La cartilla de la Directora de EPE

Feijóo y los tifos y bengalas del PSOE

El aspirante a la investidura se irá del Parlamento con un “no es no” si una sorpresa de última hora no lo remedia

La sesión de investidura de Feijóo.

La sesión de investidura de Feijóo.

Llegó Feijóo al Congreso a estrenarse como orador con un larguísimo discurso y una quimera en el bolsillo: pedir a sus señorías para llegar a La Moncloa una confianza que le niegan. El aspirante a la investidura se irá del Parlamento con un “no es no” si una sorpresa de última hora no lo remedia. Complicado. De hecho él, a través de algunos de sus colaboradores, ha intentado forzar ese punto de inflexión invitando a diputados socialistas ‘de bien’, a aquellos que renieguen de una potencial amnistía al 1-0, a apoyar su candidatura a la presidencia o, si eso era mucho demandar, a boicotear la que pueda impulsar Pedro Sánchez cuando él fracase. Táctica posible, sí, pero fea. Llevar en el mismo bolsillo una quimera y una llamada a un ‘Tamayazo’ termina por arrugar el traje de presidenciable.

Con esa arruga marcada y el apoyo aún calentito recabado en las calles de Madrid el pasado fin de semana (quizás más efectivo como ejercicio posinvestidura que como ejercicio telonero del examen institucional…), se plantó en la tribuna para lanzar un mensaje directo a Sánchez: que sabía que no será presidente –el duelo lo tiene pasado, según parece- porque no está dispuesto a endeudarse para lograrlo con amnistías o referendos sobre autodeterminación. Dejó claro al jefe del PSOE, una vez digerido que no puede ir a por la presidencia en el cortísimo plazo, que iba a por él y sus ‘negociaciones secretas’ con los independentistas si se le ponía a tiro, aunque llevaba días barruntándose en Génova que no lo haría.

Y Sánchez no lo hizo. “Tocotrón”. Sí, sí, “tocotrón”, como en algún momento de su trabajada locución acabó por pronunciar el propio Feijóo, haciendo gala de manejar en la Cámara con soltura numerosos registros. Tras casi dos horas de exposición de su “si yo fuera presidente….”, en el que incluyó un buen puñado de medidas de su programa electoral (lo dejó repasado por si acaso hay repetición en breve), el político gallego se encontró con que le negaba la réplica un jefe del Ejecutivo en funciones que claramente no estaba por la labor de regalarle ni un minuto de gloria, aunque fuera efímera. Que no le concedió la gracia de un debate sobre la idoneidad de una futura ley de amnistía para el ‘procès’… lo que regaló al aspirante popular fue una grada. Una grada de animación: Sánchez le encargó al socialista Óscar Puente, exalcalde de Valladolid y exportavoz del PSOE, que protagonizara el ‘cara a cara’ con Feijóo. Y a fe que se encaró. Y muchas otras cosas que, por unos minutos, por el fondo pero sobre todo por las formas, convirtió al Congreso en un imaginario estadio de fútbol donde solo faltaron las bengalas y los tifos con el “no es no” para contestar a Feijóo. 

Los socialistas buscaron ridiculizar al jefe de la oposición y su investidura de mentirijillas. Feijóo se revolvió, sin perder el tono institucional, y se acordó de la importancia de ciertos debates en momentos clave. Seguramente también del que él decidió no dar en campaña electoral y que dejó una herida en sus propias posibilidades.