La contraofensiva de la primavera-verano de 2023 y lo que Ucrania necesita

Imagen de archivo de soldados ucranianos en Jarkov, Ucrania.

Imagen de archivo de soldados ucranianos en Jarkov, Ucrania. / -/Ukrinform/dpa - Archivo

Domènec Ruiz Devesa

Domènec Ruiz Devesa

En la guerra de Ucrania, Kiev lleva la iniciativa desde el verano de 2022, tras lograr expulsar a Rusia de las áreas circundantes a la capital, Jarkov y Jersón. A la altura de julio de 2023 Ucrania había recuperado el 50 por ciento del territorio inicialmente ocupado por el agresor.

El país agredido dedicó los primeros meses del año 2023 a preparar su esperada contraofensiva de primavera, cuya finalidad asumida era llegar hasta el Mar de Azov, cortando en dos el frente ruso desde Crimea hasta el Dombás. Esto supondría, además de un severo correctivo a las fuerzas de ocupación rusas, cortar las líneas de suministro a lo largo de todo el frente y entre Rusia y la península. Desde entonces, los militares rusos han estado mayormente a la defensiva, a salvo la toma a sangre y fuego de Bajmut el 21 de mayo por el Grupo Wagner de mercenarios, fortificando y minando la línea del frente. Entretanto Rusia bombardea prácticamente a diario las ciudades ucranianas.

La ofensiva ucrania no empezó de hecho hasta junio, prácticamente a las puertas del estío, ante la necesidad de acumular fuerzas suficientemente robustas y bien formadas, y también por las esperas derivadas de las nunca suficientemente veloces entregas de armamento por parte de Occidente. Por ejemplo, solo en verano se aprobó el envío de los cazas F16 y de los misiles de largo alcance ATACMS. El retraso en el arranque de la ofensiva ha limitado el tiempo disponible para completar las operaciones antes de la llegada del invierno, cuando el campo de batalla se vuelve difícilmente practicable, además de permitir a las fuerzas de rusas construir hasta tres potentes líneas defensivas.

En consecuencia, y hasta la fecha, los logros de esta empresa han sido más limitados de lo esperado inicialmente tanto por los ucranianos como por los occidentales, debido a la mejora de la calidad de combate de las fuerzas rusas (más experimentadas y escarmentadas del exceso inicial de confianza, cuando imaginaban un paseo militar) y a la construcción de todo tipo de fortificaciones e instalación de minas antitanques y antipersonas.

Dicho esto, se han logrado algunos éxitos relevantes, a falta de alcanzar el objetivo de llegar hasta el Mar. En primer lugar, y muy significativamente, las fuerzas ucranianas han obligado al grueso de la flota rusa del citado mar a retirarse de Sebastopol a primeros de octubre, con el traslado de fragatas, submarinos, buques anfibios, barcos lanzamisiles, y patrulleras, a los puertos de Feodora (costa oriental de Crimea) y Novoriske (Rusia), debido a los constantes ataques con drones y misiles, e incluso golpes de mano anfibios. Esto ha conllevado el aumento del crucial tráfico de barcos de grano en la vertiente occidental del Mar Negro.

En cuanto al estado del frente, de Norte a Sur: en el Dombás se ha rodeado (sin recuperarse) la ciudad de Bajmut, reconquistando el pueblo de Klishchivka en el sur el 17 de septiembre de 2023, así como los de Grigorivka y Andrivka. En el área de Zaporiya (Centro) se ha roto la primera línea de defensa rusa (de las tres existen), recuperando la localidad Robotine, en la dirección de Tokmak y Melitopol el 23 de agosto. Más al sur, en Jersón, se cruzado a la margen izquierda del río Dnipro, liberando el pueblo de Krynky, y estableciendo varias cabezas de puente a mediados de noviembre, lo que es muy prometedor.

A las puertas del invierno, Ucrania necesita urgentemente más defensas antiaéreas y aviones de combate para proteger a la población civil, centrales eléctricas y tropas de reserva; munición, tanto de artillería como de infantería, tanques y vehículos armados, para sostener operaciones de defensa y ataque; equipamientos para limpiar los campos minados y contra la guerra electrónica, que bloquean los misiles y drones con navegador; y misiles de largo alcance para golpear detrás de la línea del frente. Es cierto que Occidente tiene dificultades para producir nuevo armamento rápidamente, pero dispone de unidades de blindados y limpiaminas en arsenales de la OTAN y que pueden por tanto suministrarse a corto plazo.

En esta guerra de posiciones inestable, Estados Unidos y Europa son decisivos. Si no se aumenta urgentemente, no digamos ya si se reduce, la ayuda armamentística, Rusia ganará la guerra, con lo que esto supone para la seguridad europea. Occidente debe hacer justo lo contrario, y rápidamente, ya que Ucrania necesita completar su ofensiva en la primera mitad de 2024, y a más tardar antes de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de noviembre, con el objetivo de llegar al Mar de Azov, logrando así el esperado colapso del frente ruso. De lo contrario, la falta de avance en la guerra reforzará las posibilidades de Donald Trump, favorable a Putin, de ser elegido presidente y, en tal caso, cortar definitivamente todo el apoyo a Ucrania, asegurando así el triunfo de la agresión, y quien sabe, la propia ruptura de la relación transatlántica. Es éste un escenario que los europeos no podemos, de ninguna manera, permitirnos.