La telenovela política actual arrasa

Uno de los últimos plenos celebrados por la Diputación antes del 28 de mayo.

Uno de los últimos plenos celebrados por la Diputación antes del 28 de mayo. / AXEL ALVAREZ

Manuel Campo Vidal

Manuel Campo Vidal

Mira que hay sobre oferta de series televisivas con todo tipo de conflictos (policiales, sentimentales, sucesorios y vitales, de traiciones y de espías) pero nada es comparable al culebrón político de las últimas dos semanas. Y lo que viene. La emoción, la sorpresa, el chasco y la ilusión están en los telediarios.

Primero, el 28-M, una noche electoral trepidante. Que iba a retroceder el Partido Socialista se intuía, pero no que caerían los presidentes de los gobiernos de Canarias, Extremadura, Comunidad Valenciana, Aragón, Baleares y La Rioja. Al día siguiente, comparecencia urgente de Pedro Sánchez anunciando elecciones anticipadas el 23 de Julio. ¿Imprevisible? No lo sabían ni sus ministros, ni la Ejecutiva de su partido. Se enteraron por televisión. A continuación, diez días de infarto para que el espacio a su izquierda llegara a un acuerdo: o Sumar, o restar; que en este caso equivalía a dividir. El jueves día 8, a solo 24 horas de cerrarse el plazo, Monedero, cofundador de Podemos, publicó un tuit con una sola palabra repetida: “Unidad”. Hasta 34 veces contadas. Así de mal estaba la cosa. Hubo emoción, consulta urgente a la militancia, riesgo, drama y lágrimas, con víctimas e indignados: el acuerdo no es malo para Podemos, pero de sus listas se caen Irene Montero y Pablo Echenique. Ojo, porque aún quedan algunos días para rescates heroicos. No descarten a Irene Montero encabezando la lista por Vizcaya. Aseguran en Sumar que se le ofreció. Pablo Iglesias no se rinde y dispara contra la figura de Yolanda Díaz a la que presenta como el último eslabón ejecutor de los vetos.

Con tanta intensidad emocional y sobresalto, no ha habido tiempo para un mínimo sosiego analítico. Comprobemos, ruido y consecuencias aparte, que el Partido Socialista retrocedió un seis por ciento de los votos que tenía. Grave, pero no fue una debacle. El problema principal es que se hundieron sus socios, especialmente Podemos que quedó a cero en diputados, y casi en concejales, en lugares emblemáticos como Madrid, Valencia, Baleares y Canarias. La habilidad de Yolanda Díaz fue resistir y retrasar la negociación con sus aliados hasta después del 28 de mayo. Podemos ya tenía en ese momento mucho de Pudimos.

Esquerra Republicana perdió más del 30 por ciento de los votos. “Oriol Junqueras se ha vuelto a echar al monte y estrechará relaciones con Bildu”, afirma un analista meticuloso que narra el fracaso republicano en el Área Metropolitana de Barcelona. Vuelve al frentismo independentista donde se encontrará con lo que queda de Junts, o sea de los seguidores de Puigdemont. Gabriel Rufián advierte que “subirán sus precios” a la hora de negociar un próximo gobierno con los socialistas. Falta saber si existirá esa oportunidad; y, si así fuera, no olvidar que en los momentos de grandes avances, como la aprobación de la Ley de la Reforma Laboral, Esquerra Republicana votó “no” junto con el Partido Popular y con Vox.

Algún día se reconocerá que la negativa a rectificar imperfecciones de la Ley del “Solo Sí, es Sí” dañó seriamente la credibilidad del gobierno de coalición. El voto de castigo fue a los partidos que lo integraban. Pedro Sánchez tuvo una gran oportunidad para intervenir, pero la desaprovechó. Gráficamente lo dijo la número dos popular, Cuca Gamarra, en la tribunal del Congreso: “Señoras de Podemos: sí se puede. Se puede dimitir. Señores del Partido,Socialista: sí se puede. Se puede cesar”. Nada de eso sucedió. La ciudadanía procedió a ejecutarlo.

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