Rubiales destitución, si no hay dimisión

Son agresiones que van socavando la autoestima de las mujeres, van construyendo un mundo en el que tú eres menos, tienes menos derechos y ellos campan simplemente porque pueden y porque quieren

Rubiales pide disculpas por el beso a Jenni Hermoso

Rubiales pide disculpas por el beso a Jenni Hermoso

Emilia Sánchez

Emilia Sánchez

Hace 30 años, en los inicios de mi vida laboral, trabajé más de 10 años en el sector industrial y ligado a la construcción. Un sector en el que había pocas mujeres, muchos hombres y el machismo campaba a sus anchas. En la empresa en la que yo trabajaba había un director de departamento que también gustaba, como Rubiales, de agitar sus genitales en público. Lo hacía cuando hablaba conmigo, delante de todo el mundo, y mientras me miraba desde arriba el escote. Lo hacía como quien no quiere la cosa, con normalidad, mientras hablaba de trabajo, o te reñía por llegar tarde. Tardé dos años en reaccionar, en decirle que, si no me miraba a los ojos y sacaba las manos de los bolsillos, no hablaría con él.

Tengo miles de anécdotas de este tipo en mi memoria. Algunas mucho más graves que esta, otras muchas similares y otras menos. Todas importantes porque todas permanecen ahí intactas en la memoria, aunque hayan pasado 30 años. Son agresiones que, cada una por separado, no es que te cambien la vida, pero, todas juntas, una detrás de otra, como una gota malaya, van socavando la autoestima de las mujeres, van construyendo un mundo en el que tú eres menos, tienes menos derechos y ellos campan simplemente porque pueden y porque quieren. También, una detrás de otra, nos van cabreando y construyendo.

Esta semana han vuelto a mi cabeza este y otros recuerdos. Han vuelto con nitidez los besos robados por parte de algún señor, los testículos agitándose en público y todas esas cosas que la mayoría de nosotras hemos tenido que aguantar en algún momento. He tenido que sacar a la luz la anécdota del antiguo jefecillo tocapelotas” cuando he escuchado que Jennifer Hermoso es una mujer hecha y derecha y que, si quiere, puede defenderse sola y, si quiere denunciar puede hacerlo. Yo era una mujer hecha y derecha con 25 años, que siempre ha sabido defenderse muy bien sola y, aun así, tardé dos años en plantar cara a ese impresentable que era un superior. Porque la cosa no funciona así de fácil cuando invaden tu intimidad y socavan tu autoestima.

Por suerte, aunque algunos hayan avanzado muy poco, la sociedad, y las feministas, hemos avanzado mucho en esto. Hoy, si tocan a una, tocan a todas. Y por eso hoy todas somos Jennifer Hermoso y no hay ninguna necesidad de que ella denuncie, de que ponga en riesgo su carrera ante quienes tienen la potestad de truncarla (y han dado ya sobradas muestras de poder hacerlo). Ya hemos sabido que ellos la han presionado para que salga a salvar al agresor, han hecho declaraciones en su nombre, y no hace tanto, castigaron a sus compañeras que reivindicaron sus derechos. Así que no, Jennifer, la responsabilidad no es tuya de denunciarle. La responsabilidad es suya de no agredir y la responsabilidad es nuestra, de toda la sociedad, de proteger a las mujeres que se encuentran en estas situaciones sin importarnos si tienen valor o no para denunciar, si sus circunstancias se lo permiten o no, o incluso si quieren o no hacerlo.

El día del partido lo disfruté muchísimo con mi hijo adolescente. Lo vimos juntos y él me explicaba jugadas, conocía a las jugadoras y no solo a las españolas, también a las inglesas. Había seguido el campeonato. Había escuchado también a su abuelo lo bien que juegan las chicas, lo que estaba disfrutando los partidos. Yo estaba contentísima, claro. La roja no solo era un ejemplo para todas las niñas de este país, de que pueden jugar a lo que quieran y pueden ganar y ser las mejores si quieren y nadie debe decirles lo que no es de chicas, o que su juego no está a la altura. ¡Además de ser un ejemplo para las niñas, también lo eran para los hombres! Desde la generación de mi hijo hasta la de mi padre estaban normalizando que las mujeres pueden ocupar cualquier espacio y, además, hacerlo genial.

Las de la roja nos habían enseñado más cosas. Se puede defender tus derechos laborales y puedes tener voz, ellas habían logrado cambiar algunas cosas, mejorar algunas condiciones -aún lejos de ser justas- y lograron que la conciliación fuese un requisito para poder avanzar. Con esas mejoras, ellas llegaron a ser las mejores. Esto también era una lección para el mundo empresarial. Se puede avanzar en derechos, cuidar mejor a tu equipo y, además, o precisamente por eso, mejorar los resultados. Bingo

Y en pleno frenesí de tanta celebración y tanto avance social… llegó Rubiales, agitó sus genitales junto a la reina de España y luego cogió la cabeza de una de “sus” jugadoras entre las manos y le robo un beso. Llegó para fastidiarnos la celebración, para mostrarnos que no, que no hemos avanzado tanto. También para aportar su granote de arena a todo el efecto pedagógico de la actuación de la roja. Si esto era un ejemplo para las niñas de este país, este señoro llegaba con voz rotunda a decirles que de eso nada.

Pero, Rubiales, tengo una mala noticia. Te has encontrado con la España de 2023, no con la del 93. Ardieron las redes y este señor no entendió nada de lo que estaba pasando, así que lo mejor que se le ocurrió fue hacer un vídeo de supuesta disculpa que es otro insulto. No es torpeza, es que realmente no lo entiende, porque él es de otro tiempo, porque no sabe aún qué es lo que hay que respetar. Al día siguiente fue a Moncloa y Sánchez se hizo una foto con él. Error. Presidente, qué mala idea. Una imagen vale más que mil palabras y esa era la imagen equivocada. Ardieron las redes. Y Sánchez lo entendió perfectamente, muy rápido salió en rueda de prensa contra Rubiales.

Rubiales ya está fuera y él todavía no lo sabe. Será el Consejo Superior de Deportes, o será la Federación, o será la presión social o serán las feministas. Da igual por donde venga. Está fuera. Y, lamentablemente, él nunca entenderá porqué.