo mejor es cuando en la misma entrevista que aquí gloso, Mazón afirma que tampoco entiende el revuelo si se aduce el argumento de la publicidad -olvidó señalar que también es candidato a la Presidencia de la Generalitat, no sé si lo he dicho ya, pero es que me gusta repetirlo-. Porque -juro que lo dijo-, total, va a ir con peluca y barba. Los niños a los que encantará con su natural y contrastada simpatía aún no pueden votar. Sus padres y madres lo mismo le reconocen. Mala suerte. Lo mejor de todo es que, cuando todo parece insuperable, en la misma entrevista, anticipándose al futuro, como corresponde a su mágica condición, asegura que no ve ningún problema en gobernar con Vox. Bien: ya sabemos a quién tiene previsto encomendar que haga de Herodes. Pero que no olvide que hay gente que cuando toma la espada le cuesta soltarla. A ver si va a ser que no es tan listo como parecía.

Suscríbete para seguir leyendo