Opinión

Un sapo para Pilar

Juan Antonio Nieves y Pilar Bernabé, este martes, en Alicante

Juan Antonio Nieves y Pilar Bernabé, este martes, en Alicante / Pilar Cortés

C. Pascual

C. Pascual

Con una sonrisa de oreja a oreja. Así presentó este martes la delegada del Gobierno en la Comunitat Valenciana, Pilar Bernabé, al nuevo subdelegado en la provincia, Juan Antonio Nieves, tras una reunión previa a la toma de posesión oficial prevista para dentro de una semana. Con una sonrisa, como si hubiera sido una apuesta personal de Pedro Sánchez, al más alto nivel, y no una exigencia de Alejandro Soler dentro de los movimientos de cara a la batalla por el control del PSPV (al igual que en Valencia se ha colocado a un afín a Carlos Fernández Bielsa como subdelegado). Y sin una palabra de agradecimiento hacia el anterior subdelegado hasta que a Bernabé se le preguntó directamente por él, como si Carlos Sánchez Heras no hubiera sido una persona de su confianza, con el que ha demostrado afinidad durante el intenso medio año de trabajo que han compartido, con unas elecciones generales de por medio. Luego, en su respuesta, Bernabé dijo que su valoración del trabajo de su hasta ahora mano derecha en Alicante era «excelente». Palabras que extendió, sin alusión previa, a la anterior titular del cargo, Araceli Poblador. Y es que en política, como este martes quedó más que evidenciado, los afectos se disuelven rápido. Que se lo pregunten a la delegada del Gobierno, que ha optado en este caso por el perfil más conservador, por decir «sí, bwana» a los cambios en su equipo, sin defender a los suyos cuando los focos apuntan, a la hora de la verdad. Una actitud que ahora le permitirá, salvo que las exigencias de los implicados en la batalla interna puedan incrementarse en las próximas semanas, seguir en el cargo que ocupa desde hace año y medio, pero que le deja una marca en su perfil político. Porque ella, mejor que nadie, sabe que la «decisión» (en la acepción de «resolución») ha sido del Gobierno, no va a ser de la Casa Real, pero los cambios en su equipo responden a otros intereses. Y, para ella, defender ese movimiento de piezas es tragarse un sapo. Aunque sonría.