En pocas palabras

Mi biblioteca

Antonio Sempere

Antonio Sempere

Finaliza otro año, y ya van 16 desde que se aprobó el plan de rehabilitación de nuestra Biblioteca Pública del Estado. Sigue sin señales de vida. Aunque algo ha cambiado en mí. Primero, el convencimiento de que yo no la disfrutaré, y segundo, y más importante, la transformación de mi indignación permanente por saberme usuario de tercera regional (nunca entendí por qué Alicante ha tenido que estar en lo referente a infraestructuras culturales a la cola de la cola de las 52 provincias españolas, en relación a su número de habitantes) por la paz interior que otorga el saber serratiano: nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.

Poseo lo que quizá es más difícil y más preciado. Dispongo de unas instalaciones cochambrosas, es verdad, que podrían servir de decorado a una nueva serie ambientada en los setenta sin necesidad de ‘atrezzar’ nada.

Pero cuento con algo muy importante. Unos funcionarios e interinos que me llaman por mi nombre, que me apartan los periódicos del fin de semana (esos que los lunes tengo la curiosidad de abrir teniendo el privilegio de ser el primer lector, y quién sabe si el último, que los lee) para que estén a mi alcance antes siquiera de solicitarlos. En muy pocas ciudades de 340.000 habitantes ocurrirá esto.

En el improbable caso de que el ministro de Cultura Ernest Urtasun girase visita, procedente de las moquetas del parlamento europeo y de sus dos tierras de adopción, Cataluña y País Vasco, donde las infraestructuras culturales ganan premios mundiales, seguro que para sus adentros piensa en cómo es posible que todavía mantengan sus puertas abiertas recintos semejantes. Desde aquí le diría que los detalles están en lo pequeño, y que no hay nada que supere a las relaciones personales cordiales.