De las áreas industriales

Francisco Pastor Pomares

Francisco Pastor Pomares

El paisaje que uno observa cuando se adentra en los vericuetos de lo que se conoce como área industrial de Aguamarga, en Alicante, suele ser el de una zona degradada producto de la desidia, el abandono y el caos urbanístico, cuya responsabilidad no se debe tanto a los que allí instalaron su empresa, qué también, sino por la acción, deliberada o no, de nuestros representantes políticos, sean del signo que sean.

Lo que en los años sesenta del siglo pasado fue un atractivo empresarial por su cercanía al puerto, —infraestructura relevante para el tráfico de mercancías en aquellos años—, conviven ahora modernas edificaciones logísticas, industriales y de oficinas junto a naves abandonadas y semiderruidas, muchas de las cuales rodeadas de escombros, maleza y basura. 

Al haberse creado una barrera urbanística en su parte norte, que tiene su linde con la Ciudad de Luz y su distrito digital, el único acceso lo es a través de la N-340, carretera que lo cruza de principio a fin, acceso incómodo y peligroso, tanto para los vehículos como para peatones, sin viales de servicio ni alumbrado suficiente, sin ningún tipo de seguridad y sin prácticamente dotaciones que hagan algo más confortable a los empleados que allí ejercen su actividad laboral.

No puede entenderse tanta indiferencia en un enclave que, por encontrarse dentro del eje Alicante-Elche, por su cercanía al puerto, al aeropuerto y al distrito tecnológico que promueve la Generalitat Valenciana, debería haberse considerado tanto por empresarios como por la Administración zona estratégica para promover y consolidar un polo logístico de primera magnitud, no solo para Alicante sino para su provincia.

Tampoco se entiende que, formando parte de la actual política española sobre la reindustrialización de nuestro sector productivo contar con suficientes áreas industriales que faciliten la diversificación y modernización de sus empresas, incrementando su competitividad y fomentando la creación de nuevos y mejores empleos, no se hayan hecho mayores esfuerzos en aprovechar los espacios industriales existentes para adecuarlos y modernizarlos a las necesidades que demanda hoy en día el sector industrial, donde ha de incluirse la logística y el transporte.    

Esto es más evidente en la ciudad de Alicante, ya que, por su posición estratégica en el mediterráneo, y contando con un aeropuerto internacional y un puerto marítimo del que se espera más implicación para el tráfico internacional de buques, necesita diversificar su actividad económica, excesivamente centrada en la construcción residencial, en la hostelería y en las actividades del comercio minorista, sectores que, aun siendo importantes, aportan escaso valor añadido.

Consideramos relevante para el futuro económico de la ciudad dotarla de nuevos espacios donde desarrollar las actividades económicas, aunque antes habría que adecuar y transformar la mayoría de las ya existentes, especialmente Aguamarga, Florida, Llano del Espartal y Rabasa. Pero mientras no exista una mayor implicación público-privada que las gestione y modernice, dotándolas de infraestructuras y servicios acorde al papel que juegan en el desarrollo económico de la ciudad, las administraciones públicas deberían intervenir para que las imágenes de subdesarrollo que algunas de estas áreas envían no sean excusa que impidan atraer a nuevos proyectos y, lo que es más preocupante, provocar el desaliento inversor de los emprendedores.